La disposición para el trabajo ha marcado la ayuda de los telecomunicadores espirituanos en Villa Clara
Ni el sol que dicen los astrónomos se aleja de Cuba en los últimos meses del año, pero enciende la piel más resistente, ni los 20 y tantos días en una especie de entrenamiento exprime fuerzas, les parecen a Darién Sánchez Ramírez y Edey Linares González lo más duro del apoyo que prestan en Villa Clara para borrar la incomunicación que dejó el huracán Irma.
Más les ablanda el cuerpo, no haber estado en el cumpleaños número uno de Alison de la Caridad, la niña del primero, y los dos meses del bebé Edey Alejandro, hijo del otro liniero.
Pero esos no son los pensamientos que los sacuden mientras trabajan con profesionalidad; fue apenas lo último que le dijeron al dúo reporteril de Escambray que se apareció en el tramo de la Carretera Central próximo al estadio Augusto César Sandino, donde iban a cambiar dos postes. Trataron de condensar el esfuerzo de tantas jornadas, pero no cabe en la grabadora y apenas grafican las fotografías.
LOS MUCHACHOS DE ALBERTO
La Brigada de líneas número 2 de la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba (Etecsa) División territorial Sancti Spíritus está compuesta por cuatro linieros de entre 24 y 27 años; el chofer Yunior Bernal Moreira y el experimentado Alberto Francisco Iznaga Espinosa, con casi cuatro décadas en estos desafíos; la presencia del equipo en Villa Clara ha sido el estreno en terrenos postciclón, que es, cuando menos, una carrera cuerpo contra mente.
¿Qué ha sido lo más difícil?, pregunta Escambray a Darién. “Todo”, responde en tono de algo acaso demasiado obvio. Y ofrece los sumandos para que calcule la proeza. “No hay nada fácil, porque primero nos pasamos casi 20 días restableciendo los servicios en la provincia de nosotros, y aquí llevamos un mes, pero bueno, hay que seguir adelante y, como dice un dicho: el hombre no se cansa, solo se agota”.
Con la filosofía de este joven liniero y la disposición de Armando López Machado para cumplir con lo que haga falta —aún fresco en su memoria el honor que según él sintió en ayudar el año pasado en Baracoa— bien se puede entender por qué el jefe de la brigada, Alberto, repite una y otra vez que está muy orgulloso de la nueva generación.
Como padre que vela por sus hijos, confiesa que la tarea que más le apretó fue en una loma de Güinía de Miranda por los muchos postes en el piso, y cables a levantar, “un solo trabajo dejamos de hacer porque el tensor de nosotros tenía corriente”, resume Iznaga Espinosa como para que no piense que abandonaron antes de tiempo. ¿Qué podrá espantarlo a él si ya no le queda región del país por visitar cayéndole detrás a las fases recuperativas?
Quizás por extrañar mucho la sonrisa de su pequeño de dos años Leiker David, al liniero Keiler Quesada Núñez le pareció más incómoda la pendiente de una loma en Sagua la Grande donde debieron cambiar un poste.
Fue peor, según especifica, porque casi nunca se trabajan esas líneas que están obsoletas, además por la forma del poste que lleva tres crucetas y llea ocho líneas de cobre. “El jefe de brigada nos apoya y siempre nos está guiando: vamos a hacerlo así que es mejor”, puntualiza.
Tanto para Alberto como para Edey hubo un día que valió por 100; cual exploradores frente a una anaconda: un cable soterrado de 1 800 pares en Caibarién que se había mojado y debían sustituirlo.
Registro antiquísimo, contaminado por los otros que forman parte del alcantarillado, el agua luchando por entrar, los muchachos tratando de pasar el cable con precisión de cirujano, porque se le sale el aire al conducto, invade el agua y retorna la interrupción. Resultado: 14 horas y media de trabajo.
“Nos hizo falta la experiencia de los jefes y de las personas que llevan muchos años aquí, para llevar a cabo variantes y medidas que hicieron falta para cumplir esa tarea”, recapitula Edey.
No está oculta la fórmula para el éxito que posiciona los pasos de la brigada de líneas. De un lado, la madurez de sus jóvenes y del otro, el consejo oportuno, la voz reflexiva, el tono sugerente de la experiencia.
Ellos nunca se habían enfrentado a un cable de alto calibre como ese…, y al decir esto Alberto los observa: “Así como usted los ve, trabajando contentos, satisfactoriamente”.
LA BRIGADA DE CABLES Y LOS REPARADORES
Hasta la calle San Miguel esquina a Ciclón llegó la brigada de cables de la región central, que se subordina a la dirección nacional de Etecsa, aunque radica en Sancti Spíritus. Son cuatro operarios A, Yonney, Alberto, Erlys, Amilcar, liderados por Graciliano Crespo Lara, quien ha sido jefe de brigada desde 1981; al timón, Javier.
Con la guía de sus colegas villaclareños para encontrar las coordenadas geográficas, han recorrido de un extremo a otro de la ciudad del Che para empatar los cables de 200, 400 y 600 pares que se dañaron por corte, cruce o bajo aislamiento a consecuencia de los estremecimientos del huracán Irma.
Por otra parte, las cuatro parejas de reparadores e instaladores de equipos terminales tocaron más de 1 200 puertas para revisar y arreglar la instalación telefónica desde el poste hasta el interior de los hogares, en lo que fue para Dober Roche Pérez su primera experiencia en lides de ciclón.
Para él significó una presión extra porque el cliente espera que le restablezcan el servicio lo más pronto posible y considera que esta ha sido una muestra del aporte solidario que caracteriza el cubano.
El prestigio de los telecomunicadores espirituanos ha crecido. Basta escuchar la opinión de Jorge Galván Rodríguez, jefe de Unidad Operativa de la Dirección Territorial de Etecsa en Villa Clara: “Una ayuda valiosa, muy disciplinada y sin limitaciones físicas”.
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