Los habitantes de un recóndito paraje de Yaguajay, cuyos bienes fueron destrozados por el huracán Irma, asisten al nacimiento de una comunidad nueva con la que nunca soñaron
No todos los ojos de los que asisten al acto de entrega de una treintena de viviendas de tabla de palma y techo de zinc en Seibabo vieron los destrozos causados allí por los vientos y las lluvias del huracán Irma, pero algunos sí tienen elementos de comparación.
Hay, entre las autoridades que acompañan a los damnificados en el comienzo de este nuevo capítulo en sus vidas, personas que lloraron junto a ellos al ver derrumbadas no solo las casas, sino también algunas esperanzas. Pero este 28 de diciembre vieron en aquellos mismos rostros, además de alegría y humildad, el agradecimiento inmenso por estar recibiendo algo con lo que, según declaran ellos mismos, no soñaron jamás.
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Mediante una inversión que superó la cifra de 1 254 800 pesos, de acuerdo con la explicación ofrecida en la ceremonia por Néstor Borroto, director provincial de la Vivienda, se ejecutaron trabajos de proyección, construcción civil de terrazas de nivelación, infraestructuras de abasto de agua, residuales y electricidad; se vertieron 540 toneladas de asfalto en los nacientes viales, se construyeron las aceras y se habilitaron las áreas verdes que pronto lucirán su esplendor.
“Ha sido un cambio de la noche al día, por todo esto lo que había era un sembradío de frijoles y muchas matas; las contadas casas que había por aquí casi ni se veían del hierbazal”, detalla Juan Castellanos, uno de los beneficiados que en su juventud combatió en Angola en calidad de tanquista. Eduardo Eloy López, donante de sangre y cooperativista, asegura que si bien estuvieron de por medio muchas empresas y trabajadores, fue Fidel fue quien les dio la maravilla que estrenan ahora.
Seibabo, un asentamiento en el Consejo Popular del mismo nombre, con 402 de sus 591 viviendas afectadas, ya tiene solucionado el 66 por ciento de los daños en moradas. Días atrás ya habían sido entregadas dos de esas nuevas cuyos beneficiarios no se cansan de alabar, a la entrada de la comunidad y distantes una de otra. Pero las 30 concentradas que conformarán un Comité de Defensa de la Revolución, dispuestas en hileras y pintadas de diferentes colores, con alumbrado público, tanque elevado para el agua sobre los baños de placa, calles y un parque infantil al final, lucen realmente regias.
No lo dice el visitante ajeno al ajetreo de los menos de tres meses en que se construyó todo —tiempo récord, subrayan tanto ejecutores como autoridades locales y damnificados—; lo expresan con o sin palabras quienes desde ahora ocuparán esas edificaciones, que no distinguen entre un beneficio u otro y engloban en una frase su gratitud: “Todo está lindo, cómodo y duradero, estamos más que agradecidos a la Revolución”.
Y luego de los rostros conmovidos de los guajiros, mientras las autoridades del Partido y el Gobierno les entregaban sus llaves, en una ceremonia a la que asistieron todos los organismos y entidades que aportaron sudor y esfuerzo en días cuando sus asuntos y sus familias quedaron lejos de su ocupación, vino la Gala artística.
Entonces Talía Rodríguez, la joven de 18 años que andaba de rojo, como la casa que recibió, y que no pudo hacer declaración alguna por causa de su timidez, presenció una puesta en escena en la que se esmeraron los estudiantes de la Universidad de Sancti Spíritus José Martí Pérez, de vacaciones, pero presentes para agasajar a gente humilde que lo merecía.
Entonces Natividad Colina, la abuela que agradeció por ella a los trabajadores arroceros y forestales que protagonizaron la construcción, tuvo rostro de emociones y lágrimas. Entonces un guajiro de avanzada edad que no perdió la casa, pero entiende de solidaridad y de altruismo, gozó con la estampa campesina. En ella una pareja universitaria reflejaba al hombre obstinado y a la mujer previsora de Seibabo, ante las alertas por la cercanía de Irma, que terminaron evacuándose y, luego, con una de aquellas casitas a la usanza de los campos cubanos, pero con un estándar superior de habitabilidad.
