Expuestos en los amplios salones de la otrora vivienda familiar de los Fernández Morera, actualmente Galería de Arte que lleva su nombre, se aprecian, junto a obras de otros pintores, las de Oscar, artista emblemático de nuestra plástica, pionero espirituano de los pinceles que nos dejó un legado valioso compuesto por multitud de retratos, bodegones, esbozos, dibujos…, los cuales forman parte de nuestro patrimonio y hoy se encuentran, por desgracia, en franco deterioro
Fernández Morera sigue moviendo pinceles
La agresividad del medio, cuajado de polvo, calor y humedad, y del tiempo, ha hecho estragos en algunos cuadros, difuminando un tanto los colores originales, afectando tal o cual detalle, o cuarteando —craquelando— la pintura primigenia; todo ello hace apremiante un proceso de restauración que, a día de hoy, está en el aire, pues al parecer nadie sabe cómo enfrentarlo ni quién o quiénes se encargarán de realizarlo, ni con cuáles recursos.
Sobre este aspecto llamaba la atención hace unos meses el Poeta de la Ciudad, Esbértido Rosendi, en ocasión de una entrevista que le hizo este redactor para otro material —ya publicado— sobre Fernández Morera. Decía Rosendi que el trabajo hay que realizarlo “y se necesita un restaurador especializado, porque eso no lo puede hacer cualquiera, sino una gente que sepa, que lo haga con conocimiento y amor”.
Uno de los discípulos más conocidos de Oscar, el Pintor de la Ciudad, Antonio Díaz, viene abogando hace tiempo porque se inicie de una vez ese proceso restaurador que él entiende apremiante y a fondo. La necesidad la fundamenta por estimar que, al menos para los espirituanos, se trata de una obra valiosa. “Yo comparo la obra de Fernández Morera en el campo de la plástica, con la de Teofilito en el terreno de nuestro folclor musical”, afirma.
Pero para Antonio, donde procede realizar esta labor es en La Habana, “pues allá concurren el personal calificado y los recursos, porque restaurar obras de arte es prácticamente más difícil que crearlas, y esto es debido a la especificidad y calidad de los materiales a utilizar y los medios técnicos, que en algunos casos incluye el uso de rayos X, pigmentos especiales e instrumentos”.
De otro lado, Antonio alerta acerca del peligro de las técnicas y productos a aplicar, debido a que existe la posibilidad de que ciertos tintes o pigmentos produzcan reacciones químicas que echen a perder el cuadro que se intenta rehabilitar.
PRECISO ANTECEDENTE
Llegados hasta aquí —y contra lo que pudiera pensarse—, la obra pictórica de Fernández Morera sí ha recibido tratamiento conservativo, y el ultimo y único que se conoce se lo aplicó un joven especialista trinitario de nombre Alián Martínez Rives, graduado de la Academia de Artes Plásticas de Trinidad, quien hace seis o siete años restauró un grupo de pinturas y marcos que lo requerían.
Según Jorge Luis López Álvarez, presidente del Consejo Provincial de las Artes Plásticas, Alián había recibido alguna preparación en restauración pictórica y se decidió enviarlo al CENCREM, en La Habana, para pasar un curso de capacitación en esta especialidad.
Con Alián ya de regreso, puntualiza Jorge Luis, “se restauró un grupo de cuadros con telas de lienzo de buena calidad, las que se les colocaron por detrás a algunos cuadros de forma total y a otros en forma parcial. Para ello se utilizaron recursos y técnicas alternativas aprobadas por especialistas cubanos. Con esas técnicas, bastante inocuas, se restauraron casi todas las obras de Fernández Morera, incluidos los marcos”.
Pero, transcurrido más de un quinquenio de esa labor, acota López Álvarez, esos cuadros ya van necesitando de nuevo que se les pase la mano, unos más que otros. “De los que fueron restaurados, en algunos la pintura empieza a craquelarse por distintos puntos, y otros que entonces no fueron intervenidos porque no lo requerían, ya hoy es preciso retocarlos”, acota.
Jorge Luis confiesa su creciente preocupación por estas circunstancias, porque, afirma: “Esta obra requiere una intervención restauradora, como ocurre con el propio edifico de la Galería, cuya rehabilitación —le consta— ya es preocupación de la Dirección Provincial de Cultura”.
Con estas referencias, a Escambray no le queda la más mínima duda de la urgencia de la restauración, pero, dados su complejidad y costo, falta ver quién, cuándo y cómo le pone el sonajero al gato.
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