Fidel Castro y Faustino Pérez convergieron en el torbellino de la Revolución, donde se fundieron en una simbiosis definitiva a favor de la patria
Alguna vez Fidel Castro describió con alta estimación a Faustino Pérez como “la conducta de la Revolución”. Durante los años de la lucha clandestina, en la Sierra Maestra y después del triunfo de 1959 cultivaron una hermandad a toda prueba y compartieron tanto momentos difíciles como de optimismo. Pero tanta fraternidad también incluyó algún momento escabroso.
En el 2014, el propio Fidel en el prólogo del libro Historia de una gesta libertadora 1952-1958, de Georgina Leiva, describió la diferencia de pensamiento que los caracterizó en un momento decisivo de la guerra, el combate de Alegría de Pío, cuando los expedicionarios se dispersaron y ambos quedaron, junto a Universo Sánchez, a merced de la suerte en pleno cañaveral.
En medio del bombardeo enemigo, Fidel tenía la esperanza de explorar el bosque para intentar encontrar algunos compañeros con disposición de lucha. Entonces, relató Fidel, “tuve una amarguísima experiencia. Le explico a Faustino, que era capitán como jefe de una organización aliada, la idea de explorar el bosque y él, que no llevaba ni su fusil, me responde tranquilamente: ‘¡No!, yo pienso que debemos seguir por aquí donde está la caña’. En ese instante me indigné tan profundamente que casi no podía articular palabra. Él provenía del Movimiento Nacional Revolucionario del profesor Bárcenas. Percibí casi instintivamente la enorme fuerza del ‘espíritu pequeño burgués’ que en general era alérgico al marxismo, el leninismo y el socialismo.(…) Me apena decirlo porque Faustino era un hombre valiente, que se sentía feliz luchando en la clandestinidad”.
Sin embargo, el líder revolucionario ejerció una influencia decisiva sobre Faustino, quien describe en su autobiografía del 6 de noviembre de 1981 esos cerca de 15 días como una prueba de significación extraordinaria: “Jamás olvidaré aquellos silenciosos y fervientes diálogos bajo la paja de la caña con la muerte en acecho, jamás ha dejado de influirme y ayudarme aquella gran lección de fe. Fidel nunca dio cabida a la idea de la derrota, siempre mantuvo la convicción del reencuentro, del reinicio y desarrollo de la lucha, de la victoria del pueblo. Allí sentí cristalizar una identificación y una confianza que ninguna prueba posterior ha logrado quebrar”.
EN LA PROA DEL GRANMA
En honor a la verdad, más fueron los encuentros que los desencuentros entre ambos revolucionarios. Los profesores de la Escuela Provincial del Partido Dagoberto Pérez (ya fallecido) y Eduardo González publicaron en el 2005 la génesis de esa simbiosis al recordar que al inicio de la década del 50 Faustino militaba en las filas del Partido del Pueblo Cubano Ortodoxo, pero desde que conoció a Fidel percibió su magnetismo.
El combatiente espirituano mencionó alguna vez aquella ocasión en que se discutía en su propio partido qué hacer con el dinero recogido para pagar la fianza de alguien ya puesto en libertad. Fidel, con su pensamiento práctico, sugirió comprar balas y armas. En ese momento —aseguran los investigadores— se produjo un impacto sugestionador en la conciencia del joven espirituano al estar ante una nueva estrategia para la lucha, la cual posteriormente abrazó de forma definitiva.
El doctor en Ciencias Históricas Julio César Rosabal, acucioso investigador de la vida del médico y político nacido en La Larga, Taguasco, el 15 de febrero de 1920, confirma su fidelidad al Guerrillero del tiempo y asegura en sus investigaciones que, aunque Faustino no pertenecía al movimiento o grupo de 25 y O, fue citado para participar en el asalto a los cuarteles orientales, pero no asistió por desconocer la envergadura del encuentro y porque su madre se encontraba enferma.
Luego de la amnistía de mayo de 1955, Faustino decidió pasarse al Movimiento que preparaba el líder revolucionario y por ello —asegura el estudioso—, se convirtió en “uno de los nueve invitados por Fidel Castro y uno de los 10 presentes en la histórica reunión fundacional del MR 26-7, en la calle Factoría No. 62, el domingo 12 de junio de 1955”.
Con semejante credencial y por su reconocido prestigio, le asignaron la responsabilidad de las finanzas. Al salir el líder revolucionario para México, Faustino además quedó encargado de la propaganda, la organización del Movimiento en Las Villas y Matanzas; y —junto con Armando Hart—, de la constitución del Frente Cívico de Mujeres Martianas.
