Estudios científicos establecieron que megabloques del tramo costero La Boca-María Aguilar fueron elevados hasta allí por eventos naturales de gran intensidad
Los primeros estudios científicos encauzados en el país para interiorizar en los bloques de rocas coralinas —presentes en varias zonas de la costa sur cubana— determinaron que las estructuras rocosas del tramo La Boca- María Aguilar, en Trinidad, fueron sacadas del mar por eventos naturales fuertes que afectaron el litoral en tiempos pasados.
Las investigaciones arrojaron valiosa información sobre el patrimonio geológico del litoral trinitario y los procesos que tienen lugar en el mencionado segmento, con una alta concentración de megabloques, bloques y cantos —formaciones de evidente antigüedad—, los cuales se extienden por varios kilómetros a lo largo de la línea de costa.
Esteban Acosta Rodríguez, investigador del Centro de Servicios Ambientales (CSA) de Sancti Spíritus, perteneciente el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, declaró a Escambray que, como parte del estudio iniciado en el 2015, se midieron 467 bloques, su distancia al mar, su orientación y se organizó el procesamiento de datos, que fue modelado y corrido en la Universidad Tohoku, en Japón.
“Se procesó a través de un modelo matemático y se halló qué altura y qué intervalos debían tener las olas para que movieran estos bloques hacia la costa; el estudio confirmó que fueron elevados hasta allí por potentes huracanes”, explicó la fuente.
En las mediciones y evaluaciones de los bloques participaron, además de Esteban Acosta, Ángel Raúl Rodríguez, del CSA, el doctor Reinaldo Rojas Consuegra, del Museo Nacional de Historia Natural, radicado en La Habana; el doctor Kasuhisa Goto, del Instituto Internacional de Investigaciones para Desastres de la Universidad japonesa y el ingeniero Akifumi Hisamatsu, quien presentó el trabajo investigativo en la XI Convención Internacional sobre Medio Ambiente y Desarrollo efectuada en La Habana en julio pasado, como parte del II Simposio sobre riesgos de desastres y riesgos climáticos.
El modelo, acotó Acosta Rodríguez, puede ser utilizado para evaluar el peligro de las costas vulnerables a este tipo de evento e investigar las otras áreas de litoral cubano con marcada presencia de bloques de roca coralina: Guanahacabibes, en Pinar del Río; la Isla de la Juventud y Guamá, en Granma.
Según la propia fuente, estas investigaciones se derivan de una de las vertientes del Programa de Manejo Integrado de la península de Ancón, el patrimonio costero, en este caso un entorno caracterizado por rasgos singulares y poco repetitivos en el resto del territorio nacional, de ahí que tales conocimientos sean de interés de cara a los riesgos y la vulnerabilidad de la zona.
Esa área del sur trinitario concentra una irregular, pronunciada y contrastante relación morfológica entre las tierras montañosas emergidas, el abrupto talud costero y la significativa profundidad del lecho marino —más de 4 000 metros de desnivel— en la región del entorno cercano.
Los investigadores determinaron que existen varias generaciones de rocas depositadas durante diferentes episodios de tormentas y de gran oleaje y establecieron que los megabloques son irregulares, predominantemente angulosos, de simétricos a tabulares; mientras por sus dimensiones los catalogan de variables, desde algunos centímetros hasta casi dos metros.
Expertos de la Geología cubana suscriben que las manifestaciones de esos procesos de oleaje extremo son el colapso de los techos de las cavernas costeras, que han dado lugar a la formación de caletas, el desplome de los techos de los nichos de marea y el transporte de arena y bloques de roca coralina tierra adentro sobre las terrazas emergidas.
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