El planteamiento relativo al puente peatonal de Paraíso es el único que le queda pendiente en la Circunscripción 15 del Consejo Popular Urbano 1 en Cabaiguán
Aunque muchos se esperanzaron, poco cambió en la vecindad desde que en septiembre del 2013 una misiva firmada por 80 moradores del lugar se instalara el la Redacción de este órgano y suscitara un material publicado en noviembre de aquel año. Entonces la pregunta que encabezaba la carta era la misma que semanas atrás regresó a nuestras oficinas en otra epístola cargada de angustia: ¿Paraíso o Infierno?
La incertidumbre persistente nos llevó al enclave del municipio de Cabaiguán que, separado del pueblo por la Línea Central del Ferrocarril, posee como accesos peatonales dos pasos bajo la vía férrea, distantes uno del otro y ambos en mal estado. Por el primero se cruza desde el caserío hacia al nacimiento de la calle Arturo Cabrera y sus condiciones son tan deplorables que resulta imposible pasarlo sin el riesgo de caer, atascarse o enfermar por el contacto con las aguas pútridas.
A inicios del pasado agosto Escambray subió la cuesta del vial y cruzó a Paraíso. A las 9:35 a.m. un tren con su sarta de vagones cortaba de cuajo la comunicación con el otro. Al cabo de varios minutos, personas bicicleta en mano o sin ellas escalaban la pendiente del tramo de línea. “Esto no es na’, venga de mañanita cuando empiecen las clases y usted verá a 60 o 70 niños, por lo general con algún adulto a cargo de diferentes grupitos. Y eso sin hablar de un señor casi sordo a quien hemos tenido que sacar varias veces de allí arriba, porque no escucha el ruido”, comenta uno de los dos carretoneros que charlan a la entrada.
Percatados de la presencia del equipo reporteril, los lugareños sacan lascas de humor a la desgracia en su comunidad: “Ahí el arroz se daría a las mil maravillas”, aduce alguien mientras apunta al pantano bajo el puente y a los diques frente a varias casas. Son para evitar la entrada del agua”.
Por el otro paso que queda unos 100 metros más alante sí pueden entrar carros, pero lo que corre de agua es un mundo capaz, según dicen allí, de “llevarse gente, como el río Zaza”. Por eso si llueve nadie quiere entrar y el pánico en tales días es el traslado de los enfermos.
LA LÍNEA ES DE LA REVOLUCIÓN
A escasos metros de la línea se ubica la morada de Florencio Rodríguez Simón, un anciano que está a cargo del teléfono público, el único por todos aquellos contornos, identificado con el número 663690. “He visto ancianos caerse, muchos niños con poco control de los padres; el susto es permanente y no solo durante el paso de los trenes, sino también de las chispitas, que se oyen menos pero pueden, igual, ocasionar accidentes. La línea férrea lo que hizo fue dividirnos el barrio. En definitiva, no es para pasar por arriba, pero ese puente que usted ve ahí las aguas y la tierra lo han tupido”, opina en tono sosegado.
Sin embargo, su semblante va adquiriendo un aire desazonado a medida que expone: “Yo no soy de los que le piden mucho a la Revolución, porque todo lo que tengo me lo ha dado, pero hay cierta demora en el arreglo de ese puente, que no lleva tanto. Unos dicen que es del Ferrocarril, otros que es de acá o de allá, pero del que sea da igual: la línea es de la Revolución y nosotros, también. ¿Qué menos se puede pedir que ese arreglo?”, sentencia.
No siempre fue así en Paraíso. Residentes con más o menos años de edad evocan los días en que debajo de la estructura que soporta los rieles se podía no solo escampar, sino hasta refrescar y jugar dominó. “Yo era de las que jugaban allí siendo niña”, confiesa una joven madre que ahora no se despega de su hijo pequeño. “Tumbaron un platanal pa’ que se viera el tren venir y otro pa’ hacer una zanja, pa’ que el agua corriera. Ya de aquel lado los plátanos volvieron a crecer. Han limpiado con retroexcavadora, algunas veces la ha puesto el gobierno, otras la hemos gestionado nosotros, pero algo más serio hay que hacer”, coinciden todos.
EL PLANTEAMIENTO MÁS VIEJO
Adela García Rodríguez, delegada de la Circunscripción 15 del Consejo Popular Urbano 1 en Cabaiguán, sostiene que el planteamiento relativo al puente peatonal de Paraíso es el único que le queda pendiente. “Se corren riesgos, no hace mucho una niña sufrió una caída arriba de la línea y se golpeó la cabeza; debió ser ingresada en Sancti Spíritus. Mi primer mandato fue en el 2010 y ya el problema existía”, detalla.
Según explica, a mediados de este año autoridades del Gobierno local visitaron el lugar. “Cuando aquello me dijeron que el presupuesto estaba. Allí no había consultorio, ya se habilitó uno; también se mejoró el alumbrado público. Lo demás, incluida la bodega y los centros escolares, están del lado de acá”, especifica Adela, quien ya no reside en la comunidad, pero sigue al tanto de ella. Yunielky Pino Barrios, vecino de Arturo Cabrera No. 1, ratifica que directivos “vienen, miran, valoran; hablan del costo y calculan, pero luego se van”.
Entonces resuena en los oídos la deducción simple de Florencio y a la pregunta de los remitentes de Paraíso se añade otra más crucial: ¿Hasta cuándo?
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