Para avanzar en las relaciones económicas, comerciales y financieras con Estados Unidos, es esencial que se elimine el bloqueo
La recién finalizada IV reunión de la Comisión Bilateral Cuba-EE-UU. demostró dos realidades que entran en contradicción, por cuanto la voluntad demostrada por ambas partes de llegar a conciertos mutuamente beneficiosos está dando sus frutos en un amplio espectro de asuntos sobre los que ya existen acuerdos, mientras se negocian otros, pero apenas se avanza en uno que resulta crucial: el tema económico.
Para los cubanos deviene decisivo el aspecto económico porque en su seno está contenido el bloqueo que tanto daño ocasiona, con efecto acumulado de más de medio siglo, y este es, según el decir popular, como “el pollo del arroz con pollo”, la quintaesencia del problema.
Resultan admirables y esperanzadores los avances en el terreno diplomático y los convenios suscritos por los dos países en cuanto a la reanudación de los vuelos regulares, la cooperación en materia de salud, el enfrentamiento al narcotráfico, la realización de encuentros técnicos sobre medio ambiente, geodesia e hidrografía; seguridad aérea, combate al terrorismo, tráfico de personas y fraude migratorio, entre otros, pero no es suficiente.
¿Cómo pueden bastar esos logros parciales, si no se elimina de una vez un factor que ha venido envenenando las tratativas entre los dos países a lo largo de los últimos 55 años y que daña cada año a la parte cubana en alrededor de 2 000 millones de dólares? En este punto es oportuno señalar que aún está fresca la tinta con la que el presidente Barack Obama suscribió el documento para prorrogar por otros 12 meses la Ley de Comercio con el Enemigo, que data de 1917.
Si el bloqueo, con 11 lustros de duración es obsoleto, más obsoleta es esa ley, adoptada en las condiciones de la I Guerra Mundial, a la que echa mano el stablishment de la potencia vecina para justificar sus proyecciones anacrónicas de los tiempos de la Guerra Fría, hacia el archipiélago caribeño. ¿Acaso no parece una contradicción que un país restablezca relaciones diplomáticas oficiales con otro al que “aún” considera enemigo?
La delegación cubana, presidida por Josefina Vidal Ferreiro, directora general para Estados Unidos de la Cancillería cubana, dejó en claro el viernes último en Washington que “siguen siendo pocos los resultados en la esfera económica, debido a la vigencia del bloqueo”.
La funcionaria reafirmó que “para avanzar en las relaciones económicas, comerciales y financieras, es esencial que se elimine esta política”, tal como fue expresado por los representantes de Cuba durante la celebración, el pasado 12 de septiembre, de la primera reunión del Diálogo Económico, mecanismo de la Comisión Bilateral para abordar estos temas.
Hasta ahora cae de su peso que la delegación estadounidense no tiene autorización para ir más allá, a pesar de que el presidente Obama, quien estará en funciones hasta el 20 de enero del 2017, tiene prerrogativas para, entre otros aspectos, aprobar exportaciones de más productos hacia la Isla, permitir la importación de productos cubanos, autorizar la inversión en Cuba de ciudadanos de su país y normalizar las relaciones bancarias.
Pero primero deberá hacer cumplir lo dispuesto en las medidas de tipo económico ya adoptadas, como las relativas al campo financiero, donde todavía Cuba no puede hacer transacciones con el dólar estadounidense, ni abrir cuentas en bancos de ese país, mientras la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) sigue persiguiendo en todo el mundo a quienes trabajen con activos cubanos e imponiéndoles cuantiosas multas.
No es un camino fácil el que recorren ambas naciones, una al encuentro de la otra, sino que está plagado de escollos que, cuando se analizan, dejan entrever la unilateralidad que los distingue, ya que para la normalización completa de relaciones entre Washington y La Habana se precisa que el primero suprima un grupo de iniciativas arbitrarias adoptadas para dañar a Cuba.
Clasifican entre estas el propio bloqueo y la Ley de Ajuste Cubano con sus derivaciones de la política de “pies secos pies mojados”, así como el Programa de Parole para Profesionales Médicos Cubanos, la implementación de programas de subversión, tales como World Learning dirigidos a provocar un cambio de régimen en la isla y el uso de las tecnologías de la información y las comunicaciones con fines políticos.
Hoy la clave parece ser avanzar todo lo posible en los temas de interés para ambos gobiernos y pueblos antes del 20 de enero próximo, frente a la incertidumbre que representan las presidenciales en ese país que se celebrarán en noviembre y la realidad de dos candidatos, a cual peor.
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