Satisfacción en Trinidad por nuevo laboratorio de Microbiología

Luego de una remodelación capital, el laboratorio de Microbiología de Trinidad perfecciona la calidad en los servicios, aunque todavía debe mejorar el equipamiento técnico Una especie de ejército femenino vive en riesgo constante en la tercera villa. Aparentemente, nada sucede cuando destapan los muestrarios de cristal para analizarlos con el

Luego de una remodelación capital, el laboratorio de Microbiología de Trinidad perfecciona la calidad en los servicios, aunque todavía debe mejorar el equipamiento técnico

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Los exudados vaginales y urocultivos encabezan la lista de los procedimientos más frecuentes. (Foto: Carlos Luis Sotolongo/ Escambray)

Una especie de ejército femenino vive en riesgo constante en la tercera villa. Aparentemente, nada sucede cuando destapan los muestrarios de cristal para analizarlos con el microscopio. Solo ellas, detrás de los lentes, miran frente a frente a esa suerte de adversarios invisibles a la vista común, causantes de miles de padecimientos.

La zozobra que a ratos aparece ante un caso complicado, sin embargo, no las desarraiga del mundo de los microorganismos. Fascinante, misterioso, extraño…, lo definen, conscientes de que en sus manos está la base para un diagnóstico efectivo y posterior tratamiento.

Ahora en un área de reciente creación en el municipio, combaten a sus pequeños adversarios con mejores condiciones. Quizás no las ideales todavía, pero sí con un confort que les permite reducir los índices de contaminación y realizar el procesamiento de más de un centenar de muestras por día. “Es como un sueño hecho realidad, ¿usted me entiende?”, resume una técnica con casi tres décadas de trayectoria, a quien basta con mirarle a los ojos para notar el alivio después de haber pasado las verdes y las maduras.

EL NUEVO LABORATORIO

Cemento, arena, piedra, palas, vagones en ajetreo constante, obreros en ejecución… resultaron los primeros síntomas advertidos por los moradores del territorio sureño para dilucidar que, luego de años de reclamos, análisis y solicitudes de presupuesto, la construcción del laboratorio de microbiología dejaría de existir solo en papeles.

La faena arrancó en el 2013 a cargo de una brigada de cuentapropistas, quienes todavía califican la labor como experiencia enriquecedora, teniendo en cuenta el nivel de cuidado que exige una institución de salud. A mediados del 2015 se daban los retoques finales a la obra, cuya inversión alcanzó los 200 000 pesos en moneda total, según precisiones de Acela Ruiz Prieto, funcionaria del Departamento Económico del hospital.

“Ahora podemos realizar los urocultivos, exámenes nasofaríngeos, conjuntivales, exudados vaginales, test de clamidia, microplasmas, hemocultivos, entre otras pruebas, tanto a pacientes ingresados como a los de consulta externa con mejores condiciones —explica Luisa Vega Valdivia, técnica de nivel medio en Microbiología—. El otro laboratorio era muy pequeño, incómodo. Hemos tenido que esperar un poco, pero valió la pena”.

Amén de la microbiología clínica, el laboratorio también asume lo referido a la microbiología ambiental, rama poco conocida pero de igual prestancia y necesidad de cara a la salud del ser humano y el entorno.

Lo confirma la joven licenciada Yisel Pérez Rodríguez, quien procesa cada jornada cerca de 40 muestras de agua y alimentos de las áreas de atención primaria de salud (policlínicos), zonas con marcada presencia del sector no estatal y barrios con malas condiciones higiénico epidemiológicas en busca de agentes contaminantes que impliquen un riesgo biológico.

DE RIESGO Y ASUNTOS PENDIENTES

Un sitio donde el roce con los llamados microbios constituya el plato fuerte exige vigilancia. “Por eso se realizan controles sistemáticos a través de muestras dobles, calibradores, etc., para garantizar que el resultado sea fiel. Un laboratorio sin control de calidad no puede funcionar”, comentó a los medios locales Bárbara Rusindo Zúñiga, al frente del área del laboratorio en el hospital general de Trinidad.

Criterios semejantes esgrime Midiala Morales Rodríguez, trabajadora, al aludir al aumento de la bioseguridad “por la misma calidad de la intervención constructiva. Por supuesto, la contaminación es un riesgo permanente, pero ahora es menos, no solo de cara a las muestras, sino también a nosotras mismas, que a diario estamos en contacto con secreciones. Desde que se toma la muestra hasta el momento final del análisis, corres peligro de contagio”.

Mas, otra de las epidemias —acaso la más complicada de sobrellevar— resulta la premura de los pacientes. “El trinitario quiere salir de todo el mismo día, a la misma hora —añaden las técnicas—. Cuando le explicas, ahí mismo se quejan y empiezan a decir que el laboratorio no funciona. Lo establecido es sacar turno. Los resultados de los análisis demoran 72 horas, a no ser un caso de urgencia”.

Las trabajadoras, a su vez, comentan sobre los beneficios de incluir en la plantilla laboral a un médico microbiólogo para el perfeccionamiento en el trabajo así como la entrada de nuevos equipos para la realización de otras pruebas. Mas, tales anhelos deberán aguardar para concretarse, advierten funcionarios de la Dirección Municipal de Salud en la villa.

Mientras, de 8:00 a.m. a 4:00 p.m. una tropa de féminas enfrenta sin miedo a diminutos enemigos a través del microscopio, les aplican indicadores para desentrañarles los secretos y dictan pautas a los especialistas para poner coto a la oleada de malestares que provocan. “En silencio, como se deben librar las verdaderas batallas”, concluyen.

Carlos Luis Sotolongo Puig

Texto de Carlos Luis Sotolongo Puig
Autor del blog Isla nuestra de cada día. Especializado en temas de patrimonio cultural.

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