La aseveración pudiera ser tremendista, pero, asumamos el riesgo: la visita a Cuba del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, que finalizó este martes, constituye un episodio memorable en la historia contemporánea en el hemisferio Occidental.
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Hacía 88 años que un mandatario norteamericano no ponía pie en tierra cubana; en aquel entonces el tirano Gerardo Machado ensangrentaba a esta isla irredenta y el Gobierno de los Estados Unidos lo apoyaba a todo costo y a toda costa para no ver lastimadas las jugosas ganancias económicas que le exprimía a Cuba.
Pero, los jóvenes rebeldes, que desembarcaron en el yate Granma en 1956 se hicieron barbudos en la Sierra Maestra y bajaron con la Revolución entre pecho y pecho.
Después del Primero de Enero de 1959, los sucesivos gobiernos norteamericanos, verdaderos Goliat, conocieron que la grandeza de David, llamado, igualmente, Revolución cubana, no se mide en metros de alto.
Recurrieron a todos los medios posibles para convertirnos en polvo; sembraron de bandas contrarrevolucionarias las montañas del Escambray, donde la sangre de maestros y campesinos aún delata el terror.
Ni el bloqueo económico, comercial y financiero, ni la invasión por Playa Girón, las operaciones Mangosta y Peter Pan, ni la Crisis de Octubre, ni los más de 600 intentos de asesinato a Fidel, ni las leyes de Ajuste Cubano, Torricelli, ni las transmisiones radiales y televisivas, ni los sabotajes como el crimen de Barbados, es decir, nada, nos hizo bajar la cabeza ante el látigo.
Una razón nos ha apuntalado durante más de 57 años: la dignidad; ésta ha sido el escudo. No se trata de patriotismo pasajero.
El 17 de diciembre de 2014 marcó un giro notable en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Los presidentes Raúl Castro y Barack Obama dejaron boquiabiertos a medio mundo, cuando anunciaron, simultáneamente, el inicio del proceso de restablecimiento de los nexos diplomáticos entre ambas naciones.
De aquel discurso de Obama, guardo una frase que subrayé con círculo rojo: “Pondremos fin a un enfoque anticuado que durante décadas no ha podido promover nuestros intereses”, alertaba Obama.
Declaraciones posteriores del mandatario y de funcionarios de Estados Unidos confirman que apenas han cambiado de estrategia.
Desde hace dos años, el gobierno de Estados Unidos ha apelado a la guerra cultural; “una contienda en la que es maestro, y para la cual cuenta con arsenales fabulosos”, como advertía el Premio Nacional de Ciencias Sociales, el espirituano Fernando Martínez Heredia. Y en esa nueva guerra, a mi modo de ver, la histórica visita de Barack Obama es una jugada muy bien pensada que los cubanos necesitan descifrar a tiempo.
Señores y señoras, dejen de estarle buscando la quinta pata al gato. Cuba hoy está necesitada de inversión extranjera directa, tiene industrias y ciudades en ruinas, la infraestructura vial y constructiva es la de hace cincuenta años, el país se está moviendo en medio de una incertidumbre, que hace que el cubano promedio quiera emigrar. Tienen que respetar el derecho a los cubanos a decidir qué hacer en el país, pero se han sentado a pensar lo que significaría poder elegir presidente entre cubanos de a pie, que expongan proyectos de desarrollo y beneficio social, y que lleven las riendas del gobierno en la mayor isla del Caribe. Gente que se gane con su trabajo el derecho a dirigir, y que si no lo hace bien le quiten las riendas.
Y no sólo eso, piensen en la posibilidad de mejorar, aunque sea un tantico, las ya tan apagadas y azarosas vidas del cubano, con la preocupación de ver que faltará este mes, o si la carne de puerco va a seguir subiendo de precio. Dejen se estar elucubrando planes malvados accionados por el imperio, Cuba, los cubanos, también han hecho barbarismos, quien no haya pecado, que lance la primera piedra. Pienso que estamos en un momento en que vale más perdonar y ver que puede sacarse de positivo en el asunto. Si el Presidente Raúl ha querido seguir adelante, es porque quiere dejar a Cuba en el camino del progreso, y que comience a escribirse otra historia, diferente y sana.
La perfección no existe, como el propio Obama lo ratificaba, la democracia estadounidense es imperfecta, lo mismo pasa con la Revolución Cubana.
Hace falta que de una vez y por todas Estados Unidos quite todas las trabas, a ver si los gobernantes pueden responderle como deben al pueblo. Entonces, si no funcionala cosa, serán otros los problemas, ya no será el bilipendiado embargo.
El tiempo dirá. Lo más triste de todo sería que luego de tanta alaraca, en Cuba no sucediera nada.