Para nadie era un secreto que en la segunda vuelta de la elección presidencial en Ecuador, realizada el pasado domingo, se jugaba mucho más que la suerte inmediata del rumbo político en ese país del centro del mundo, pues de sus resultados dependería en grado superlativo el freno o fortalecimiento del rebrote derechista en el subcontinente.
Lenín Moreno: Voy a ser el presidente de todos
Había devenido casi “natural” que, independientemente de las medidas de beneficio popular impulsadas por los gobiernos de corte progresista en el área, si las disposiciones constitucionales internas impedían ir a las urnas a la figura popular más emblemática, como ocurrió en Argentina, al no poder presentarse Cristina Fernández de Kirchner para un tercer mandato, el candidato del propio partido, en ese caso Scioli resultaría incapaz de vencer en las urnas al prospecto de la derecha, dígase Mauricio Macri.
En Venezuela había ocurrido antes que Nicolás Maduro, legatario del Presidente Chávez ganara las presidenciales por la mínima, y luego, acosado el país por la crisis económica derivada de las acciones desestabilizadoras de la oligarquía y los bajos precios del petróleo, perdiera por mayoría abrumadora de votos el control sobre la Asamblea Nacional, lo que ha sido fuente de incontables fricciones entre los poderes ejecutivo y legislativo en la patria de Bolívar, que ponen en peligro la estabilidad del Estado.
La tendencia restauradora de una derecha continental coaligada hizo que los seguidores del Presidente boliviano Evo Morales hayan insistido en tratar de someter a la aprobación, de nuevo, una modificación de la carta magna ya rechazada tiempo atrás en primera instancia, la cual permitiría presentarse por tercera ocasión a la puja presidencial al único mandatario de origen indígena de América Latina.
Por la experiencia de su vecino gaucho, el Movimiento al Socialismo (MAS) prefiere no arriesgar la carta de una fórmula presidencial que sería encabezada por el actual vicepresidente Álvaro García Linera, de sólida formación intelectual y proveniente de un minoritario sector progresista de la burguesía nativa. Aunque, preciso es decirlo, los grandes logros económicos y sociales tras un decenio de administración de Morales pesan mucho en la balanza.
Pero ahora, con la victoria de Lenín Moreno en Ecuador, ese ciclo de restauración oligárquica se ha roto y al efecto dominó al que aspiraba la derecha continental antes de lanzarse a la batida general contra los remanentes de la izquierda al sur del río Bravo le ha faltado una ficha: la patria de Eloy Alfaro, lo que, de hecho, creará necesariamente un gran trastorno a sus proyectos.
El candidato derrotado, Guillermo Lasso, había prometido que si resultaba vencedor, en el primer mes de su mandato haría salir al publicista de origen australiano Julián Assange de la embajada de Ecuador en Londres, lo que habría significado un peligro inmediato para su vida, pues bien sabido es lo servil que históricamente se ha mostrado el Gobierno británico ante Washington.
Por ese servilismo era de esperar una deportación del divulgador de los papeles de wikileaks hacia Suecia —donde se le reclama por un supuesto delito sexual—, cuyo gobierno lo entregaría a su vez graciosamente al de USA, que lo quiere lapidar por haber publicado documentos secretos del Gobierno y el Pentágono yanqui que retratan de cuerpo entero su ignominia. El 2 de abril el pueblo ecuatoriano determinó que Asange permanezca en su asilo hasta que el sentido común se imponga y Londres cese de perseguirlo.
Otras promesas de Lasso, quien habría resultado un lazo corredizo al cuello de sus compatriotas, consistían en sacar a Ecuador del ALBA-TCP, de la Unasur y de la Celac, lo que hubiese implicado un duro golpe al movimiento integrador en el área latinoamericana y caribeña.
Curiosamente, el señor no se atrevió a prometer la devolución a Estados Unidos de la base de Manta, que tanto esfuerzo le costó cerrar en su momento al pueblo ecuatoriano, pero seguro que sí lo pensó, porque así de recalcitrante, antiprogresista y traidora a los intereses de nuestros países es la derecha neoliberal oligárquica.
No le podía seguir saliendo todo bien a esa derecha, por cuanto los regímenes que el banquero y especulador financiero Guillermo Lasso pudo poner de modelo de su hipotético mandato, son un fracaso a la vista de todos y su promesa de cambio recordó demasiado a la de Mauricio Macri durante su campaña por la presidencia en Argentina.
No le iba mal a los argentinos con Cristiana Fernández, pero la consigna “cazabobos” de Macri surtió efecto, pues si estás bien y se introduce un cambio, nada garantiza que no pueda ser para peor, y eso mismo ocurrió en la patria de Gardel, donde la mayoría del electorado renunció al clásico pájaro en mano por cien volando. Solo que en Ecuador el pueblo no fue tan ingenuo y no cayó en la trampa al impedir que el Lasso se cerrara sobre su pescuezo.
No creo periodista que el ciclo de la derecha se halla roto no debemos crear falsas espectativas la derecha es fuerte lo demostro, a la vanguardia revolucionaria de América Latina, le falta todavía potenciar los niveles de cultura política de nuestros pueblos, para que no se confundan y apoyen movimientos antidemocraticos, que luego dejan de hacer el bien y traen consecuencias negativas para la vida de estas sociedades, basta recordar el caso de Venezuela, Brasil, Argentina y Bolivia.
No, José, no quise decir que de ahora en adelante la derecha no pueda seguir molestando y haciendo daño, e incluso retomando el poder en algunos países, sino que se rompió la solución de continuidad en el ciclo derechista, restándole consecutividad y fuerza, al menos momentáneamente. Como quiera que se mire, esta victoria del Lenín Moreno insufla un segundo aire a los movimientos progresistas en el subcontinente para seguir la lucha en aras de la gran patria latinoamericana y caribeña que soñaron nuestros próceres. Por lo demás estoy consciente de la poca cultura política de algunos sectores de la población, incluso de los favorecidos por las políticas sociales de gobiernos como los de Ecuador, Venezuela y Bolivia, entre otros, y que como se demostró en Brasil y en la propia Venezuela, personas que dejaron la pobreza con esas políticas de mejoramiento social y pasaron a ser parte de la pequeña y mediana burguesías, hoy piensan como tales y son capaces de morder la mano que los sacó de su miseria. Gracias.