Con su personaje, el joven actor Franklin Romero apuesta por educar al público que disfruta de sus actuaciones
No necesita de su llamativo traje, nariz roja, peluca tricolor y los inmensos espejuelos para que los niños lo llamen Crespín. El icónico payaso ha sabido seducir y atrapar corazones infantiles con la ayuda exclusiva de sus actuaciones.
Por ello, desde el propio día que apostó por desdoblarse en escena perdió su nombre de pila: Franklin Romero Benítez. Así solo lo llaman quienes lo conocen desde hace tiempo porque a la mayoría le resulta imposible separarlo del chiquillo que actúa “fuera de lo común”.
“El mejor de los regalos que puedo recibir es que cuando camino por la calle sin maquillaje, los padres deban parar la bicicleta porque sus hijos piden saludarme. Hasta me dicen que no me pongo viejo y es que sencillamente tengo que pensar siempre como Crespín para saber qué quieren ver y escuchar en cada presentación”, cuenta el joven actor, integrante de Teatro Piramidal.
¿Por qué apostar por un personaje con esas características?
“Casi siempre cuando decidimos asumir esta profesión, todo el mundo cree que saldrás por la televisión. Inicié este camino junto a José Meneses y Teatro Garabato y él mismo me propuso trabajar para los niños y niñas. Te confieso que sentí temor porque es el público más difícil. Los adultos, les guste o no la puesta, aplauden y te agradecen. Pero ellos, no. Si no se motivan se ponen majaderos, gritan y hasta insisten en irse. Resulta muy complicado mantener su atención”.
¿No temes a que te encasillen?
“Hace poco tiempo, el director de Teatro La Trinidad confió en mí y me propuso un personaje dramático en su obra Génesis. Sentí miedo por el cambio y porque debí salir de mi zona de confort para trabajar con ellos en Trinidad. Al parecer les gustó y volvieron a invitarme, luego para interpretar la obra Caniquí. De nuevo encontré otro reto pues representa tradiciones trinitarias que nunca he vivido, por lo que me vi obligado a estudiar.
“Y recientemente, José me llamó para que lo acompañara con Yayaberías al Festival Nacional de Teatro de Camagüey, donde interpreté el personaje de la Negra Fuló, muy conocida por ser en días de feria la que se lanzaba frente al toro. Para mi sorpresa entre quienes integraban la crítica se encontraban varios espirituanos y me comunicaron que logré regresarlos a aquellas jornadas. Creo que fue un buen regalo al lugar donde me formé”.
¿Qué herramientas utilizas para hacer de la escena un espacio natural?
“Hace cuatro años me gradué como licenciado en Psicología y eso me ha servido muchísimo para mi carrera en la actuación. Lo primero que comprendí fue la necesidad de que un actor sea ético, estético y didáctico, porque forma mediante los movimientos y frases contribuyen a la educación del país”.
Esa máxima es puesta en práctica cada vez que Franklin sube a escena, acompañado por el pequeño colectivo de Teatro Piramidal, proyecto de las Artes Escénicas con sede en la Casa del Títere Dora Alonso, ubicado en el la Feria Delio Luna Echemendía, de Sancti Spíritus.
“Comencé mi carrera artística muy jovencito —rememora—. Pertenecí durante siete años al grupo musical Juventud 2000. Luego, la voz comenzó a cambiar y algo en mi interior me decía que no era ese el lugar que necesitaba. Entonces me inserté en un taller de actuación que impartía José Meneses y allí supe cuál era mi camino”.
Desde entonces, muchos han sido los escenarios tanto en espacios públicos como salas pequeñas y hasta el propio set de Centrovisión que han sido “dominados” por el histrionismo de quien funge además como vicepresidente de la filial espirituana de la Asociación Hermanos Saíz (AHS).
“Teatro Garabato fue la escuela, pero pasado un tiempo sentí, junto a varios colegas, la necesidad de hacer otras cosas y apostamos por Piramidal, donde defendemos la línea del clown. Crespín y sus amigos hacen maravillas en cada presentación que nace de la autoría de todo el colectivo, de acuerdo con lo que vivimos en cada puesta”, destaca.
Y es que para Franklin Romero o Crespín cualquier espectáculo implica una alta responsabilidad porque, además de hacer reír, motiva a la reflexión.
“De esa forma, desde el arte se contribuye a la construcción de mejores ser humanos, una máxima de la cultura de este país. Por ello, en Sancti Spíritus el público infantil tendrá a Crespín para rato”, concluyó.
Me gustó. Sin muchas preguntas redundantes y acertadas las hechas. Me quedé con ganas de continuar la entrevista