Más de 40 000 plantas de piña se señorean en los áridos terrenos de Michel Valdivia, perteneciente a la Cooperativa de Créditos y Servicio (CCS) Víctimas de la Coubre, de Sancti Spíritus
Cuando el guajiro Michel Valdivia Torres entongó los matules en la finca Buenos Aires, por Planta Cantú, y decidió con su familia bajar de la montaña y asentarse en Vereda de Vaca, en las proximidades de Tuinucú, no tenía la completa percepción de lo que le esperaba.
“Ni caminos había y todo estaba copado de marabú y malezas —describe—. Solo quedaba echarse el machete a la cintura y el hacha en el hombro y meterle con todas las fuerzas que traía. Aquello estaba feo, pero nada me asusta”.
PARTO EN MEDIO DE LA NADA
Apenas comenzaba a caminar el año 2002. Una pequeña familia, intentaba llegar con una carreta repleta de muebles, útiles de cocina y otras pertenencias a Vereda de Vaca. El tractor apenas podía subir las pendientes.
¿Será un mal augurio?, pensó Michel, pero manos solidarias aparecieron y logró asentarse en lo que para él es hoy una finca divina.
Su nueva caballería de tierra se transformaban a cada golpe de hacha y machete, “porque no había otra forma de hacerlo”, revela el guajiro. Nunca pensó en las sombras porque desde aquel instante, para su familia, Vereda de Vaca sabe del sol.
“Cada vez que limpiaba un pedazo, sembraba yuca, boniato, plátano o alistaba para meter algunas cabezas de ganado vacuno. Todo fue así hasta hace una década. Me acordé entonces de las piñas que por las lomas mi padre cultivaba y no lo pensé dos veces. Al menos haría el intento de fomentar un piñal”, dice con el verbo tranquilo y seguro.
Hoy más de 40 000 plantas de piña se señorean en los áridos terrenos de Vereda de Vaca, finca perteneciente a la Cooperativa de Créditos y Servicio (CCS) Víctimas de la Coubre, del municipio de Sancti Spíritus.
“Cultivar piñas no es difícil pero sí muy incómodo, más si no recibes en tiempo los recursos necesarios. Pero eso no me frena. Ya el año pasado acopié 10 toneladas de la fruta y en este voy por esa misma cifra. Vendrán sequías como esta, podrá aparecer cualquier obstáculo, pero le estoy poniendo el brazo al piñal, porque es lo que más resultado me da. En un tiempo no quedará espacio aquí que no tenga piñas sembradas”, dice enfáticamente Michel.
“Cuando comencé apenas sabía de este cultivo; con las enseñanzas de mi padre que lo había experimentado en las montañas de Planta Cantú y a golpe de trabajo, paciencia y mucho sudor ya le sé de casi todo a estas plantaciones; son una bendición”.
LOS OTROS ACERTIJOS DE VEREDA DE VACA
Dice Aurora Rodríguez que a su esposo Michel Valdivia jamás lo sorprende el amanecer en la cama. Apenas sale el sol se va a los trajines del ordeño y no para hasta que la noche aparece.
Porque en la finca el trabajo va más allá del piñal.
“Casi despierto enyugando los bueyes, reúno las vacas de ordeño y sus terneros. Termino esa faena; me voy al cañaveral a garantizarle la comida al rebaño, porque a esta altura el pasto escasea, mientras que mi esposa se encarga de echarles cañas a los cerdos y alimenta a las gallinas.
“Tengo la tierra lista para cuando caiga un chubasco sembrar frijoles y viandas, arreglo una cerca. No hay descanso y tu mayor consuelo es lo que produces, entre pequeños valles y las elevaciones típicas de mi finca. Tengo la suerte de tener el río Tuinucú cerca y eso me salva al ganado de la sed”.
¿Algún proyecto en mente?, inquiero a Michel.
“Puede que a la vuelta de un tiempito corto vengas y veas más piñas sembradas y chivos y carneros por toda la finca. Pa’ ello le estoy metiendo a un área nueva que está de marabú hasta el cielo. Pero la voy venciendo. Mudarme de Buenos Aires a Vereda de Vaca tiene ya su recompensa”.
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