La rápida reacción del Estado cubano ante el huracán Irma redujo la cuantía de los daños y, sobre todo, minimizó el número de víctimas humanas, que pudieron sumar cientos
Todavía bajo el impacto de los estragos causados por el poderoso huracán Irma, cuando apenas se empiezan a cuantificar daños en plena etapa recuperativa, resulta oportuno destacar que, con todo y las grandes afectaciones sufridas y la deplorable pérdida de 10 vidas humanas, estas han sido considerablemente reducidas teniendo en cuenta la magnitud y violencia del referido huracán categoría 5.
Porque es un hecho que Irma azotó la geografía cubana desde Camagüey hasta las provincias habaneras con el descomunal empuje de sus vientos —y con las penetraciones del mar a casi todo el entorno insular—, con potencialidad para provocar cientos o miles de víctimas, tal cual lo hizo en su momento el ciclón Flora, solo que ahora se encontró con un muy perfeccionado sistema de defensa civil, obras protectoras y de infraestructura, y embalses, presas y micro presas de todos tipos y tamaños a lo largo del verde caimán caribeño, puestos en función de preservar vidas humanas y bienes materiales.
Mucho ha hecho el Estado cubano para proteger a la población y sus bienes, algo que se palpa a cada paso en cada territorio, comunidad y barrio del país, hecho imposible de ignorar por su contundente manifestación objetiva; empero, aún así se han producido 10 dolorosos decesos debidos en su inmensa mayoría a la contravención de las normas dispuestas por la Defensa Civil en caso de meteoro, como negarse a ser evacuado, tocar cables eléctricos, deambular por zonas inundadas o bajo fuertes vientos huracanados, entre otras imprudencias.
Las autoridades mucho pueden hacer, y de hecho lohacen, para proteger a los seres humanos, pero los ciudadanos estamos en el deber de preocuparnos por nuestra propia integridad y la de las personas a nuestro cuidado.
Mientras se trabaja a brazo partido en la recuperación, vale la pena señalar que los postulados del socialismo cubano, presentes en la Carta Magna y en los documentos normativos referidos al individuo y la sociedad ponen al ser humano en el centro de la atención del Estado y, por lo tanto, lo priorizan en cuanto a su bienestar, seguridad y protección, algo que se potencia aun más en el caso de fenómenos naturales o eventos que, como Irma, puedan comprometer su integridad física.
De igual forma, como se parte del hecho de que la sociedad que construimos se inspira en el axioma martiano de “con todos y para el bien de todos”, los bienes individuales y colectivos forman parte del interés de toda la colectividad, y por lo tanto, de toda la nación y sus órganos de gobierno. Ese ha sido el secreto a lo largo de estos años de las mínimas pérdidas humanas registradas en el país a partir del catastrófico paso del ciclón flora por el oriente de la Isla en octubre de 1963.
El primero en percatarse de la importancia primordial de encarar el factor seguridad de una forma concentrada y multisectorial, fue el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, quien expuso la política de la Voluntad Hidráulica, partiendo de que el citado huracán de 1963 pudo causar tantas víctimas, no tanto por los vientos como por las inundaciones que provocó en su errático deambular por la antigua provincia de Oriente y la de Camagüey.
El programa de la Voluntad Hidráulica ha requerido desde entonces la inversión de miles de millones de pesos con el doble propósito de hacer controlables las grandes avenidas pluviales en el caso de eventos climáticos, y, a la vez, disponer de amplios volúmenes del líquido para el consumo humano, animal, industrial, el riego y la acuicultura.
A ello se suman los esfuerzos que hace el país en la producción de materiales de la construcción, el otorgamiento de créditos a miles de personas y otras facilidades para edificar o mejorar el fondo habitacional cubano, lamentablemente deteriorado tras el freno que nos impuso el período especial que vivió Cuba en los años 90.
Con estos antecedentes, ahora que el General de Ejército Raúl Castro ha llamado a la batalla recuperativa desde el Oriente al Occidente de la Isla y ha reiterado que nadie quedará desamparado, cabe vaticinar que esta será otra lucha ganada por nuestro pueblo en la larga epopeya de la Revolución.
Una pregunta: – ¿En qué país el ser humano no es lo primero cada vez que se da una situación de este tipo? me preocupa la exageración desmesurada y sin sentido de este titular.
Para no ir muy lejos, José, el mejor ejemplo lo tenemos ahí mismo, frente al muro del malecón habanero; es decir, en La Yuma, como llaman al Imperio los bobalicones e ignorantes, adoradores de dioses falsos y soñadores de quimeras que quieren ver dorado lo que es gris opaco. El capitalismo en general y el yanqui en particular, son paradigmas de la poca preocupación por el individuo porque allá se adora a los superdotados, a los triunfadores, como dicen ellos, y aborrecen y desprecian a los menos aptos para enfrentar las vicicitudes del sistema y las desventajas físicas y mentales.
De que el capitalismo en yanquilandia se preocupa poco por sus ciudadanos, lo dice todo el hecho de que habiendo incontables departamentos vacíos, millones de personas no tengan un techo donde cobijarse y muchos vivan bajo los puentes o en campamentos de trailers, de los llamados remolques, comiendo muchas veces sopas de caridad. También, que el Gobierno lo ejerza el 1 por ciento de la población; es decir, los grupos de poder liderados por multimillonarios.
Recordar sino que cuando el huracán Katrina, el ex presidente George W. Bush tardó demasiado en reaccionar y también las autoridades federales, hasta el punto que hubo miles de víctimas, la mayoría de las cuales, hubieran podido ser salvadas de haber una preocupación real por parte de los resortes de poder de ese macro estado que son los Estados Unidos. Pero hubo un pretexto: el Gobierno no pudo dar su apoyo oportuno porque casi no disponía de helicópteros, ya que estos se encontraban participando en -la agresión a Iraq- la guerra de Iraq; es decir, matando gente en lugar de salvar vidas. Como regla, cuando hay un desastre en otro país, ellos envían tropas, en lugar de enviar rápida y copiosa ayuda que siempre será incomparablemente más barata que una intervención militar, como ocurrió en Haití durante el último gran terremoto. Esa es la realidad.