Derrochar agua hoy es un crimen. No hacer todo cuanto se puede para ahorrarla, también lo es. Así lo expresó a Escambray Norma Lidia Martín Alonso, directora de la Dirección Integral de Supervisión (DIS) del Consejo de la Administración Provincial (CAP), quien refirió que entre enero y el cierre de abril sus inspectores han impuesto más de 4 180 multas por un monto superior a los 7 520 pesos, tanto a personas naturales como administraciones de entidades, sobre todo a centros de prestación de servicios.
Entre las manifestaciones de indisciplina por derroche de agua potable, según dijo, figuran verter agua hacia la calle y limpiar en días y horarios no establecidos, lavado de vehículos en la vía pública, desbordamiento de tanques y cisternas, así como salideros en las redes internas de viviendas y establecimientos estatales de prestación de servicios, entre otras.
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Este panorama es reflejo de la falta de percepción de riesgo existente en un alto número de ciudadanos y algunos directivos de organismos, pues las personas no interpretan la gravedad del asunto, cuando esta provincia atraviesa por una de las peores sequías de los últimos años, que afecta a 144 268 personas de 94 comunidades, incluidas partes de las cabeceras municipales de Trinidad y Sancti Spíritus, con 59 pozos de abasto completamente secos y 38 parcialmente agotados.
Basta con señalar con ejemplo harto elocuente: el 17 de marzo pasado, la presa Siguaney llegó al nivel muerto de sus aguas, cuando esta ya no sale por la obra de toma. Solo así la Empresa de Productos Lácteos Río Zaza comprendió que, de súbito, se habían quedado sin agua para enfrentar el proceso productivo y las direcciones de Recursos Hidráulicos y Acueducto tuvieron que enfrentar la distribución de agua con carros cisternas a los poblados de Siguaney, Zaza del Medio y Tuinucú, que también se abastecen de ese embalse. La falta de previsión obligó entonces a montar en tiempo récord, trabajando día y noche, una estación de bombeo en el río Tuinucú que permite hoy atenuar el problema.
Cuando amenaza un ciclón todo el mundo corre, hasta el ciudadano más común sale en busca de clavos y maderos para asegurar puertas y ventanas y recipientes para almacenar agua potable. Sin embargo, son pocos los que identifican a un período de intensa sequía como uno de los desastres que más complicaciones le pueden ocasionar a la vida de una sociedad cualquiera, pues sin agua no hay producción industrial ni agropecuaria, no sobreviven las personas ni los animales y las consecuencias son menos predecibles, pues nadie puede discernir cuándo lloverá lo suficiente para reactivar los manantiales de las fuentes subterráneas de abasto y lograr el llenado de las presas. Eso es lo que nos está ocurriendo hoy en nuestra provincia.
Si lo duda, ahí le van dos ejemplos más: desde la sequía del año 2015, los arroceros de Sur del Jíbaro iniciaron un programa de mantenimiento a la infraestructura hidráulica de la planicie donde se cultiva el cereal, y al mismo tiempo comenzaron a activar cerca de 50 pozos profundos existentes en los arrozales, que le permiten enfrentar hoy el déficit de agua en la presa Zaza y, haciendo un uso verdaderamente racional de ese recurso subterráneo y superficial, enfrentan la producción y reducen el grado de afectación provocado por el fenómeno natural.
Pero al margen de este buen ejemplo, la cara fea del asunto es el derroche de agua en las instalaciones hoteleras del Mintur en la península de Ancón, de Trinidad, donde el hotel del mismo nombre, con solo el 86 por ciento de ocupación, consume una norma por encima del imprescindible líquido; en Trinidad del Mar se consume 1.48 veces la norma y en el Costasur, asómbrese, el consumo de agua equivale a 3.21 veces la norma establecida para un centro de su categoría, según datos aportados por la Inspección Estatal de Recursos Hidráulicos, que impuso las correspondientes multas a las respectivas administraciones por tales violaciones.
Otro tanto ha hecho el reducido cuerpo de inspectores de la Empresa Provincial de Acueducto y Alcantarillado y sus instancias municipales, quienes ha multado a 623 ciudadanos por derrochar agua, amén de otras acciones que han realizado para ahorrar el vital recurso hídrico, entre ellas la supresión de 4 192 salideros en las redes públicas, el grueso de ellas en las cabeceras municipales de Sancti Spíritus y Trinidad. Pero, ¿cuánta agua se derrocha en el interior de los hogares y edificios multifamiliares de la provincia? Hay déficit parcial de herrajes en el mercado, no obstante, existen muchos de sus componentes, pero lo que más falta es conciencia de ahorro.
Todo muy bien. Creo que son loables todos los esfuersos para acorralar la falta de conciencia. Pero me siguen preocupando los salideros de agua sin que se le ponga el cascabel al gato, aunque me constan los esfuerzos que se han hecho, pero creo que falta- así lo veo yo- una voluntad seria de renovación de nuestaras redes hidraulicas, al menos en la cabecera provincial…… Resido en una zona en desarrollo ubicada detras de la Escuela Provincial de Partido y pocas veces me falta el agua, pero veo como existen personas que derraman el liquido a diario, de manera desproporcionada en el fregado de carros de la propia Empresa de acueducto y alcantarillados y como mi cuadra tiene moho por el vertimiento de desechos liquidos de fosas reventadas y aguas procedentes de fregados de corrales de cerdos, sin que pase nada al respecto.