La competencia desigual que se establece con los programas de factura cubana se incluye entre las razones
Gennosuke Kouga y Oboro Iga, líderes de rivales clanes ninja, solo quieren acabar con las rencillas entre sus familiares y amarse en paz. Así, con este gancho del anime japonés Basilisk, ver los 24 capítulos de una única temporada será como la lucha por el primer lugar en una carrera de los 100 metros planos, aunque el final sea al estilo del clásico de la literatura universal Romeo y Julieta.
Los ejemplos sobran en relación con el consumo de materiales audiovisuales extranjeros por parte de adolescentes y jóvenes. ¿Las razones? Son varias: gustos e intereses particulares de cada quien, modas e influencias grupales o, incluso, por la competencia desigual que se establece con los programas de factura cubana.
El acceso es tan simple y conocido que hasta pareciera repetitivo hablar de él, de USB en USB (memorias flash) y de USB a discos duros externos. Con estos dispositivos en mano llegan contenidos de diversas latitudes e influyen en el gusto.
El Paquete semanal es una de las vías por las que se conocen y distribuyen las más disímiles propuestas, solo una ínfima parte proviene de la programación de los canales televisivos cubanos. Las temáticas van desde los dramas asiáticos (K-doramas, J-doramas) y animes salidos de los mangas japoneses; las telenovelas turcas, colombianas, brasileñas, mexicanas; los reality show en España, Estados Unidos y países latinoamericanos; los documentales, series y películas del mundo anglófono; los consejos de belleza presentados por yuotubers y varios etcéteras.
En este orbe globalizado influyen en demasía algunos países en otros, sobre todo de quienes como industrias culturales internacionalizan con mayor efectividad y atractivo sus mensajes, y no lo digo yo, desde el pasado siglo se estudian los flujos productivos de las instituciones mediáticas.
La mayoría de los productos hiperbolizan la apariencia física con modelos de belleza al estilo de la muñeca Barbie y acrecientan la banalidad, el machismo, la violencia y la homogeneización de patrones de consumo, fórmulas conocidas de los conglomerados de las comunicaciones para acercarse a las audiencias. Efectos que, si no encuentran un receptor activo y crítico, con argumentos suficientes para saber hasta qué punto se es blanco de la persuasión, logran sedimentar poco a poco sus intereses.
En esta cartera de opciones triviales las narcoseries ocupan un punto máximo, algunas tan conocidas como El Capo, La viuda negra, La reina del sur, y hasta El señor de los cielos que va por su sexta temporada. Cada quien escoge lo que en su casa quiere ver, eso no puede imponerse, pero está clarísimo que la idealización de los cabecillas del narcotráfico como personas que no tuvieron otra “salida” en sociedades tan poco equitativas está a millones de años luz de distancia y del lado opuesto de lo que como país construimos.
Como en toda regla hay sus excepciones, los materiales extranjeros también pueden acercar la realidad de otras regiones del mundo, ya sea con el conocimiento de la geografía, la historia, las tradiciones, los valores y los modos de vida. Lo mismo se “descubren” las vivencias de la dinastía Joseon en la lejana Corea que se recorren vastos territorios de África y Oceanía tras las pistas de la vida animal, se conocen lugares recónditos y datos interesantes de la historia universal o se diversifica al fin y al cabo el espectro más allá de nuestras narices y no solo en el contexto de la cultura occidental. Vale destacar, asimismo, la excelente factura en términos tecnológicos y la elaboración de subtramas en no pocas series, donde se aprecia el trabajo creativo y conjunto entre los realizadores.
La producción nacional lleva las de perder en la balanza por las preferencias audiovisuales. ¿Acaso es tan aburrida que los jóvenes la desechan desde el primer instante? No pongo la mano en la candela por la mayoría de nuestros programas, pero sí por la serie Zoológico, recientemente transmitida por el canal Multivisión, y que llegó antes a través del Paquete. Obra perfectible al fin y al cabo, como toda creación humana, pero que mostró que con un buen guion se logra un producto audiovisual con resultados aceptables en su construcción dramática y de personajes.
Conflictos, temores, sueños y un final esperanzador para sus protagonistas entretejen 45 capítulos. Idea televisiva que me hace recordar también las historias de mi padre sobre la popularidad del espacio de aventuras cuando solo había dos canales en nuestra televisión, las teleseries Enigma de un verano y Coco verde a inicios de los años 2000, y el más reciente Mucho ruido.
Sin que parezca pie forzado la mayor parte del consumo audiovisual en adolescentes y jóvenes viene hoy con nombres extranjeros, incluso con algunos más complejos que Gennosuke Kouga y Oboro Iga.
Mientras que el estado no le de presupuesto al ICRT y se pague como se debe al talento, continuaremos en declive frente a producciones extranjeras.En cualquier otra parte del mundo el talento no emigra porque ganan bastante y a los escritores les pagan como se debe.
Creo que con la globalización resulta inevitable que se contamine el ecosistema audiovisual cubano con todo tipo de productos llegados desde aquí y allá. Este es un fenómeno que no podemos evitar, ni combatir. Porque prohibir algo que gusta, es sinónimo de darle mayor auge.
Me parece que las soluciones a este problema pueden resolverse en cierta medida aumentando la cultura audiovisual de los niños y adolescentes; brindando opciones televisivas de mayor calidad que las que hoy existen y educando desde la escuela y la familia para que los consumos de este tipo de productos sea desde una visión madura.
En este sentido me gusta recordar la teoría de Umberto Eco sobre las dos visiones de la cultura: Apocalípticos e Integrados. Los últimos asumían la cultura de masas desde la pasividad. Son los lásicos que ven los culebrones y las películas de acción o románticas ligeras.
Los otros, los apocalípticos iban a productos de “contracultura” como el Rock y el Rap. Este grupo criticaba el consumo cultural del primer grupo, sin embargo, cae en otros cliché de naturaleza similar al primero.
Eco propone una solución a este dilema. Él dice que debe hacerse Guerrilla Semiológica de forma que los productos culturales sean deconstruidos y analizados.
Estamos definitivamente perdiendo espacio, y con él, ideología e identidad nacionales, en el ámbito de los consumos audiovisuales. Los materiales foráneos de cualquier factura, lleguen como lleguen al adicto,como alud, sepultan a los educativos y formadores: !es imposible su detención! Me pregunto: ¿Cómo será este fenómeno en varios años más?
estas frases son para enmarcar…:
¨solo una ínfima parte proviene de la programación de los canales televisivos cubanos¨
¨La producción nacional lleva las de perder en la balanza por las preferencias audiovisuales. ¿Acaso es tan aburrida que los jóvenes la desechan desde el primer instante? ¨
Acaso el periodista ve la TV cubana???
La producciòn de dramatizados ha desaparecido de nuestra televisión si lo comparamos con los años 80 del pasado siglo por no ir muy lejos, es esa una razón de peso para comprender, entre otras, el por qué los jóvenes buscan las series extranjeras. Además de la factura de muchas de ellas, no las que mencionas en el artículo, pero si muchas otras que puedes encontrar en el paquete, esa alternativa que hemos encontrado a la INTERNET. La aventura, un espacio emblemático de nuestra televisión desapareció, ahora retrasmiten esa joyita que es Hermanos, que con mucha nostalgia sigo dia a dia. Necesitamos una televisión más contemporanea, ya se dan pasos, pero queda mucho camino por recorrer.