Desde niña ama el campo, el verde de las palmas y el susurro de los pájaros. Le gusta pescar en el río y despertar rodeada de flores, pero su mayor deseo es vivir eternamente en medio de un jardín
Nadie puede imaginarla fuera del entorno que la envuelve y le consume la mayor parte del tiempo. Sus días se hacen largos, con jornadas agotadoras y compromisos que no esperan. El celular no deja de sonar y con las manos llenas de tierra atiende de inmediato cada llamada.
-¿Neyda, por favor, es Neyda?
-Sí, soy Neyda, ¿qué desea?
-Por acá le hablamos del periódico Escambray, queremos hacerle unas preguntas, ¿dónde podemos encontrarla?
-Estoy en medio de un potrero en una cooperativa de Fomento, sacando pasto para reponer las áreas verdes en la Plaza de la Revolución, pero después del mediodía estaremos allá.
-Muy bien, ahí nos vemos.
El encuentro con la mujer que desde el año 2000 se entregó por completo a las labores del campo fue espontáneo y original, su verbo claro y la sencillez que la caracterizan hicieron de este diálogo único, porque lo cierto es que Neyda Hernández Carballo, la productora de plantas ornamentales y frutales más demandada en los últimos tiempos en la provincia, se desdobla sin prisa ante cada interrogante.
“Yo nací en Las Lajitas, entre Manicaragua y Fomento, soy la tercera de cuatro hijos de un matrimonio guajiro. Mi vida siempre ha sido el campo, aprendí a trabajar la tierra, a enyugar bueyes, aparejar caballos; pero también estudié, soy económica y lo ejercí unos cuantos años hasta que decidí buscar otros horizontes con la siembra de viveros de plantas ornamentales y frutales, así comencé”.
El sello de Neyda se disemina por todo el país, las áreas verdes de la ciudad cabecera espirituana la recuerdan a cada paso; aunque la prueba de fuego fue cuando el aniversario 500 de la fundación de la villa: parques como el de la Caridad y el Serafín Sánchez exhiben las palmas que ella trajo moteadas sobre rastras para plantarlas allí; en Los Caballitos, la Plaza Cultural, los paseos, las macetas de todas las avenidas y el bulevar estuvo la mano de esta mujer. También en los municipios está su toque distintivo en los hoteles de la cayería norte de Las Villas y en los de la península de Ancón, en Rancho Hatuey y hasta en otras provincias, por lo que ya existen muchos espacios públicos donde crecen sus plantas.
Con solo 33 cordeles de tierra que conforman su finca, al final de la calle María de la Caridad Martínez, en Fomento, es capaz de cumplir con cada pedido utilizando arecas, ararías, crotos, palmáceas, malangas y muchas otras variedades. Para ello cuenta con la ayuda de la familia: el esposo, el hijo, la sobrina, la hermana y hasta sus dos nietos llenan macetas, también la Cooperativa de Créditos y Servicios Armando Mestre, a la que pertenece, contrata fuerza de trabajo eventual para apoyarla en estas labores.
“Aprendí este oficio porque me gusta —dice Neyda—, no se necesita mucho estudio si uno tiene la inteligencia natural y la voluntad, pero si de algo estoy segura es que en mis 56 años de vida nunca me he sentido tan útil como ahora con todo este movimiento constructivo a propósito del 26. Cuando cierro los ojos pienso en el nuevo día, jamás me imagino un despertar sin trabajo y mucho menos sin mis plantas; pero, si pudiera pedir un deseo, te juro que sería poder vivir eternamente en medio de un jardín”.
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