“En febrero del 56 hice mi primer viaje a México —contó el espirituano en su citada autobiografía—, llevando más de ocho mil dólares recaudados peseta a peseta por la organización del Movimiento entre los militantes y simpatizantes. La significación de aquello hizo exclamar a Fidel en el propio aeropuerto que ya la expedición estaba asegurada”.
Por su parte, el doctor Rosabal recuerda que “ese día Faustino fue declarado Huésped de Honor y se ganó el derecho de la asignación del primer fusil con mirilla telescópica que se comprara. Por tanto, cuando aún no existía la posibilidad del Granma, ya Faustino estaba entre los primeros de la lista de los expedicionarios con armas”.
Luego de varias visitas al país donde se preparaba el viaje, asumió la responsabilidad político-administrativa del último campamento de entrenamiento situado en el estado de Tamaulipas, de donde salió con otros más de 30 compañeros hacia el yate Granma en la madrugada del 25 de noviembre para partir con el grado de capitán en la jefatura en la expedición.
EN LA PROA DE LA SIERRA Y EL LLANO
Protagonista de casi todos los preparativos, luego del traumático desembarco en diciembre de 1956 Fidel le orienta bajar al llano para informar que la lucha proseguiría, reorganizar la dirección donde fuera necesario, preparar al Movimiento para apoyar a los compañeros de la Sierra y enviar algún periodista dispuesto a informar la verdad.
Acompañado de Frank viajó por la isla y reestructuró todo lo necesario. Sin un minuto de descaso, él mismo cuenta que “el 15 de febrero de 1957 salí hacia la Sierra Maestra a una reunión de la Dirección del Movimiento. Llevé al periodista norteamericano Herbert Mathews (…) El 17 de febrero tuvo lugar la famosa entrevista”.
Faustino también resultó el “principal responsable y organizador del impecable secuestro de Juan Manuel Fangio (…), el suceso de mayor alcance internacional que realizó el Movimiento durante la Guerra”, considera el doctor Rosabal, quien precisa que la noticia se publicó en más de 123 artículos de unos 80 medios de prensa en 23 países.
Tiempos intensos describen los anales de la historia: el joven espirituano participó en la primera reunión de la Dirección Nacional en las lomas el 17 de febrero de 1957, preparó sabotajes a la zafra, asumió la dirección del Movimiento en la capital y organizó la Huelga General Revolucionaria de 1958.
Ante el fracaso de aquella acción, del cual se sintió responsable, Fidel le escribió desde la Sierra Maestra para animarlo: “No existe razón alguna para que pese sobre ti más amargamente que para cualquiera de nosotros el revés sufrido. Tienes que ser grande para afrontar la injusticia”.
Poco tiempo después llegó a la Sierra, donde resultó ascendido al grado de comandante y lo eligieron miembro de la Dirección Nacional del Movimiento, junto a Fidel y otros cuatro compañeros. Participó como combatiente en los escenarios de lucha y cuando ya esas montañas se encontraban prácticamente libres se le designó como responsable de la Administración Civil allí para concretar los propósitos de la Revolución.
Horas de cambios y estremecimientos: a inicios de 1959 el gobierno revolucionario lo designó ministro de Recuperación de Bienes Malversados y ya el 26 de julio de 1959 entregó a Fidel en la Plaza de la Revolución 20 millones de pesos en efectivo y bienes recuperados por valor de 50 millones.
Faustino también asumió como responsable de los servicios médicos en la Sierra Maestra, estuvo junto al líder histórico de la Revolución en el combate de Playa Girón, participó en la Lucha Contra Bandidos, se desempeñó como ministro de Recursos Hidráulicos, dirigió la región Sancti Spíritus, trabajó como embajador en Bulgaria, atendió los Órganos del Poder Popular como diputado a la Asamblea Nacional y durante largos años formó parte del Comité Central del Partido.
En su libro En marcha con Fidel, Antonio Núñez Jiménez describió otro punto en común con el elegido de Birán cuando aseguró que “desde aquellos primeros tiempos de la Revolución, Faustino fue un adalid de la ecología”.
Quizás por ello, ya con 70 años y su salud resentida asumió la dirección de un programa de desarrollo agropecuario y social en la Ciénaga de Zapata. Al fallecer en 1992, Pedro Miret lo describió ante su tumba como un hombre “humilde y desafiante”, virtudes que seguramente también le permitieron cultivar con Fidel una hermandad a prueba del tiempo.
Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.