Los principales perjuicios de la política de Washington contra Cuba en la enseñanza artística espirituana se ensañan en la música
Gabriela Alejandra Madrigal sueña con una gran ovación. Cierra los ojos y ve el teatro lleno. Ella, en el centro, interpreta un solo de violín. El resto del mundo, a sus pies.
Esta alumna de quinto grado integra la matrícula de 178 estudiantes de la Escuela Elemental de Arte Ernesto Lecuona, de Sancti Spíritus, un centro que cada día reinventa estrategias y métodos para sortear, como el resto de la Enseñanza Artística de la nación, el impacto del bloqueo económico, financiero y comercial del gobierno de Estados Unidos contra Cuba.
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Bien sabe Gabriela Alejandra que para cumplir su anhelo precisa de mucho esfuerzo, talento y consagración; pero también de un proceso de aprendizaje que hoy sufre los efectos del bloqueo.
Y aunque en el centro espirituano en la actualidad los futuros músicos cuentan con un instrumento, se han detectado desafinaciones que distorsionan no solo las melodías, sino la calidad de la formación artística.
“Chocamos con las afectaciones del bloqueo a diario, pero sin duda las mayores incidencias las sufrimos en los instrumentos de viento y cuerdas”, dice Maida Pérez Cancio, directora de la institución.
Es por ello que en pasillos, dentro de las aulas y hasta en la calle se escuchan testimonios sobre la ausencia de cañas, cuerdas, pistones…, accesorios de instrumentos musicales que con facilidad se rompen y sin los cuales es imposible hacer brotar las melodías.
“Oboe es una de las líneas más perjudicadas porque no contamos con los elementos para el remplazo de los que se rompan. Igual sucede con el fagot. Ya clarinete y flauta están mejor, gracias a las donaciones recibidas a la escuela por delegaciones que nos visitan. Pero esa realidad resulta una preocupación para el claustro, alumnos y padres”, añade Laura Brunet Ferrer, jefa de la cátedra de viento.
Como abc de las clases se insiste en el cuidado del instrumento y se explica cuánto le cuesta al país su compra y arreglo.
“Desde el primer día nos dijeron que debemos tenerlo siempre en el estuche y cerrado para que no se dé golpes. Somos nosotros sus principales responsables. Lo podemos llevar para la casa para estudiar, pero con mucho cuidado”, asegura Gabriela Alejandra, quien cursa el primer año de flauta.
Cada inicio de curso, el Ministerio de Cultura junto al Centro Nacional de Escuelas de Arte, desembolsa cuantiosas sumas para entregar instrumentos, partituras, libros y un pequeño número de accesorios a cada escuela del país. Mas, la demanda de estos últimos satisface medianamente las necesidades reales en predios yayaberos.
Según estadísticas presentadas en la isla, la base material de estudio para la formación de artistas figura entre los medios educativos más costosos del orbe. Esos números pudieran reducirse si los recursos se adquirieran sin trabas.
En la actualidad, nuestro país está obligado a comprar en terceros países los productos imprescindibles para esa educación, con el consiguiente pago de fletes, impuestos y sin una garantía de posventa.
De no ocurrir así, además del ahorro monetario, se ganaría en la calidad del instrumento, ya que los que hoy se compran son de la marca Jinbao, procedentes de China, los cuales han demostrado en la práctica poca durabilidad.
“Se les da un golpecito y enseguida presentan problemas. Resolvemos con ellos porque los estudiantes aprenden, pero pasan el doble de trabajo. Imagínate, si así los formamos, ¿cómo sería de poder contar con trompetas Yamaha?”, expresa José Antonio Abreu Carrero, profesor hace 42 años de ese instrumento.
Esa débil calidad, la incidencia de la humedad y el uso constante provocan que la vida útil de los accesorios de los instrumentos sea muy corta. Y, pese a que la Escuela Elemental de Arte Ernesto Lecuona tiene contratos con lutieres para sus arreglos, la práctica más común es que, a fin de agilizar el mecanismo, muchos de los padres asuman los ajustes o compra de accesorios, en ocasiones fuera de provincia y a precios exorbitantes.
“Aquí se tramita la reparación y en lo que eso se resuelve optamos por compartir el instrumento entre dos alumnos, algo que en el caso de los de viento no es recomendable, pues hablamos de boquillas que tienen que ser individuales para evitar la transmisión de enfermedades”, concluye la joven Brunet Ferrer.
Aun con las limitaciones impuestas por la política hostil aplicada por sucesivos gobiernos estadounidenses desde febrero de 1962, la Enseñanza Aartística en Sancti Spíritus apuesta por romper los obstáculos que genera el bloqueo. Por ello, Gabriela Alejandra quizá haga su sueño realidad y un día disfrute del goce de las ovaciones que reconozcan su talento y sacrificio, domado en la escuela yayabera.
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