La reparación capital del trasvase espirituano reúne constructores de seis provincias
Las lomas del Escambray, algunas de las cuales se empinan muy cerca de la presa Zaza, pudieran parecer infantiles al lado de las montañas de azolve y fango que desde hace semanas comenzaron a levantarse en las márgenes del canal que conduce las aguas del mayor embalse de Cuba.
“El trasvase se estaba quedando ciego”, explica uno de los buldoceros desde el fondo de la obra, quien ha tenido que bajar con su máquina a remover los lodos de cuatro décadas y media, que luego las retroexcavadoras van retirando cucharada a cucharada en una suerte de ritual aburridísimo, el cual, según no pocos protagonistas, pudiera extenderse más allá de lo previsto.
El ingeniero Alexander Castro Rondón, especialista principal de Inversión de la Empresa de Servicios Ingenieros-Dirección Integrada de Proyectos (ESI-DIP) Trasvase Centro-Este, confirma la magnitud del movimiento con un par de cifras que resultan verdaderamente asombrosas: solo en el mes de febrero, en 1.8 kilómetros de trayecto fueron extraídos 20 000 metros cúbicos de azolve y 12 000 de fango.
El efecto combinado de la falta de un mantenimiento profundo durante décadas, las peculiaridades de la topografía, las sucesivas crecidas e inundaciones a lo largo de todos estos años y las características propias del canal —de sus casi 45 kilómetros de longitud, apenas se encuentran revestidos con losas de hormigón 5.7 kilómetros en los taludes y 1 en el fondo— han contribuido tanto a incrementar las pérdidas de agua por concepto de filtraciones como a limitar la circulación del líquido por su interior.
Cuando hace algún tiempo especialistas de la Empresa de Aprovechamiento Hidráulico se propusieron reparar los sistemas de compuertas del canal, convertidos en verdaderos coladores para entonces, calcularon que por estos mecanismos se escapaban anualmente unos 16 millones de metros cúbicos, o sea, el equivalente a una presa pequeña o, lo que es más ilustrativo todavía, una cifra similar al balance de agua con que cuenta Sur del Jíbaro para asegurar la actual campaña arrocera de frío.
Pero lo más significativo que descubrió Escambray en aquellas pesquisas no fue la cifra que se fugaba por las compuertas del Magistral ni el empeño de los espirituanos por taponar el despilfarro, sino que esta cantidad representaba el 4 por ciento de todos los escapes del canal, una obra diseñada con pérdidas de un 15 por ciento, en lo fundamental por filtraciones y evaporación, índice que ya a estas alturas se había disparado hasta más de un 25.
ENTRE LA CORTINA Y BOQUERONES
El ingeniero Alexander Castro se precia de figurar entre los primeros hidráulicos graduados en la Universidad de Oriente, de haber participado en la complicada reparación del canal Zaza-Ciego —el canal de las manchas, de acuerdo con la visión de un colega— y de haber construido los primeros kilómetros con hormigón proyectado en La Felicidad, sin embargo, según sus propias confesiones, “nada de eso es como el Magistral”.
Considerada la más importante inversión del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH) en estos momentos en el país, la reparación capital del trasvase espirituano reúne constructores de seis provincias —Pinar del Río, Cienfuegos, Sancti Spíritus, Ciego de Ávila, Camagüey y Granma— y casi medio centenar de equipos entre buldóceres, retroexcavadoras, camiones, motoniveladoras, cargadores y grúas, un ejército concentrado actualmente en el tramo que media entre la cortina de la presa y la laguna de Boquerones.
Además de levantar una nube de polvo que le cambia día tras día el color de la ropa a todo el que meta las narices en estos confines, las fuerzas constructoras que ejecutan el proyecto adelantan la extracción de azolve y material fangoso, la reparación de losas, la fundición de la base del canal y la conformación de secciones, así como la construcción de una alcantarilla (kilómetro 9) y un canal auxiliar de 2 200 metros que, llegado el mes de mayo, permitiría lo que los hidráulicos llaman bypassear agua para la arrocera o, lo que es lo mismo, mantener la entrega del líquido por esta vía y de forma simultánea proseguir los trabajos constructivos.
Lo ocurrido en esta propia zona en mayo del 2012 se volvió viral en Sancti Spíritus y en media Cuba, cuando un guajiro tractorista de La Chorrera —Edel Estrada Pérez, para más señas— grabó con su propia cámara de video el instante en que la laguna de Boquerones embestía los taludes del Magistral, los derrumbaba como si fueran de juguete y se tragaba sin misericordia alguna la estación provincial de alevinaje, desde donde, dicen, el improvisado camarógrafo imploró a todas las vírgenes conocidas que le permitieran terminar el más arriesgado de todos sus audiovisuales y, por supuesto, salvar el pellejo.
