Jóvenes integrantes de una pequeña unidad de infantería completan su preparación combativa en un punto de la cordillera del Escambray
Si algo han aprendido por estos días de Bastión los integrantes de una pequeña unidad de infantería, reubicada ahora en su área de concentración en las faldas del Escambray, es que el marabú no tiene desperdicios: lo están usando como leña para cocinar, como cobertura para protegerse de los intrusos, como madera “preciosa” para hacer sus nuevos inmuebles y sus asientos y hasta como trinchera natural.
Completar en campaña lo que las circunstancias imposibilitan hacer en su posición permanente es el objetivo que viene cumpliendo este hormiguero de jóvenes que lo mismo afinan su puntería desde la cima de un árbol, que cocinan a fuego rápido los alimentos del día a día o cumplen rigurosos protocolos para perfeccionar los conocimientos adquiridos en jornadas anteriores.
Con un AKM a cuestas y el casco bailándole en la cabeza, el soldado Adrián Alexánder Delgado, proveedor de lanzacohetes, celebra la realización del Ejercicio Estratégico que en buena medida resume la experiencia guerrera cultivada en esta propia zona y la filosofía de lucha del pueblo cubano.
Otro de los nuevos guerrilleros es el teniente Edil Pérez, instructor político de la compañía, para quien la realización del Bastión representa ante todo la posibilidad de aprender a trabajar mejor con el hombre, de calar en su tratamiento sicológico y de contribuir a formar un mejor soldado.
Graduado primero como Camilito y luego como cadete en la Escuela Antonio Maceo, el joven instructor de apenas 23 años es oriundo de Santa Clara, pero ya ha hecho vida militar en Mayabeque y desde hace un par de meses, en la provincia de Sancti Spíritus.
“Además de lo que nos aporta desde el punto de vista físico y mental a nuestra preparación, el Bastión fortalece nuestra moral combativa y nuestro espíritu de lucha”, confiesa el teniente en la segunda jornada de realización del ejercicio.
Con menos palabras pero con similar emoción lo asume la soldado Roxana Zámara Cruz, una combatiente de 17 años que cumple su tercer mes de Servicio Militar Voluntario Femenino y que sueña con hacerse sargento instructora para después aspirar a una carrera militar, justamente el proyecto que ahora está comenzando a cimentar.
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