En el cumpleaños 49 del taller literario Rubén Martínez Villena, de Cabaiguán, veteranos y jóvenes escritores rememoran pasajes de la institución
Se miraban incrédulos aquel 20 de enero de 1967, cuando las ganas de escribir y el placer de revelar metáforas e historias no contadas unían a un grupo de jóvenes cabaiguanenses a fundar un taller literario que nombraron Rubén Martínez Villena. Sus fundadores: los que aún no han fallecido, rememoran aquellos años en que la soltura de un lápiz loco los llevó a hacer fantasía con la realidad.
El taller, ya convertido en una institución que forja decenas de nuevos escritores, conserva la esencia de aquellos inicios, donde no solo se escribía sino también se escuchaba buena música, se miraba una pintura o se entablaban conversaciones sobre cualquier tema.
La Casa de Cultura Arturo Alonso, de Cabaiguán, abrió sus puertas para celebrar este jueves, 21 de enero, el 49 cumpleaños del ya nombrado taller Rubén Martínez Villena. La mirada firme de escritores veteranos, muchos con más de 10 publicaciones consigue crear una amalgama con las risas y nuevas ideas de los que se han incorporado en este siglo.
El momento es único. Todos los que se sienten escritores quieren subir por un instante y dejar sus palabras caer sobre el auditorio que los observa con admiración. Marlene García Pérez, escritora e investigadora, comienza haciendo un recorrido por los eventos cronológicos más importantes por los que ha pasado el taller. Luego, Rosa María García y una de sus niñas, como ella las nombra, Ana Beatriz Rodríguez, declaman algunos de sus poemas.
Ubaldo Pérez Hernández recibió un reconocimiento por ser el único fundador en activo. Pero este no era su premio, su premio era estar allí, tomar el micrófono con su mano izquierda y leer apasionadamente aquellos poemas que según él escribe para divertirse, no para vivir de ellos.
Esther no es nombre de vieja es el cuento que proporciona el momento narrativo y humorístico de la noche a cargo del escritor Mario Luis López Isla y mientras escuchábamos cuentos y poemas, no faltaron los minutos musicales en la voz de la instructora de música de la brigada José Martí, Odalys Sixto.
“El taller Rubén Martínez Villena es una fortaleza para la cultura en Cabaiguán, con sus esfuerzos han salido cosas increíbles”, fueron palabras de Rafael Alonso Valdés, director municipal de cultura. Para finalizar Marlene García, de manera simple y espontánea compartió su sueño con todos: quisiera que para el 20 de enero de 2017 se hiciera una exposición con 50 libros que abarque todo el paseo, y que los autores estén presentes, para que los cabaiguanenses puedan llevarse un ejemplar a casa firmado por el escritor.
“Ese es mi sueño”, culminaba Marlene poniendo punto final a la magia y la plenitud de la noche. Y en todos, quedaba la punzada neuronal de otro sueño aún más bello, el sueño de ver al taller en pie para el futuro, formando nuevas generaciones, cumpliendo no 50, sino 100 años de vida.
Què bien, corroborar, desde cualquier distancia, que la casa de uno no ha sido encorvada por el tiempo.
Desde muy lejos reciban un abrazo todos los que han dado vida al taller y con el abrazo este poema de Cernuda que hoy leyeron mis alumnos. Felicidades.
Te quiero.
Te lo he dicho con el viento,
jugueteando como animalillo en la arena
o iracundo como órgano impetuoso;
Te lo he dicho con el sol,
que dora desnudos cuerpos juveniles
y sonríe en todas las cosas inocentes;
Te lo he dicho con las nubes,
frentes melancólicas que sostienen el cielo,
tristezas fugitivas;
Te lo he dicho con las plantas,
leves criaturas transparentes
que se cubren de rubor repentino;
Te lo he dicho con el agua,
vida luminosa que vela un fondo de sombra;
te lo he dicho con el miedo,
te lo he dicho con la alegría,
con el hastío, con las terribles palabras.
Pero así no me basta:
más allá de la vida,
quiero decírtelo con la muerte;
más allá del amor,
quiero decírtelo con el olvido.