Un joven instructor de arte de Fomento se confiesa conquistado para siempre con la magia de la dirección escénica
Kiusbell Rodríguez Castiñeira, egresado en el año 2007 de la Escuela de Instructores de Arte en la especialidad de Teatro, no pareció contentarse con su bien aprovechada etapa de academia ni con las ceñidas posibilidades que le deparaba el contexto conservador en el que se graduó.
Para este joven creador fomentense, infiero, el teatro viene figurando más como un “patíbulo” en el que modifica una y otra vez la realidad cruda a imagen y semejanza del hombre cubano y sus accidentes. Su forma de pensar y proceder como director de escena, su particular manera de repensar el hecho teatral, de mover actores en el escenario, de reconocer sus propios límites y darnos el placer de la puesta como pronto acabado son elementos determinantes en su labor. A propósito Escambray dialoga con este talentoso joven, miembro de la Asociación Hermanos Saíz en Sancti Spíritus.
¿Cuándo encuentras la vocación por la dirección escénica?
Comencé en un taller de actuación que impartía el instructor Richard, en la Casa de Cultura de Fomento. Éramos un grupo de 11 adolescentes. Estaba cursando el séptimo grado. Luego, por razones misteriosas, para decirlo de algún modo, continuó impartiendo ese taller Teresa González y fue ella la que me guió hasta la prueba de ingreso para la escuela de instructores de Villa Clara. La vocación por dirigir puedo decirte con mayor precisión que fue a partir del tercer año, cuando recibí clases de dirección y actuación por un excelente profesor, su nombre es Jorge Félix. Tuvo la iniciativa de montar la obra Tartufo, de Moliére, con todo el grupo y repartió las escenas para que entre dos alumnos la dirigieran. Un profesor que siempre iba más allá, incluso, que el propio programa de dirección, y eso me estimulaba. Nos enseñó, además de los elementos básicos de la dirección escénica, las cualidades que debía poseer un director de escena. Y lo esencial para mí fue exigirme en el tabloncillo la importancia de saber comunicarle a un grupo de actores lo que como director deseaba representar. De esas clases salió mi vocación por dirigir espectáculos.
¿Algunos referentes en particular?
Mi mayor referente, y no es que sea el único, es el peculiar grupo Argos Teatro. He seguido todas las noticias sobre sus estrenos. Recuerdo que en una ocasión tuve el privilegio de asistir al de Aire frío, con un elenco de primera liderado por Carlos Celdrán.
Me atrapa mucho la estética de esa agrupación y la manera de hacer teatro, pero sobre todo el pensamiento de Celdrán sobre lo que es la dirección y la intrepidez de un director que se enfoca en esa fina pero difícil tela que es la dirección de actores. Yo también me preocupo mucho por eso. Tanto él como su grupo son un referente ineludible para mi carrera.
¿Cuál es la primera palabra que te viene a la mente cuando escuchas la palabra teatro?
Deseo.
¿En qué momento decides crear tu propia empresa, Agón Teatro, y bajo cuáles presupuestos estéticos?
Cuando mencionas la palabra empresa me haces recordar una expresión de Shakespeare: “Solo tiene grandeza aquel que desea alcanzarla”. Cito esto porque cuando decido terminar de trabajar en la Escuela de Instructores de Arte de Sancti Spíritus, donde impartí docencia luego de graduarme, y regresé a Fomento, comencé a aplicarme en la Casa de Cultura, entonces ya era más grande la intención de formar mi propio grupo. En un principio, te confieso, no pensé en una estética definida. Solo quería hacer teatro dramático desde un municipio, donde existe un público muy asiduo a esta expresión del arte y, por tanto, debía procurar hacerlo bien.
En esa primera etapa de Agón Teatro todas las obras abordaron ejes temáticos que coqueteaban esencialmente con preocupaciones de los jóvenes cubanos. ¿Partías de esa idea, incidías sobre esas temáticas a propósito?
Sí, partía de esa idea. Creo que todo ser humano vive con preocupaciones y a veces por razones ajenas uno siente miedo, prejuicio. Soy un joven que puede decir que desde los 15 años supo lo que quería. Vencí muchos obstáculos para lograr mi bienestar. Por eso puedo decirte que cuando leía una obra literaria, ya sea de teatro o de cualquier otro género, buscaba su quid para representar estas temáticas con un marcado interés. Un ejemplo, patente fue mi segunda producción, levantamos una puesta en escena a partir de una selección de poemas de Pedro de Jesús, por supuesto, con su asesoría. Disfruté mucho ver cómo reaccionaba el público con la escena sobre diversidad sexual en el espectáculo Desgranando la mudez, que fue como lo nombramos. Exponer en mis representaciones personajes que viven en una marginalidad extrema es muy gratificante, pues tienen mucho que decir.
Cuéntame de la experiencia de trabajar en Venezuela durante tres años.
Viajar y dejar todo lo logrado en el grupo me fue muy embarazoso. Fue tan grande como dejar a mis padres, mis hermanos y a mi perrita, que tanto presenció los ensayos. Pero, como todo joven, también quería viajar y formar parte de la misión cultural en Venezuela. En ese país conocí niños y jóvenes con mucho deseo de hacer teatro sin saber qué era eso. Fue entonces cuando supe aún más lo importante de enseñar. Residir tres años allí me hizo encontrar a alguien muy especial que hoy vive conmigo y es quien primero conoce todos mis proyectos.
¿Proyectos inmediatos?, ¿piensas retomar Agón Teatro?
Estoy trabajando en un proyecto de compañía teatral con niños que se llama Habitando, el cual pertenece al proyecto Hábitat 2, en el barrio de Las Delicias. Sí, pienso retomar Agón Teatro, ¿cómo no hacerlo?, y mostrar la nueva producción en el contexto del próximo festival Olga Alonso. No quiero dar adelantos, pero sí, estoy en eso.
¿Cuál es el mayor éxito de Kiusbell Rodríguez como director teatral?
Mi mayor éxito ha sido ver disfrutar de verdad al público y, claro, los resultados que he tenido con la creación de mi grupo.
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