Declaraciones del Dr. C Fernando Guasch Hechavarría, coordinador del programa nacional para el Desarrollo de Investigaciones Sismológicas Aplicadas (DISA) de Cuba
A propósito de los temblores de tierra registrados durante los últimos días en Sanctiago de Cuba, el periódico Sierra Maestra entrevistó al Dr. C Fernando Guasch Hechavarría, coordinador del programa nacional para el Desarrollo de Investigaciones Sismológicas Aplicadas (DISA) de Cuba
Cubadebate reproduce el diálogo:
—Hace una semana la provincia transita por una intensa actividad sísmica. ¿A qué obedece esta situación?
—En primer lugar hay que destacar que en Santiago de Cuba desde el 3 de febrero de 1992 existe el CENAIS, adscrito al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, y con la responsabilidad social de conducir las investigaciones sismológicas en la nación y garantizar el monitoreo de la sismicidad.
Precisamente el hecho de mantener esta vigilancia constante nos permite detectar aquellos momentos en los que existe un cambio en la tendencia de la ocurrencia de terremotos.
A partir de lo sucedido el 17 de enero de 2016 se puede decir que se está comportando como una actividad anormal porque el régimen sísmico se ajusta a las características de la ocurrencia en tiempo y espacio de los movimientos telúricos en el país, y esto evidencia que en Cuba se registra en un año alrededor de 10 eventos con magnitud superior a cuatro.
Sin embargo, estamos viendo que a partir de esa fecha ocurrieron un número de sucesos significativos con magnitud superior a cuatro, inclusive uno de cinco.
Cabe destacar que los terremotos como fenómenos naturales de origen geológico y súbito se parametrizan por dos medidas fundamentales que nos avisan de forma diferente acerca del mismo suceso: en atención a su intensidad, dada por el nivel de daño que generan sobre el medio ambiente, las construcciones y el hombre, y la cantidad de energía liberada en el foco sísmico (magnitud), parámetro instrumental establecido por el eminente geofísico Charles Richter desde 1936.
Ahora bien, hay un elemento significativo en estas cuestiones. La escala de magnitud es logarítmica, indica que un temblor de magnitud cinco es 32 veces más energético que uno de cuatro, por lo tanto tendrían que ocurrir 32 de magnitud cuatro para decir que hemos liberado la energía de uno de cinco.
Pero, paralelo a toda la costa sur oriental de Cuba, existe una gran herida que tiene la tierra, que es el sistema de falla transformante Bartlett Caimán. Esa estructura tectónica es activa y tiene un potencial sísmico capaz de generar fenómenos geológicos de hasta una magnitud de ocho, razón por la cual movimientos telúricos en el orden de cuatro y cinco sencillamente nos expresan un incremento de la actividad sísmica; pero prácticamente no son determinante en el potencial de peligros de esa estructura.
—¿Cuál es la situación actual?
Nosotros como sismólogos monitoreamos los eventos que ocurren todos los días y nos ocupamos de ver dónde y cómo está temblando.
A partir de lo sucedido el 17 de enero dimos seguimiento a esta actividad y hasta la fecha la mayoría han estado concentrados en una pequeña área ubicada aproximadamente, al sur de la playa de Caletón, y a unos 40 km de la ciudad citadina.
Este dinamismo ha ido disminuyendo debido al decremento del número de eventos en el tiempo. Lo que no quiere decir que el riesgo no esté latente, ya que en un análisis de la memoria histórica en este mismo sitio ocurrió uno en 1766 con magnitud aproximada de 7.6, energía suficiente para generar ondas sentidas hasta La Habana.
—¿Por qué es Santiago de Cuba el territorio dónde más tiembla?
—Todos los cubanos y fundamentalmente los orientales tenemos que conocer que los terremotos son fenómenos geológicos cuyo origen se encuentra en el interior de la tierra. Específicamente en nuestro país estos son de origen tectónico, relacionados a estructuras geológicas activas.
En el caso de Cuba reconocemos tres tipos, los que están asociados al límite de placas entre la de Norte América y el Caribe, que es el de entre placas. Luego hay una zona que se ve afectada por este límite de placa, que es el que llamamos terremotos de interfase y por último los que suceden en el interior de placa.
En el territorio nacional cuando analizas periodos anteriores te das cuenta que a lo largo y ancho del archipiélago se han sentido movimientos telúricos en algún momento, diferenciados por el nivel de magnitud.
Entonces, los temblores de mayor magnitud que se esperan deben estar asociados a la estructura tectónica que constituye el límite de placas de Norte América y el Caribe. Por eso nosotros como sismólogos decimos que el sistema de falla transformante Bartlett Caimán es la principal zona de origen de terremotos de Cuba. Y Santiago como ciudad está muy cerca de esa estructura, razón por la cual es la principal zona de peligro sísmico de la nación.
