Cuando a principios del 2015 tomó calor la idea de reparar la carretera de acceso a la comunidad de San Pedro, un humilde asentamiento que pervive desde los tiempos de la colonia a las espaldas del Escambray, la gente del pueblo y sus alrededores, en vez de ponerse a esperar por los equipos que prepararían la vía para los posteriores trabajos de bacheo y asfaltado, decidieron asumir el asunto a punta de barreta y con sus propias manos.
Tal ha sido la filosofía predominante en el programa integral de atención a comunidades serranas o de difícil acceso que desde hace año y medio impulsa el gobierno en la provincia de Sancti Spíritus con la participación de las empresas y organismos de su subordinación y la decisiva intervención de los propios electores.
En este periodo la iniciativa ha llegado hasta unos 130 poblados de todo el territorio —incluye circunscripciones de más de una veintena de Consejos Populares—, en los que han quedado resueltos más de 800 planteamientos, algunos de ellos con varios años de historia.
Mileydi Peláez García, secretaria de la Asamblea Provincial del Poder Popular, confirma que tales intervenciones han fortalecido la presencia de las instituciones a nivel comunitario, donde han sido beneficiados más de 600 dependencias estatales de salud, educación, cultura, comercio, comunales, el Inder, acueducto y la empresa alimentaria, entre otras, las que ahora se encuentran en mejores condiciones para prestar sus respectivos servicios.
Así lo veía hace algún tiempo la joven doctora Yohenia Rodríguez, desde el poblado de Méyer, un caserío tan intrincado como pintoresco a donde fue a cumplir su servicio social, en un consultorio destartalado que de acuerdo con su propia versión “lo dejaron como nuevo en cuestión de días”.
DE PUEBLO EN PUEBLO
Si hoy se puede llegar hasta la comunidad de Paredes lo mismo en un jeep Susuky con sistema 4×4, que en un Fiat Seicento a 100 kilómetros por hora, como gusta a algunos de los tantos choferes que viven en la zona, no es precisamente porque la divina providencia haya convertido en carretera de lujo el terraplén de mala muerte que se esconde debajo del asfalto.
Paredes fue la última parada del programa que ha ayudado en alguna medida a hacer más llevadera la existencia a más de 70 000 lugareños de los ocho municipios de la provincia, entre quienes se cuenta Yoel Pernas, un humilde trabajador de acueducto y alcantarillado que desde el pasado fin de semana dispone de servicio telefónico en su casa, según dice “para echar alguna que otra parrafada con su gente de Sancti Spíritus”, que desde hace un año viven más en el camino que en la casa.
De pueblo en pueblo se ha ido extendiendo la iniciativa que comenzó por San Pedro y Palmarito, siguió por Algarrobo, Polo Viejo, Limones Cantero, Condado, Algaba, Bijabo, Mayaguara, Méyer, Topes de Collantes, Jíquima, Alfonso, Corina, Sierra Alta, Manacal y La Bija, todos en el lomerío, y luego aterrizó en el llano en parajes tan distantes como Nela, Potrerillo, Cristales o Mapos.
Teresita Romero Rodríguez, presidenta de la Asamblea Provincial del Poder Popular, ha insistido más de una vez en un asunto que resulta medular para comprender el verdadero alcance del proyecto: “Los resultados que tenemos hasta hoy se han alcanzado sin financiamiento ni recursos materiales adicionales”.
Tal condición obliga a las autoridades a mantener un control estricto sobre el dinero, a colegiar cada decisión y sobre todo a valorar de conjunto donde se pone cada quilo, en un intento por repartir lo poco de la manera más racional y equitativa posible.
EL OTRO Y EL MISMO JESÚS MARÍA
“Es verdad que esta esquina la trasplantaron” comenta Rosa Esther López, una vecina que aunque todavía lleva La Sierpe en la sangre, ha comenzado a aplatanarse en la populosa barriada de Jesús María, un sector de la ciudad de Sancti Spíritus beneficiado con la rehabilitación comunitaria.
Pavimentación de varias calles, eliminación de dos zonas de bajo voltaje, colocación de alumbrado público, rehabilitación de más de 500 fachadas y mejoramiento de 32 aleros con sus respectivos tejados figuran en el inventario de acciones en las que convergieron 35 organismos estatales y el llamado trabajo comunitario integrado.
“Aquí teníamos muchas casas que estaban crudas, sin repello, y la imagen cambió diametralmente. Este es un reparto con mucha carencia de agua, por eso la reparación de acometidas y el arreglo de salideros resultó una tarea de impacto en la zona”, reconoció Elia Rosa Caballero Suárez, presidenta del Consejo Popular de Jesús María.
Los trabajos llegaron a consultorios médicos, escuelas, bodegas, dependencias administrativas y cientos de viviendas, un impacto que aunque no alcanzó a todo el Consejo, resulta tangible al menos en las calles Gilberto Zequeira, Antolín García, Diego Velázquez, Valera, parte de San Ignacio y algunas entrecalles.
La noticia del año, sin embargo, no está relacionada con ninguno de estos trabajos, ni con la pintura de las paredes, ni con las aceras reparadas, sino con el arribo de las Dianas y la reapertura de la Ruta 6, una demanda de años que le ha cambiado las rutinas al vecindario y sobre todo a Rosa Esther, quien ya no se imagina separada de su nieto más de dos horas en el día.
Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.