Fundadora de la Nefrología Pediátrica en Sancti Spíritus, Ernestina encontró en la Medicina su mayor pasión
-“¿Tú tienes familia en Villa Clara?” le preguntó quien tenía la intención de ser benévolo con la ubicación laboral hasta ese momento predeterminada para Las Villas. “En Cifuentes”, respondió ella. Él miró los papeles. Sintió conformidad al decirle “¡Ah!, en Cifuentes hace falta un relevo”. “Pero no me mandes para allá”, solicitó la muchacha apenas su interlocutor pronunció la última palabra, dueña de esa determinación que la haría célebre. “Está bien, te voy a mandar para Sancti Spiritus”, consintió.
Han transcurrido más de cuatro décadas desde el día en que Ernestina Reyes Navarro supuso que comenzaría su vida como doctora en un municipio espirituano y hasta su papá le repasó los nombres de cada demarcación para que se familiarizara con la geografía de ese territorio. Pero para su sorpresa le aguardaba una plaza en el cuerpo de guardia del hospitalito de Colón, hoy Hospital Pediátrico José Martí Pérez, ubicado en la misma ciudad del Yayabo.
El empuje de aquella recién graduada no ha cambiado, aunque se supone que a los 74 años al menos duelan las piernas de tanto velar por la salud de los pacientes, sin embargo, solo es más lento su andar.
Sentada en una butaca, la fundadora de la Nefrología Pediátrica en Sancti Spíritus examina toda su vida a petición de Escambray, en medio del murmullo de estudiantes y colegas que intercambian mientras escriben en las historias clínicas e indican análisis complementarios.
¿Por qué no quiso que la ubicaran en Cifuentes, donde estaban sus padres, hermanos, el hogar?
No sé… es que cuando yo estaba estudiando en La Habana en tercer año de la carrera me tocó hacer un mes de asistencial allá y creo que no me sentí cómoda, quizás porque las personas me conocían. Yo soy villaclareña, pero me siento espirituana. Te lo digo de todo corazón: las relaciones, el trato, la manera en que me acogieron a mí en esta ciudad no es ni parecida. Posteriormente decidí que me quedaría a vivir aquí.
LA MEDICINA COMO UNIVERSO
Narra con elocuencia cada etapa de su vida. Reconocida como maestra de maestros, la profe de tantas generaciones de médicos recuerda los días en que cada padecimiento incógnito era una noche de estudio. Avanza en los años y vuelve atrás para tejer en el diálogo los signos que se revelan imprescindibles para nutrir a una galena de la vieja escuela.
“Éramos dos posgraduados en el cuerpo de guardia, y teníamos que enfrentar todas las patologías, la cantidad de pacientes que venían era inmensa, de toda la región, todavía Sancti Spiritus no era provincia. Al especialista que estaba de guardia localizable lo consultábamos cuando ya no quedaba más alternativa, teníamos que ver hasta Neonatología, 42 años atrás, te puedes imaginar cómo estaba la Medicina, hubo un avance muy grande desde que yo me gradué hasta la actualidad”.
Los niños son siempre una prioridad y los recursos estaban escasos…
“A mí siempre me gustó la Pediatría, al llegar aquí y estar en contacto directo con los niños me di cuenta de que era eso lo que quería. Nosotros estudiábamos por la noche las patologías de los pacientes que dejábamos en la sala para hacer un planteamiento diagnóstico al otro día. Trabajábamos con muchísimo cariño y cuando tú trabajas con amor, aunque en ese momento no cures al enfermo, al menos la persona se siente satisfecha. Nosotros le teníamos mucho amor a la carrera, la generación de ahora también la tiene, pero en aquella época era más todavía por algo que yo le digo a los jóvenes, ellos no conocieron lo que es el capitalismo y no saben lo que tienen en sus manos; a pesar de que lo tienen todo, ellos piensan que les falta todo”.
¿De qué manera usted inició un camino particular tempranamente dentro del contexto médico espirituano?
“Durante la especialidad que hice en Santa Clara me interesó la Nefrología y a mi regreso al hospitalito ya como especialista de primer grado en Pediatría, en 1982, aquí no había sala de Nefrología. Entonces yo le dije a Luis, el director, que si había posibilidad de que me diera un cubículo para tener separados a los niños que tenían un diagnóstico de este tipo de enfermedades y él accedió”.
Después de conquistar aquel espacio único para las enfermedades renales de los infantes, comenzó una nueva conquista: la del conocimiento. La capital cubana se convirtió otra vez en el destino, esta vez para recibir varios cursos de entrenamiento, hasta que llegó el diplomado de Nefrología, aunque leería cuanto libro le facilitaron. Incluso las relaciones profesionales con médicos del Instituto de Nefrología de La Habana le posibilitaron consultar las dudas que surgirían en la cotidianidad.
¿Cómo maneja las complicaciones de sus pacientes?
“Primeramente se les dice a los padres que su niño tiene una enfermedad crónica renal, que no hay un medicamento que lo cure, que hay que tratar de prolongar la evolución de la enfermedad, ya que en un final implica el trasplante, si el niño tiene capacidad para entenderte se habla con él. Hay que explicarle todos los detalles a los padres, hasta dónde puede llegar el estudio aquí en Sancti Spíritus, nos apoyamos también en los psicólogos, hay que tratarlos como si fueran familia propia, por eso la relación que se crea con ellos es muy grande. Se les dice que aunque su hijo tenga una dieta hay que insertarlo a la vida normal y que se desarrolle física e intelectualmente como los otros niños”.
Maternidad y Medicina son dos carreras sin horarios…
“Mi esposo venía cada 15 días porque trabajaba en La Habana, hasta que se jubiló a los 60 años, así que siempre estábamos solas la niña y yo, no podía hacer guardias por la noche porque no tenía con quién dejarla, pero cuando hacía guardia de día mis vecinos, muy buenos vecinos, me la recogían de la escuela por la tarde. Unos años después mi sobrina vino a estudiar Medicina y pude incorporarme como deseaba a las guardias de 24 horas, porque ella me la cuidaba. A pesar del cansancio por las guardias los fines de semana la llevaba al parque infantil, a las piscinas…”.
Ernestina Reyes confiesa sentir que le inyectan adrenalina cada día en el ejercicio de la profesión. La familia también está en el pediátrico: su hija como licenciada en Histopatología y la sobrina es médico intensivista. Un instrumental de Richard Clayderman, sembrar plantas o jugar con su nieta, embelesan su espíritu lejos de la bata blanca. Guardado como reliquia invendible, el Moskovich que le regaló Fidel al regresar de la misión de Angola en 1977.
Durante nuestra conversación usted ha dicho varias veces que su punto de partida es la Revolución, ¿cómo experimentó ese proceso?
Yo estudié hasta la primaria y mi papá, que era campesino pobre, no pudo pagar un peso mensual para que estudiara Corte y costura, así que estuve tres años vagando en mi barrio de un lado para otro sin hacer nada. Cuando triunfó la Revolución yo tenía 15 años. Para mí el Primero de Enero de 1959 fue como si una varita mágica me convirtiera en la princesa que entonces pudo ir al baile, lo que era imposible se hizo realidad.
Dra Ernestina, exelente profesional y may preocupada poor sus pacientes y alumnus. Era mi Vecino have muchisimos años y education a su hija con muchos valores y may buena education, y su sobering muy buena persona tambien. Desde Tierra’s lejanas mi caluroso saludo para Ella y su familia. Gracias