Y es así porque en esta urbe viven más de 630 mil habitantes que se encuentran expuestos a esta eventualidad. Además por la memoria histórica esta capital ha sido afectada en 20 ocasiones por terremotos de gran intensidad, siendo los más significativos 1766, 1852 y 1932, ocurridos en el sector Chivirico- Baconao.
—¿Cómo debemos prepararnos?
—La población tiene que estar informada porque le permitirá actuar adecuadamente y sobre todo establecer medidas de prevención. En un sismo sobrevive quien mejor preparado esté.
La percepción del riesgo está determinada íntimamente por el grado de conocimiento y de estimación que se tenga del nivel de peligro y de la noción de aquellos factores que pueden potencialmente generar daño.
Esto obedece a un proceso desde el punto de vista psicológico porque los terremotos fuertes en Cuba ocurren cada 60 u 80 años, y hoy en día son pocas las personas en esta ciudad que recuerdan lo vivido la noche del 3 de febrero de 1932, cuando el temblor provocó más de una docena de fallecidos. Como estos hombres y mujeres tienen una edad avanzada y no son las líderes de la familia, no pueden incidir decisivamente en la conducta de la nueva generación.
Si además de eso no hacemos un uso adecuado de los sistemas de educación formal desde la escuela, y no contextualizamos los riesgos de donde vivimos, al final formamos entes vulnerables ante los terremotos.
De ahí que la preparación es fundamental para actuar correctamente.
La familia desempeña un papel esencial. El plan que realice puede ser determinante para reducir los niveles de daños que sufran sus integrantes. Y en este sentido es necesario sentarnos y analizar, de ocurrir un temblor de tierra fuerte, cuál sería la conducta que debe seguirse.
Es menester saber qué van a hacer los niños en las escuelas, los mayores; definir un punto de encuentro; cuál es la documentación que debe tener; preparar un botiquín con los medicamentos más útiles y otras cuestiones que nos permitirá un nivel de supervivencia.
En los hogares y centros de trabajo identificar las rutas de evacuación, los lugares más seguros. Conocer los elementos estructurales donde uno pueda protegerse mientras ocurre el temblor para luego salir de las edificaciones, no usar elevadores, ni correr por las escaleras y mantener una conducta adecuada que responde a una educación comunitaria de prevención.
Y digo esto porque no podemos olvidar la realidad que vive nuestro territorio ante la ocurrencia de un terremoto fuerte.
Es necesario mencionar, además, que hoy contamos con un servicio sismológico nacional que responde a los estándares internacionales. Cuenta con tecnología, recursos de comunicación para garantizar la adquisición, el análisis y el procesamiento, y recursos humanos para la interpretación de esta actividad sísmica, contando con más de 10 doctores en ciencia y 17 investigadores.
—¿Alguna otra cuestión que desee señalar?
Sí. Tengo que decir que si bien los terremotos son fenómenos naturales los desastres asociados no lo son. Estos son evitables y se pueden mitigar sus daños.
Son precisamente las características de los escenarios las que determinan en el nivel de impacto.
Factores como la densidad poblacional, el estado, tipo y uso del fondo habitacional, el desarrollo de los sistemas básicos y de líneas vitales, así como la capacidad de respuestas instaladas y las medidas de prevención, preparación y mitigación son determinantes en las situaciones de desastres sísmicos.
Para eso urge una correcta gestión y administración de los riesgos. Es importante conocer cuáles son las vulnerabilidades, los factores generadores de estas y ocuparnos de reducirlos, ya que determinan en el daño potencial de los sismos.
Es necesario hacer uso de indicadores e incrementar la disciplina ciudadana. Pongo como ejemplo uno de los factores que pueden determinar en la morbimortalidad de un evento telúrico en esta urbe, y me refiero al estado, tipo y uso del fondo habitacional.
Hoy existe el programa de la construcción de viviendas por medios propios para darle solución a este inconveniente que tanto lacera a la sociedad, pero si nosotros responsablemente no nos ocupamos del control de esas obras, en la que se edifica dondequiera y comoquiera, no contribuiremos a erradicar las fragilidades.
Se debe respetar las normas técnicas sismorresistentes utilizadas en Cuba. Nosotros sufrimos cada vez que caminamos por nuestra ciudad y vemos construcciones que en vez de llevar cuatro aceros tienen tres, que no se les ponen las cercas a las distancias requeridas porque si no, no trabaja ese elemento estructural, en las que se alteran las dosificaciones y demás violaciones que no respetan los elementos básicos para que una estructura no se desplome.
Y termino diciendo que el número de muertos en un terremoto es directamente proporcional al colapso de las edificaciones. Si nosotros no queremos tener que lamentar pérdidas de vidas humanas y materiales en nuestra ciudad, tenemos que ocuparnos por reducir la vulnerabilidad y el riesgo sísmico.
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