Para que no se repitan historias como la de aquellas lluvias torrenciales, los expertos de la Empresa de Investigaciones y Proyectos Hidráulicos, de Villa Clara, han concebido una solución técnica que implica la construcción de la ya famosa alcantarilla del kilómetro 9, que según los especialistas involucrados en la obra, en situaciones de contingencia pudiera convertirse en una muralla protectora para el canal.
¿LA ZAZA SIN EL MAGISTRAL?
También conocido en sus inicios como Zaza-Camagüey por extenderse desde la cortina del propio embalse hasta los límites con la antigua provincia agramontina, el Magistral fue construido a inicios de los años 70 con un caudal de diseño de 85 metros cúbicos por segundo, una corriente que según cuentan los bañistas de ocasión puede arrastrar hasta a los nadadores más experimentados.
De acuerdo con fuentes bien documentadas, el canal ha trasvasado en sus casi cuatro décadas y media de funcionamiento más de 20 000 millones de metros cúbicos de agua, con un impacto trascendental para importantes programas económicos en la zona central del país, incluidos el desarrollo arrocero en La Sierpe, el fomento de áreas cañeras en el macizo Uruguay, así como el sostenimiento de la ganadería vacuna y de la acuicultura.
“¿De qué serviría la Zaza sin el Magistal?”, acostumbra a decir José Manuel Crespo, uno de los hombres que ayudó a crear el río artificial que se extiende desde la misma cortina del gran lago hasta la derivadora Sur del Jíbaro y funciona como vaso comunicante entre dos cuencas hidrográficas y siete presas de varios municipios.
“Esto va a quedar como un río de concreto”, revela el ingeniero Castro Rondón, enamorado como está del proyecto hidráulico, que debe dotar a la región de una vía mucho más segura para trasvasar el agua de la Zaza, con pérdidas muy inferiores a las que reporta hoy día. “La idea es reparar la parte enlosada —dice— y el resto, limpiarlo, reconstruirlo y aplicarle hormigón proyectado por el método de gunitage”.
BURLANDO LA LEY DE LA GRAVEDAD
“El Magistral puede regar al revés”, explica Dixán Rabelo Obregón, director de la Unidad Empresarial de Base Sur del Jíbaro, de la Empresa de Aprovechamiento Hidráulico. “Puede regar al revés —insiste el joven directivo—, pero siempre y cuando haya agua suficiente en la derivadora que pueda ser compensada de este a oeste, es decir, en sentido contrario a como presta servicios tradicionalmente el sistema”.
Lo que pareciera un rejuego de palabras o más bien una ilusión tecnológica es el resultado de los estudios topográficos de hace medio siglo y de la ingeniosidad de proyectistas y constructores que aprovecharon una llanura casi perfecta para, como dice uno de ellos, “engatusar la ley de la gravedad”.
Antes de lanzarse a cerrar la Zaza e iniciar la reparación del trasvase, una decisión radical para la producción arrocera en esta parte del país, el INRH tuvo el cuidado de acelerar la rehabilitación de las presas de la cuenca del Jatibonico del Sur (Dignorah, Lebrije y La Felicidad, esta última todavía pendiente de algunos trabajos), que de conjunto podrían aportar unos 100 millones de metros cúbicos a Sur del Jíbaro.
La ecuación se estropeó, sin embargo, con la sequía de años que ha venido menguando las posibilidades de estos embalses al punto de que en el día de hoy dicha cuenca apenas puede asegurar unos 18 millones de metros cúbicos, los que por fortuna están sosteniendo la producción de semilla en la Unidad Básica de Producción Cooperativa Las Nuevas.
Con las presas de Jatibonico reparadas pero casi vacías; la Zaza, ahora con más de 440 millones, pero cerrada; el Magistral cortado en dos por los trabajos constructivos que no debían esperar más y los arroceros mirando todos los días para un cielo con muy pocas nubes, Recursos Hidráulicos ha jurado solemnemente lo que ya en La Sierpe anda de boca en boca: que en mayo se abre la Zaza.
Sin dudas que la labor efectuada es titánica por el esfuerzo desplegado y por la importancia que reviste para todos. El mantenimiento a las estructuras hidráulicas en la provincia es vital para los objetivos que se trazan y sería bueno que los directivos de la empresa analizaran la posibilidad de brindar mantenimiento a pequeños embalses que son de tremenda importanciapara el sector campesino que se agrupa en CPA, UBPC, Cooperativas de Creditos y Servicio donde el agua juega tan impotatante papel. Existen micropresas que hace décadas que no se les da mantenimiento y están al irse en su muro de contención. Esto traería fatales consecuencias ya que no es lo mismo mantener que construir de nuevo, además del daño ecológicoque se produce. Pongamos un ejemplo que con poco se resuelve: Micropresa que se encuentra aledaño a la carretera de Cabaiguán a Santa Lucía en el poblado de la CPA Aramis Pérez, la cual se construyó a inicios de la Revolución con un bello muro o cortina enchapado en piedra. Hoy en día está al desaparecer por el mal estado de este, está al irse y no se le presta atención. Creo que la empresa puede actuar en esto.