En la escuela especial Rafael Morales González no existe imperativo más cotidiano que llevar la enseñanza a niños con discapacidades auditivas
Para los padres de más de una decena de pequeños, lejos de casa se ubica la escuela especial Rafael Morales González ubicada en la calle Raimundo de la ciudad de Sancti Spíritus. Jatibonico, Yaguajay y Trinidad no se encuentran a la vuelta de la esquina pero están conscientes de que cada hora de sus hijos en este centro interno les devuelve una mejor calidad de vida.
“Existe una lógica sobreprotección por parte de la familia. Eso incita a ver, sin que nadie se los cuente, dónde va a estar su hijo y esta es una escuela donde existen las condiciones de vida, alimentación, juego, actividades recreativas”, comenta Eliseo González Barrizonte, a quien el amor por la enseñanza especial se le he colado como sangre en sus venas desde hace más de 30 años.
SIN BARRERAS PARA EL APRENDIZAJE
Para 22 niños esta es la segunda casa en donde reciben, además de las asignaturas de la enseñanza general adaptadas a sus necesidades (excepto Inglés), otras especialidades como Estimulación auditiva, Tratamiento para el desarrollo de habilidades comunicativas y Lengua de señas cubana.
“Hemos tenido experiencias en las que los padres se han dado cuenta después de la necesidad de que sus hijos vengan. Empezamos el trabajo como si fuera un niño más pequeño, y no porque no hayan recibido la atención desde el principio los vamos a abandonar”, agrega González Barrizonte.
Para Isbetty García Ramayo y Yosvel Hernández Obregón, estudiantes de Licenciatura en Logopedia en la Universidad de Sancti Spíritus, el trabajo en el centro requiere vocación. “Cuando al padre se le aguan los ojos por lo que ve el niño aprende, eso es lo que te da la voluntad para seguir aquí”, asegura él.
En el aula de Estimulación auditiva, los resultados son prueba del trabajo docente. Estudiantes de primer grado, entre ellos Meyli, la pequeña de Casilda, Trinidad, descubren sonidos, palabras y reconocen sabores, referentes tomados de la realidad.
Sin embargo, la enseñanza además del tránsito por la escuela, ofrece un seguimiento en otros centros educativos. “Tenemos 76 estudiantes incluidos entre Primaria, Secundaria y Enseñanza Técnica y Profesional. Las dos maestras de apoyo y las metodólogas fuera de la escuela brindan toda la atención, porque los docentes que imparten clases a estos niños no han recibido en su carrera una preparación óptima para trabajar con ellos”, afirma la máster en Ciencias Mislay González Hernández, jefa de ciclo.
“Una de nuestras egresadas es la maestra de Lengua de señas, quien se prepara además en la sede provincial de la Asociación Nacional de Sordos de Cuba”, acota con el orgullo de ver el crecimiento personal y profesional de los estudiantes.
AULAS DENTRO
La escuela primaria Julio Antonio Mella acoge en su seno cuatro aulas anexas de la institución especial. Bertha Valdés, Yaimara Cepeda y Silvia García, son algunas de las hacedoras de conocimientos para los niños. Cada una tiene su propio librito de anécdotas.
Bertha, maestra reincorporada, aún hoy ríe por la seña que identifica la cercanía de un directivo escolar en sus clases —se toca debajo de la barbilla— y cómo lo recuerdan sus exestudiantes. “Me dicen: ‘Profe, ¿hasta cuándo vas a seguir?’. Hasta que me queden fuerzas, respondo”.
“El implante coclear —lo reciben niños con pérdida auditiva profunda— es una maravilla, cuando comienzan el tratamiento ellos tienen que hablar en el aula, lo hago en lengua de señas y al mismo tiempo con la lectura labiofacial”, asegura Yaimara.
Silvia recuerda sus experiencias como colaboradora en Bahamas. “Trabajé en un aula de unidad especial de la escuela primaria, con 17 niños de diferentes edades y diagnósticos. Al principio los padres no querían que fuera una maestra extranjera, pero al final hasta lloraron. Hoy de regreso en Sancti Spíritus sigo en la educación de niños sordos, lo que adoro”.
El profesor Eliseo González, ante la pregunta: ¿Por qué se decidió por la Educación Especial?, responde de la misma manera: “Aquí el verbo está en el corazón. El lenguaje es un reflejo condicionado, que se enseña. La sistematicidad de todo un colectivo es fundamental”.
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