Un año después de la muerte de Fidel Castro, este estudiante preuniversitario rememora el impacto de la noticia
Un año transcurrió ya desde que en la mañana del 26 de noviembre Carlos Javier Valle Díaz llegara al Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas (IPVCE) Eusebio Olivera con un sentimiento encontrado de incredulidad y tristeza.
El de aquel día fue, según él mismo evoca, el mejor matutino que se ha hecho en la escuela. Detalles específicos matizaron la impresión que guardó: la solemnidad del paso firme y la orden de descanso; la musicalidad y el acople de las notas del Himno de Bayamo.
Con nitidez recuerda este estudiante de duodécimo grado las emociones infinitas de aquella fecha: la plaza tomada por las voces de los profesores Rolando y Adolfo que enaltecían a un hombre por su capacidad de liderazgo. Con cada escena que narraban brotaban nuevas cualidades, y algunas se agolpaban sobre otras, de tantas. Ni siquiera la palabra muerte pudo quitarle la gloria a la lección matutina de frases a ratos entrecortadas.
¿Cómo honrar a Fidel desde el corazón de la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media y convertir el vacío sobrecogedor en tributo? La pregunta comenzó a rondarle a Carlos Javier desde que supo la noticia. Mientras iba rumbo al IPVCE con la primera luz del amanecer, encontró las ideas que buscaba: tomar el cuadro del Comandante en Jefe que colgaba en el aula para situarlo en medio de la plaza.
“¿Dónde lo puedo poner?, quiero verlo”, le dijo a Miguel Castellanos, el director, con la foto entre las manos. A Carlos Javier hoy aún le parece insuficiente aquella actitud que fue “el único homenaje que podía hacerle a Fidel”. Luego, surgió la idea más bien colectiva, de colocar un libro de condolencias para que recogiera la conmoción y poco a poco acudió el alumnado.
Si algo sorprendió a Carlos en medio del suceso que trastornaba la rutina de Cuba y hasta del mundo, fue la espontaneidad de sus compañeros para firmar el libro, el compromiso natural, la madurez de cada temperamento que floreció en medio de la peor de las noticias; cada quien puso en sus ojos el dolor, y como nunca antes se reconocieron entre sí, con una misma causa: la admiración por Fidel Castro.
“Siempre quise conocerlo personalmente”, confiesa el estudiante, pero al decirlo, uno casi llega a pensar que está vivo, y quizá lo está, en el recuerdo de cada pino nuevo, como escribiera el Apóstol, al decir de las nuevas generaciones.
Asomado en ese gigante que fue José Martí, llegó Carlos Javier por un hilo invisible hasta Fidel, dos hombres que alumbraron el destino de una nación, definitivamente: “El Maestro era un visionario, porque supo plantear todos los problemas que debían solucionarse para organizar la guerra, hay que estudiar y conocer su obra que es tan vasta, y todo en una sola personalidad. Fidel fue el que más lo siguió, por eso dijo que Martí fue el autor intelectual del Moncada, y que para lograr una Revolución y que Cuba fuera libre y soberana, era necesaria la vía armada”.
Apasionado por la Historia de Cuba, cada hora de lectura ha sido un puntal de sostén para el amor a la Patria que se destaca en este estudiante espirituano, muy lejos del discurso superficial que a veces busca reconocimientos. “Un pueblo sin historia no podrá ser libre, parafrasea al líder, lo evoca como si cada vez fuera más suyo el esplendor del hombre de carne y hueso”.
Participante en el concurso nacional de Biología, evento al que ha dedicado muchas horas de preparación, este jovencito de 17 años reconoce el privilegio de estudiar en una institución creada por Fidel para reafirmar la ciencia como el futuro de los hombres y mujeres de la Revolución. “Lo que más admiro de él es su sencillez y su humanidad, me impresionó mucho saber que el soldado que caía herido en la lucha revolucionaria Fidel exigía que fuera atendido, eso demuestra la fibra del gran ser humano que era”.
Para comprometerse radicalmente como cubano agradecido y honrar la memoria de los patriotas que le antecedieron, Carlos Javier aspira a estudiar Relaciones Internacionales y asumir como él mismo sueña las misiones que le puedan dar: “Hay que salvar la Historia de Cuba y los logros de la Revolución, aunque haya que poner en riesgo la vida y la cercanía con la propia familia, como lo hicieron Antonio, Gerardo, René, Fernando y Ramón”.
Humilde y sencillo, que quiere estudiar relaciones internacionales para irse a vivir la vida fuera de cuba mientras sus compatriotas de a pie hacen magia para desayunar, almorzar y comer? Menudo ejemplo. Por que mejor no estudia magisterio y se va a la escuelita de la montaña? O simplemente estudia lo que le de el deseo, pero sin aparentar que le cunde la sencillez. Por favor. Pero ademas, basta con aquello de «comprometerse radicalmente como cubano agradecido». Agradecido de que? Con quien? Por que? El unico compromiso de Javier es consigo mismo, con sus sueños, con lo que desea alcanzar en la vida como ser humano (y no solo me refiero a cosas materiales, sino tb a metas que le satisfagan espiritualmente).
Javier, como todos, llego al mundo por azar. Y por esa misma alea le toco nacer y vivir en la Cuba del siglo XXI. No lo eligió el. Pero ademas, estoy seguro que sus padres han dado muestras suficientes de agradecimiento a la revolución, apoyandola en todo momento, votando por sus dirigentes en cada proceso eleccionario, yendo a cada trabajo voluntario y toda una lista de tareas que conocemos. De modo que, todo lo que la revolución pone a disposición de su hijo, no es sino una muestra del minimo de agradecimiento que la revolución tb tiene que tener con quienes la mantienen a flote. No es solo aquello de que «sin la revolución no habrías podido estudiar…etc, sino tb lo otro. O sea, que «sin los padres de Javier y el resto de los padres cubanos, la revolución no existiria». O sea, que la deuda, compromiso y obligación de dar y hacer, es, en ultima instancia, mutua.