Los saberes de la escuela taller de Antofagasta, de Chile, llegan a la tercera villa en el primer intercambio de la institución latinoamericana en Cuba para la preservación del legado constructivo
Por primera vez, la tierra de Chile queda inmortalizada en Trinidad. Diversos signos de la tercera villa de Cuba conviven con otros procedentes de la nación sudamericana en un muro que, más allá de un ejercicio final a raíz de un intercambio académico, resulta una suerte de manifiesto de preservar y respetar a quienes levantaron países enteros sin más recursos que el polvo.
La escuela de restauración y oficios Fernando Aguado y Rico, de la villa sureña, se erige como escenario de lujo al acoger el primer intercambio con Cuba de la fundación chilena Pangea, institución cuyo accionar vela, entre otras cuestiones, por la conservación de la arquitectura vernácula construida con tierra y la difusión de técnicas tradicionales.
“Hace un tiempo solicitamos a la Red de Escuelas Talleres de América Latina y el Caribe nuestro interés en desarrollar este encuentro en Trinidad porque aquí también tiene mucha importancia el trabajo con tierra. Además, las acciones de conservación que se emprenden al respecto gozan de prestigio en varios países de la región”, refirió Marcela Serrano Lara, directora de la fundación Pangea y profesora de construcción con tierra de la Escuela Taller de Antofagasta.
Comenzó así un itinerario signado por penetrar tierra adentro, literalmente, diversos puntos de la geografía del territorio junto a 20 estudiantes de primer año de las especialidades de albañiles-yeseros, restauración y cerámica de restauración.
Estudiar las características del suelo, admirar las particularidades de la arquitectura vernácula del poblado de San Pedro, impartir conferencias de estabilización de la tierra y procedimientos aplicables a morteros y revoques en muros, realizar clases prácticas con los alumnos, entre otras propuestas, ocuparon las primeras jornadas del evento hasta fraguar todo lo aprendido en la elaboración conjunta de un mural.
“El modelo educativo es crucial para lograr nuestro propósito. Nos apoyamos en el arte para abarcar un público más amplio porque las técnicas tradicionales de construcción necesitan una vía atractiva para enseñarlas, más en una época donde casi nadie les presta atención —explicó la arquitecta Daniela Vera Pérez, coordinadora general de la Fundación Pangea—. El ejercicio se basa en un proceso participativo de diseño para revelar las características de cada sitio. Esta gráfica constituye en sí misma un medio de comunicación patrimonial”.
Por eso delante de la obra muchos quedaron boquiabiertos: los tonos desérticos chilenos mezclándose con la tierra húmeda del Escambray; “dos sitios que aunque diferentes, encuentran en la preservación de la historia una ruta en común que a partir de ahora pretende seguir su accionar en períodos venideros a través de investigaciones de las particularidades de la arquitectura vernácula trinitaria por parte de profesionales chilenos y su imbricación con otras tradiciones de la localidad”, comentó Marianela Herrera Martínez, directora de la escuela taller Fernando Aguada y Rico.
El intercambio benefició también a los profesores del plantel y los miembros del Equipo de Restauración de Arte y Bienes Muebles de la Oficina del Conservador de la Ciudad y el Valle de los Ingenios.
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