La judoca espirituiana busca, por ahora, la clasificación para los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla, Colombia, en el 2018
Dayaris Mestre Álvarez volvió a los tatamis, casi 10 meses después de acogerse a lo que denominan año sabático. “Queridos amigos de nuevo al tatami, gracias a Dios, más fuerte que nunca y decidida a lo que deseo”, escribió en su muro de Facebook.
Descansar fue la decisión que tomó tras regresar de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Entonces llegó con cierta frustración por aquella medalla, que pretendía ser su primera y se le fue de las manos, primero al perder en semifinales ante la coreana Bokyeong Jeong y luego en la discusión del bronce contra Otgontsetseg Galbadrakh, a quien iba venciendo por dos shidos.
Ya en casa llegaron las dudas y también las decisiones. “Quiero ser mamá lo más pronto posible, pero si no viene en el camino voy a buscar la clasificación para las próximas Olimpiadas”, sentenció para Escambray y anunció además su retiro temporal de los tatamis. “Necesito cogerme un tiempo, fueron muchos años de esfuerzo y sacrificio, y para enfrentarme otros cuatro años preciso tomar un buen descanso para que el cuerpo vuelva a asimilar esa carga de entrenamiento y ver hasta dónde puedo seguir, estoy muy incómoda, tengo un objetivo y tengo que decidir: o ir al Mundial o ser mamá”.
Hace dos semanas concretó lo que le llevó meses madurar. Ya entrena en la capital en los colchones que le acogen desde hace más de una década en la más alta expresión del alto rendimiento.
Lo hace con unos 10 kilogramos por encima del peso con que ha conquistado decenas de medallas: “Siempre dije que regresaría después de un año. Estuve 10 meses sin hacer nada, ese tiempo fuera del judo ha sido de descanso en serio, estoy en 58 kilogramos y trataré de bajar hasta 50, aquí estoy de nuevo, sé que lo voy a lograr con preparación y sacrificio, como siempre”.
La anima un proósito definido: buscar la clasificación para los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla, Colombia, en el 2018.
En esa propia tierra, pero en Cartagena de Indias en el 2006, la pequeñita de la barriada de Jesús María obtuvo su primer título centroamericano, aunque en los 44 kilogramos. Ocho años después logró su segundo en Veracruz, México, ya en 48 kilogramos, el mismo peso que la llevó a la plata en los Juegos Panamericanos de Guadalajara, México, y al oro de Toronto, Canadá, en el 2015.
“Para los Centroamericanos, ya estaré de nuevo en los 48 kilogramos”.
Lo dice con la misma seguridad que la ha llevado a conquistar sus mejores saldos. Pero como no tiene ya la lozanía de aquellos años, a punto de cumplir los 31, Dayaris está consciente de los rivales a derrotar sobre el tatami.
Como sucede en todos los deportes, la espirituana viene a disputarse un puesto en un país donde las yudocas suelen darse con la misma facilidad que la hierba. Eso sí, le sobran las ganas y la fuerza de la primera vez: “No veo ningún riesgo para mí, solo es el peso. Rivales en Cuba sí hay, pero no tienen tanta experiencia como yo”.
Por ahora piensa en la manera de insertarse en las competencias clasificatorias o la recuperación de un buen lugar en el ranking que la puedan conducir a su tercera cita centroamericana: “Después de tanto tiempo fuera, tengo que asumir un proceso de adaptación, pero pienso que en enero ya debo estar en buena forma para empezar a competir”.
Lo otro vendrá después y ella prefiere esculpir peldaño a peldaño, para construir un camino aún más complicado: llegar a sus terceros Juegos Olímpicos en Japón 2020 y luchar por lo que le ha sido esquivo en las versiones de Londres 2012 y Río de Janeiro 2016.
Más que obstinación, es perseverancia en la consecución de un sueño. Para lograrlo tiene, además de su voluntad y su empeño, que ya son bastante, el apoyo y el aliento de mucha gente más allá de las fronteras espirituanas, razón suficiente para oxigenar su retorno: “Regresé porque no me puedo retirar sin una medalla olímpica”.
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