No recuerdo si los expertos cubanos anunciaron la lluvia; de ser así, prefería que el Doctor José Rubiera hubiera desacertado en sus pronósticos; ello no empañaría sus siempre certeras predicciones. De todos modos, el aguacero que dio la bienvenida este domingo al presidente Barack Obama, desde que asomara por la puerta delantera del Air Force One, quiso emular con la lluvia pertinaz y helada que despidió al mandatario en la Base Andrews, localizada a las afueras de Washington.
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Con sombrilla en mano, el primer presidente estadounidense en pisar la tierra de Martí y de Fidel en 88 años, descendió la escalerilla del avión, otra majestuosa Casa Blanca en pleno vuelo; al pie de aeronave, entre otros funcionarios, el canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla y Josefina Vidal, directora general para Estados Unidos del Ministerio de Relaciones Exteriores, incluida entre los Pensadores Globales más prominentes de 2015, según la revista Foreign Policy.
Mientras llovían también los saludos de cortesía, el senador demócrata Patrick J. Leahy apretaba sin cesar el botón de la cámara fotográfica para que luego nadie le contara. Por cierto, este legislador y su esposa Marcelle Pomerleau intercedieron y fueron piezas clave en el tratamiento de reproducción asistida de Adriana Pérez, compañera de Gerardo Hernández, uno de los Cinco antiterroristas cubanos.
El embarazo de Adriana devino uno de los episodios más humanos de la ronda de conversaciones oficiales y secretas sostenidas por altos funcionarios de La Habana y Washington desde el 2013 hasta el anuncio del deshielo de las relaciones entre Cuba y Estados, proclamado, al unísono, por los presidentes Raúl Castro y Barack Obama, el 17 de diciembre de 2014, declaraciones que dejaron boquiabierto a medio planeta.
Pocos entre quienes escuchamos atónitos la noticia podíamos imaginar que el mismísimo dignatario estadounidense recorrería las calles y plazas de La Habana Vieja en compañía de su esposa e hijas, como si caminara por la populosa Chicago o por los pasillos de la ilustrada Harvard Law Review.
Mas, para enmudecer a los descreídos, enfundado en traje, se le vio frente a El Templete, que desde mediados de marzo luce una cubanísima ceiba quinceañera, como quizás le explicó Eusebio Leal Spengler, historiador de la ciudad de La Habana, quien lo guió, igualmente, hasta el Palacio de los Capitanes Generales —una joya del barroco cubano— y hasta la Catedral de La Habana.
Y en ese templo católico, localizado en la zona más antigua de la ciudad, aguardaba por Obama, el cardenal Jaime Ortega, arzobispo de La Habana, quien le mostró ese monumento barroco, cuando la urbe estaba a punto de colmarse de luces. Dentro de iglesia, los hombres que custodiaban al dignatario, idénticos a guardaespaldas de los filmes de acción, miraban de un lado a otro con ojos de águila. En las afueras, la lluvia seguía escurriéndose por las dos torres campanarios y más de 1 000 periodistas de medio centenar de naciones se devanaban los sesos —como este reportero a distancia—, hasta poner el punto final a la crónica de domingo.
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Raul Castro no acudio al aeropuerto. Cuantas veces por visitas muchisimo menos importante lo ha hecho. Pero bueno esa es solo mi opinion.