Thelvia sintió el orgullo de haber moldeado con sus manos buena parte de la historia patria; la imagen del Camilo Cienfuegos de Yaguajay, el Serafín Sánchez de la plaza que lleva su nombre en Sancti Spíritus y la Colina Lenin en La Habana
De esos seres que convierten en luz todo lo que tocan fue Thelvia Marín Mederos, espirituana íntegra; humanista que supo brillar en escenarios tan diversos como el periodismo, la literatura, la escultura, la pintura, la música, la diplomacia, la narración oral, la pedagogía y la psicología. Pensarla en pasado, aun cuando acaba de fallecer a la edad de 93 años, cuesta mucho, sobre todo a quienes la conocimos ya nonagenaria, conservando la fragancia de una juventud casi real, a juzgar no solo por su perfecta compostura, sino también por hallarse en pleno ejercicio de muchas de sus creaciones.
Recordarla en aquel viaje de cinco horas, hace tres años, a su provincia natal, hasta donde fuimos para participar del evento Voces de la República, en el que se le rendiría homenaje —en un transporte precario en el que ella se sentía perfectamente confortable— es siempre una lección de vida.
Haberla tenido cerca entonces fue asomarse a alguien a quien se aspira a ser, aunque resulte harto difícil conseguirlo. La sonrisa como fondo de toda conversación siempre honda, aunque fuera simple, a la que salpicaban lo mismo frases jocosas e inteligentes, consejos femeninos, complicidad inaudita tratándose de alguien a quien se acaba de conocer, eran algunos de los encantos de esta cubana ejemplar que incorporó a sus patrones creativos y éticos la figura martiana, y las culturas originarias de varias zonas de América.
Más de 100 exposiciones engrosan su currículo en el que destacan con notoriedad tres de sus obras escultóricas de grandes proporciones, declaradas Monumento Nacional. La maestría de Thelvia alcanzó escenarios internacionales tales como el monumento al indio Hatuey, en la Plaza Indoamérica de Quito, por lo que desde 1974 fue declarada Huésped Ilustre de esa ciudad.
Junto a obras que remiten a la figura de José Martí, las manos de Thelvia crearon el conjunto escultórico más grande de Mesoamérica y uno de los mayores del mundo dedicado al tema de la paz (Universidad para la Paz / ONU / Costa Rica).
Como poeta, ensayista y narradora, Thelvia fue publicada por editoriales cubanas (Unión, Ciencias Sociales) y extranjeras y traducida a varios idiomas.
De postura política intachable, esta madre de familia a la que supo guiar por los caminos del arte, mereció en su ardua vida, por solo citar algunos, lauros tales como la Distinción por la Cultura Nacional, la Orden Félix Elmuza del Consejo de Estado y la Utilidad de la Virtud.
Entre los más recientes reconocimientos mereció el Premio Nacional Cuentería; Premio Iberoamericano Chamán, Distinción por la Oralidad y el Internacional Rafael Alberti que otorga el Festival Internacional de Poesía de La Habana.
Para esta entrañable mujer el Premio fue siempre “compromiso de continuar trabajando incansablemente” y su pasión, “enriquecer nuestro patrimonio cultural”. Mucho le debe el nuestro a ella, cuya vida fue un ejemplo vivo de goce y de entrega. Thelvia vivirá eternamente en la cultura cubana.
El propio domingo recibí la noticia del deseso de Thelvia Marín Mederos a quién conocí personalmente a través del entrañable amigo Dagoberto Pérez Pérez (Dago), a quien tempranamente la vida abandonó, en ocasión de la que fuese quizás su última obra escultórica en Sancti-Spíritus: el busto a Carlos Pérez Hernández, fundador del Movimiento 26 de julio en Cabaiguán. Su sencillez, sinceridad, inteligencia, así como perenne jovialidad y jocosidad, despertó en mí admiración y respeto, desde entonces sentí que podíamos compartir una profunda y sincera amistad como la que tuve con Dago. Anoche otro amigo, Eduardo González Rodríguez, me leyó un magnifico artículo dedicado a la artista espirituana y que por su contenido expresado con belleza y sentimiento merece ser publicado. Confieso que compartí la preocupación por no ver en los medios al menos una breve referencia a quien no fue una simple artista, sino una mujer comprometida con la Revolición Cubana y las causas justas. Me alegra mucho que sea precisamente Escambray el que publique este sentido comentario cual reconocimiento a otra cubana que debemos preservar en la memoria histórica del pueblo.