La calidad de las interpretaciones fue impecable. Trozos de la Historia de Cuba, a modo de performance, aparecían de entre los mismos lugareños, que asistían al asombro de un espectáculo nunca visto. Y lo mismo Lilia Heriberta, de 57 años, que Mislaydi Parrado, con sus tres hijos, o Elio Díaz Obregón, el hombre delgado de ojos claros que permaneció de artillero en Angola por dos años y ahora hizo de todo en el reparto naciente, se sintieron muy importantes.
Es entendible por qué los niños de Seibabo andan como mariposas de flor en flor, por qué se apresuran en el recuento de los fangales que había “por todo esto” y por qué Fabio Alejandro, que se fue para Yaguajay, pero quiere regresar con sus abuelos, insiste en que la única casa de antes era “aquella junto a la verde de tablas”. Habla de la morada de Iraida Herrera, al lado de la cual, con color esperanza, nació hace muy poco la de su hija.
GRACIAS REVOLUCION , gracias por estar siempre al lado de nosotros, felicidadades en 2018 para el colectivo de Escambray que proximamente estara de aniversario
Da gusto ver algo así, con tan linda apariencia y tan buena calidad. Y es verdad que gracias a la revolución es que lograron tener de nuevo techo y bienes, por eso el campesino que dijo que había sido Fidel tiene razón, porque si no fuera por Fidel no habría revolución.
Gracias por mostrar este logro, que casi en ningún otro lugar, si es que lo hay, se consigue luego de que un ciclón tan grande arrase con todo. Cuba es Cuba.
Si muy bonitas las casitas lalo, hasta que pase otro ciclón. Se habla cada vez que pasa un ciclón de hacer las viviendas más fuertes y más confortables. En eso solo se queda, en hablarlo, no se hace lo que se dice. Las casas que derriba un ciclón, hay que hacerlas de manposteria para cuando pase otro no ocurra lo mismo. Por eso cada vez que ocurre un fenómeno meteorológico de este tipo hay tantas viviendas afectadas y el que dijo que esas casitas no las derriba un ciclón, no vive en una similar. Los esfuerzos hay que encaminarlos a mejorar las viviendas y hacerlas sobre todo RESISTENTES a huracanes. Vivimos en una isla que casi todos los años es afectada por ese tipo de fenomeno y eso es lo primero que hay que tener en cuenta.
Con permiso del señor Lalo, me tomo la atribución de explicarle al ingeniero Arley algo que tal vez desconoce: es la primera vez que, al menos en esta provincia, se construyen casas destruidas por un huracán con esa tipología. Madera de tabla de palma no significa chatarra, así estaban construidas las de nuestros viejos y muchos ciclones resistieron.
Estas están hechas a conciencia, tienen zapatas y horcones fuertes; habrá que ver cuando suceda, que ojalá no pasara ninguno más, pero bien sabemos que sí ocurrirá, si resisten o no.
No obstante, el baño de cada una de ellas es amplio, de placa sólida y con un tanque de abasto de agua encima. Caben en él unas diez personas, si se aprietan. Puede que hasta más—Ya en varias contingencias de esa índole se ha probado que es posible guarecerse bajo techos seguros incluso en grandes grupos.
Es verdad, todas deberían hacerse de mampostería y placa, pero, amigo, son tantas las que se han afectado esta vez, y en otras. De todos modos, su sugerencia vale, los responsables podrán valorarlo y de hecho, creo que Irma ha servido para pensar mejor las cosas en ese sentido. Gracias por su opinión.
Faltó decir, lo agrego ahora, que Seibabo fue el lugar más fuertemente dañado por Irma en Yaguajay, y en la provincia.
Y también que muchos de los beneficiados en esta corrida tenían por casas algobastante menos confortable que las que han recibido. Así lo declararon a la prensa,.