El paso del huracán Irma por la provincia también dejó impresiones en los pobladores de la comunidad perteneciente al municipio de Yaguajay
Todavía Juana Brito Sorís recuerda que ella subestimaba el paso del huracán Irma por el norte espirituano; decía que no, que los pronósticos pudieran estar equivocados, que ellos vivían más acá que la gente de Yaguajay —más al centro del territorio, alrededor de 20 kilómetros de la cabecera municipal—. Por si las moscas, aseguró lo que pudo su casa de madera y se protegió en la de al lado. “Esa de azul”, dice.
“Nos levantamos a la 1:35 a.m. del sábado (9 de septiembre) y estaba que chiflaba el viento. Aquella casa tiene techo de zinc, incluso así, bajo el ciclón hubo que amarrarle más el techo porque se levantó tres o cuatro veces”, rememora mientras observa las serias afectaciones que tiene su hogar. Las pertenencias, resguardadas en el mejor espacio, esperan, mientras ella permanece en la casa del vecino solidario.
Como ella, la joven Yaylín Cruz Cala revive los momentos en los que por minutos creyó que ante cualquier ventolera que pretendiera colarse por puertas y ventanas en la casa de placa donde se protegió para el paso del evento, ella saldría corriendo con su pequeño Daniel de apenas 10 meses, y se colocaría dentro de un escaparate o debajo de la meseta, “donde fuera, para protegerlo”.
“A mi mamá la cogió en esta casa y a mi papá casi le da una cosa, ella iba a ir para la de al lado, pero no le dio tiempo. Hay gente que salió a mirar, cómo voy a salir yo a mirar una casa, ¡que se caiga!, hay que proteger la vida. Tenía tremendo nerviosismo, yo nunca había pasado un ciclón así y pensaba en el niño”, dice mientras su pequeño de 26 libras se mueve encima de ella y parece sentirse curioso por la grabadora de voz que Escambray utiliza en este pregunta que te pregunta.
Sin duda, las historias van y vienen mientras la gente busca “volver” a su vida, prepara los alimentos y recoge los añicos que quedaron de los árboles ante la fuerza de los vientos.
Yosvani Pérez Rodríguez es uno de los jóvenes que no olvidan el valor de las comunicaciones en tiempos de este tipo de contingencia. Lo mismo se mantenía informado a través de la emisora de radio de Yaguajay, que llamaba a unos amigos en La Habana o a través de las informaciones del Centro de Pronósticos del Instituto de Meteorología de Cuba en el teléfono 07 8666060.
A sus 33 años y como máster en Ciencias de la Educación, con conocimientos aprehendidos de lo que significan huracanes de gran intensidad, reconoce: “Hay algo que está claro, las personas creyeron que cuando estaba cerca del norte de La Habana no debía seguir afectando, pero al tener un radio y un diámetro tan grandes, estaba allá y aquí, y el que vio el periódico y toda la trayectoria observa cómo en un momento se viró más para acá. Lo importante es que estamos vivos, y tenemos confianza. El cubano se repone, uno ayuda al otro y el otro, al otro. Lo que queda es trabajar”.
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