Funeraria de Sancti Spíritus, lunes 19 de octubre de 2015. Ha transcurrido apenas una hora luego del mediodía. Los familiares, pesarosos, se aprestan a encargar la primera ofrenda para el puntal del hogar que, tras jornadas de estadía hospitalaria, ha abandonado el mundo de los vivos. De súbito, los planes se truncan por la ausencia de flores.
Gestiones, quejas, promesas, esperanza. Será más tarde. Y el después se alarga porque las flores que deberían llegar desde el jardín inexplicablemente tomaron otro rumbo y animarán otro velorio o, quién quita, una fiesta, en territorio diferente. Disculpas, angustia, desespero, llamadas sin respuesta. El reloj marca las 6:30 p.m. y las ofrendas públicas brillan por su ausencia. Alguna, por encargo emergente, exhala sus aromas en el recinto mientras cae la noche.
La escena se repite de tanto en tanto. Escambray no está a pie de ataúd para medir horarios ni frecuencias, pero ha pulsado el palpitar de una arista sensible en el devenir diario por obra del azar, que escurridizo y engañoso obligó al colectivo de este medio a concurrir a las capillas varias veces en poco más de un año. También estuvo atento a los criterios callejeros y escuchó disonancias entre lamentos fúnebres.
Ciertos particulares han salvado no pocas situaciones. Algunos dolientes van a ellos incluso disponiendo de las coronas de rigor, en tanto a otros se les perforan los bolsillos porque 20 pesos, el precio de un encargo en los servicios estatales, no es igual a 50, o a 60, o a 100. Una opción de la modalidad de trabajo por cuenta propia, que no la única, ha aparecido a metros de la fábrica de coronas. Como dueño del negocio funge el mismo hombre que por varios años administrara dicha fábrica, aledaña al recinto mortuorio. Su opinión de visitante diario del jardín de Servicios Comunales que la surtía apunta a años de esplendor, cuando de allí salían entre 14 y 16 canastas de flores, con predominio del girasol, el cajigal y el marigol que suelen conformar las coronas. Variedades que demandan abundante agua, estas y otras plantas empleadas para colorear instantes usualmente oscuros pasaron a poblar un jardín decadente desprovisto de servicio eléctrico, con menos de la mitad de su plantilla —que no recibe almuerzo allí— y privado tanto de equipos como de medios imprescindibles para el laboreo, sin mencionar el agua.
Sobre flores ausentes y plantas mustias con fines funerarios se ha escrito ya en estas mismas páginas. En noviembre del 2014, bajo el título “La cremación no es excluyente”, la sección de Cartas… reflejaba el asunto y daba voz al entonces director de la Empresa de Floricultura y Jardinería en la provincia, nacida en enero del año anterior, quien se dolía de obstáculos burocráticos para adquirir sistemas de riego que permitieran atender de manera apropiada los jardines destinados a producir los componentes florales de las coronas.
Transcurridos 15 meses de aquello, dicha entidad ha visto pasar a varios directivos y muy poca agua. Están a días, aseguran los actuales funcionarios, de comprar dos turbinas de diésel y dos electrobombas para echar a andar algunos de los sistemas de riego que duermen en sus dominios. Hay desmotivación entre sus fuerzas, dicen, debido a que les continúan pagando como si aún fuesen una subdirección de Comunales. Hay incluso otras carencias. La entrega resultó apresurada; la empresa nació con malformaciones, sostienen.
Tocante a flores, la peor situación la afronta la cabecera provincial, donde es más elevada la cantidad de habitantes y el envejecimiento poblacional resulta ostensible. Todo fluye a pedir de boca mientras se reportan diariamente entre dos y cinco fallecidos para velar de forma simultánea, pero cuando, como ha sucedido, se juntan hasta 10 y más no hay respaldo para la demanda y se impone el racionamiento en el número de ofrendas. Con un suministro diario de alrededor de 250 docenas de flores, ha sido preciso rebajar a siete las 10 docenas que antes se disponían por cada corona para poder satisfacer a todos, según la Dirección Municipal de la empresa.
Por más austero que se sea, el dato referido alcanza apenas para entre cinco y siete ofrendas per cápita, en caso de haber solo cinco funerales, lo cual se queda muy por debajo de las aspiraciones de cada mortal que añora despedir dignamente en el umbral del sepelio a su ser allegado. Sin embargo, no es a la hora del enterramiento cuando se precisa de adornos vivos que ayuden a sobrellevar el trance, sino desde el momento mismo en que los fallecidos son trasladados al lugar donde serán velados, como manda la tradición popular.
Los espirituanos tendrán, al parecer, que escoger la hora en que expiran para asegurarse de ser agasajados con flores en el momento póstumo. Pero ni eso ayudaría, porque mientras donde fabrican las ofrendas sostienen que estas escasean solo en las noches, numerosos dolientes guardan para la eternidad vivencias que atestiguan otra cosa. Ojalá siempre haya quien ofrezca señas sobre el servicio salvador, donde junto a la tríada de rutina abundan flores finas e iniciativas capaces de complacer los deseos más exigentes.
Lunes 15 de febrero del 2016. Idéntico lugar al del comienzo del relato. A las 8:30 p.m. se inicia un velatorio desprovisto de flores. Gestiones, quejas, promesas, esperanza. Será al amanecer, mas no en la madrugada. Será 11 horas después.
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