Así se considera Rafael González Morales, quien en poco tiempo y con un peculiar ímpetu creativo se ha colado en el panorama de las artes visuales espirituanas
Pocas fueron las personas que en el 2015 no admiraron una lámpara gigante que aterrizó en pleno bulevar yayabero. Además de sus dimensiones y funcionalidad, llamó la atención el minucioso trabajo de su creador de empalmar tuercas, tornillos, un plato de bicicleta, resistencias de hornillas eléctricas…, desechos sólidos para muchos inservibles y que en esa nueva estructura aparecieron como elementos intrínsecos de una obra de arte.
Bajo el título Nuevos tiempos de luz, esa instalación de gran popularidad en los días en que se mantuvo en la céntrica calle espirituana permitió que Rafael González Morales diera sus primeros pasos dentro del panorama de las artes visuales, al ser premiado en el II Salón de Arte Joven Contemporáneo Vita Brevis.
Verdadera bocanada de aire fresco que dio luces no solo cuando la oscuridad se apoderó de la transitada arteria, sino a un estilo que, aunque perfectible por su lozanía en el panorama artístico, surgía con un ímpetu arrollador que demostró, poco tiempo después, cuánto aún daría por hablar. Supo, desde ese primer momento, traspasar las habilidades artesanales para convocar a la reflexión problematizadora.
“El Rafa artista siempre existió, lo que nunca se lo había tomado en serio. A veces me he lamentado por no haber empezado antes, no estudiar en una escuela especializada en arte y quedarme con los proyectos engavetados. Por eso desde que comencé no he parado. He aprendido a no tener miedo de mostrar mis creaciones y escuchar cada opinión acertada para mejorar constantemente”, dice, quien en su taller de bicicletas descubrió cómo la tradición del arte reciclado puede ser una propuesta inteligente y atractiva para el público.
“Con anterioridad había creado. Trabajaba la cerámica; había esculpido la madera, pero nunca me lo había tomado en serio. Fue, entonces, que antes del Vita… me presenté al Salón Regional de Arte en Santa Clara con un pieza de pequeño formato titulada El caballero negro y obtuve dos premios. Lo hice por azar porque no pensé en alcanzar esos resultados y cuando las personas de aquí me comenzaron a felicitar supe la buena noticia. Decidí, a partir de ahí, tomarme esto más en serio”, añadió.
Luego, se lanzó a otro reto aún mayor que el de la creación de la popular lámpara y emplazó en plena Galería de Arte Oscar Fernández Morera, de Sancti Spíritus, durante los días del XX Salón Provincial de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA), un Quijote montado sobre una moto Harley Davidson.
Verdadero riesgo al imbricar lo clásico con la contemporáneo, “fundido”, además, por el arte reciclado, pero que volvió a cosechar no solo el aplauso del público, sino que se convirtió en la pieza más laureada del certamen.
“Fue juntar, como he dicho en otras ocasiones, aceite y vinagre. Pretendí referenciar al Quijote, personaje universal en estos tiempos. Al parecer dio resultado porque las personas todavía me identifican por esa pieza”.
¿Por qué apostar por obras de gran tamaño?
Me siento cómodo. Quizá tiene que ver con que estudié mecánica. Tengo un taller y, prácticamente, esa materia prima difícil de trabajar se doblega mejor en esas dimensiones. Pero, simplemente sigo lo que pienso. No es que diga esto va a tener tantas dimensiones, solo creo tal y como me llega a la mente.
¿Qué necesitas justamente para crear?
Materializo la idea que pasa por mi cabeza. La tomo y, muchas veces, la llevo a un boceto. Luego me adentro en el taller y la convierto en realidad. Hay algunas que me roban más tiempo que otras, pero al final salen porque les pongo mucho empeño.
Dan fe de esa espontaneidad creativa una decena de premios, sobre todo en salones convocados por la ACAA y las diversas exposiciones colectivas organizadas por el Comité Provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y el Consejo Provincial de las Artes Plásticas en Sancti Spíritus.
Su más reciente muestra personal Arte reciclado también confirmó que el abstraccionismo confeccionado con una materia prima olvidada por varios de sus homólogos nace gracias a un oficio comprometido con un contexto que, muchas veces, precisa traspasar las fronteras de lo convencional.
En esa exposición conjugó restos de hojalatas, metales y cartones circulares y cuadrados con brochazos gestuales para imprimirles a las obras mayores tensiones. Particularidades que evidenciaron la madurez que, poco a poco, toma como un artista, aún en ciernes.
¿Qué te gustaría dejarle a Sancti Spíritus?
Algún día me llegará la suerte y buena noticia de emplazar algo en la ciudad para que forme parte de su belleza y autenticidad. Para eso, creo que me he estado preparando. Tanto la instalación Nuevos tiempos de luz como el Quijote o el pescado gigante que presenté en el último Salón Oscar Fernández Morera demostraron que el público disfruta de esas piezas.
A pesar de los éxitos cosechados, Rafael González Morales sabe que aún precisa enfrentar muchos “molinos de viento” en el complejo camino de las artes plásticas. Sus mejores lanzas serán la perseverancia e insistencia, tanto en el estudio para madurar su técnica como en la práctica para no sesgar la creación. Solo así seguirá desafiando al tiempo y conquistando nuevos públicos que reconocen su valía como creador.
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