El Gobierno y la oposición intentaron negociar en cuatro mesas temáticas distintos puntos para un eventual acuerdo
La impresión de que el actual diálogo entre el Gobierno venezolano y la oposición derechista es solo un recurso por parte de ambos bandos para ganar tiempo y dar la imagen de que no quieren cerrar las puertas a una solución pacífica del enconado enfrentamiento que sostienen ha ganado terreno entre los observadores.
Lo cierto es que, después de varias jornadas de negociación con la participación de mediadores internacionales, como el Vaticano, Unasur y los expresidentes Rodríguez Zapatero, de España, y Leonel Fernández, de República Dominicana, las partes acordaron recesar hasta el 11 de noviembre para reiniciar las pláticas.
Como se ha podido ver, después de una evaluación un tanto optimista por parte del Presidente venezolano Nicolás Maduro, a raíz del inicio de las negociaciones, cuando reconoció ciertos avances, el escepticismo ha vuelto a cundir, sobre todo porque Henry Ramos Allup, presidente de la Asamblea Nacional, y otros dirigentes opositores han dado muestras de que continúan con sus planes de obligar al Referendo Revocatorio este año y de seguir invocando en la OEA la aplicación de la llamada Carta Democrática contra su propia patria, hasta ahora frustrada por falta de consenso.
Pero lo más grave es el proyectado juicio político a que quiere someter al mandatario ese parlamento viciado, controlado en sus dos tercios por la oposición, imitando el reciente golpe de Estado legislativo ejecutado en Brasil contra la Presidenta legítima Dilma Rousseff. Naturalmente que en Venezuela eso queda fuera de lugar por no estar contemplado en la Constitución.
Debido a esos intentos inconstitucionales, Maduro pidió al Tribunal Supremo de Justicia que, si el parlamento orquesta el llamado juicio político, tome cartas en el asunto y sancione a los responsables por atentado contra los poderes del Estado.
Preciso es recordar, a propósito de los planes contra el Gobierno, que la titulada Mesa de la Unidad Democrática (MUD) solo suspendió —alegaron que en gesto de buena voluntad— la marcha convocada sobre el Palacio de Miraflores para deponer a Maduro, la cual tenían previsto efectuar el 3 de noviembre.
En este ambiente caldeado por la intransigencia opositora resulta en extremo difícil que las actuales tratativas lleguen a buen término, y es que no se trata solo de un problema político interno, ya que en él han tomado parte directa Estados Unidos y una internacional derechista, integrada además por regímenes como el recién instalado en Brasil, la Argentina de Macri y la España de Rajoy, entre otros poderosos grupos mediáticos de esos y otros países.
En este contexto llama la atención el incremento de los ataques y presiones contra la Revolución bolivariana por parte de medios de prensa y voceros oficiales, como el estadounidense The Washington Post, considerado gaceta de la CIA y el Pentágono, el que exhortó a “una dura acción contra Venezuela”.
No es necesario citarlos a todos, pero sí vale la pena apuntar que, de un lado el Comando Sur, y de otro un grupo de fiscales norteamericanos, están abogando por “dejar a Venezuela sin dinero”, como en 1973 hicieron con Chile a fin de propiciar el golpe de Pinochet, para lo cual insinúan decretar duras sanciones contra PDVSA y embargar bienes y activos de esa entidad y del Estado venezolano en bancos estadounidenses y de países vasallos.
¿Qué hay detrás de la prisa por acabar con el gobierno legítimo de Venezuela?, se preguntan muchos. La respuesta quizá radique en que se trata de una batalla contra el tiempo, porque la actual crisis tuvo como caldo de cultivo los bajos precios del petróleo y la guerra económica declarada por la oposición contra el Gobierno, y eso, según los últimos indicios, empieza a cambiar.
El aumento —aún ínfimo— de los precios del hidrocarburo y un ligero repunte económico, junto con una baja de la tasa de interés agrícola del 5 por ciento que ha incentivado a los agricultores, operan en sentido positivo. Ahora se anuncia que en diciembre Venezuela comenzará a exportar 50 millones de pies cúbicos de gas mediante un nuevo oleoducto.
Lo anterior, junto con en el aumento en la producción y exportación de renglones no tradicionales, como cacao, plásticos, pieles, bebidas alcohólicas, pescados y mariscos, jabonería y perfumería, entre otros artículos, inculca un halo de optimismo, sobre todo porque también empiezan a dar resultado los Comités Locales de Abastecimiento y Producción y las Tarjetas de Misiones Socialistas, entre otras iniciativas del Ejecutivo.
Es decir, empieza a atisbarse claridad al final del túnel, un todavía tenue rayo de luz que genera en el pueblo la esperanza, mientras la oposición y sus tutores foráneos intentan mantener el caos.
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