Los peloteros granmenses le dieron a su provincia el primer título en la historia de las Series Nacionales de Béisbol
Por segunda vez en su historia Bayamo ardió y toda Granma también. No fue una quema a la usanza de aquella que probó la entereza de sus hijos cuando prefirieron volverla cenizas antes de entregarla en posesión a los españoles.
Esta vez la combustión llegó por obra y gracia de sus peloteros que le dieron a su provincia el primer título en la historia de las Series Nacionales de Béisbol. Lo hicieron, por demás, de forma rotunda con un 4-0 ante el entonces tricampeón cubano Ciego de Ávila.
Quizás por eso el deleite alcanzó límites de delirio. Muy pocos en Cuba le dieron el favor de los pronósticos al equipo que terminó cuarto entre los cuatro clasificados. Mucho menos ningún cubano, me atrevo a escribir, previó una barrida contundente por parte de los Alazanes.
Eso sí, los muchachos de Carlos Martí se lo creyeron desde que resistieron la presión de estar contra la pared ante Matanzas luego de perder dos en su patio en semifinales. Los caballos se aliaron a lo que mejor saben hacer: batear, y así dejaron sin aliento al recordista de la pelota cubana.
Digamos que Granma lanzó un aviso que al parecer no tradujeron bien los avileños. Con una plata inédita y teniendo por delante al actual titular, solo les quedaba jugar pelota, con nada que perder. El triunfo ante Matanzas con un nocaut de despedida les insufló un ego colectivo que mantuvieron en el terreno vs Ciego de Ávila.
Tuvo en Despaigne un héroe real y simbólico, que arrastra e impone respeto aún cuando su promedio ni roce los 300 y se muestra lejos de los humos que suele provocar el saberse por encima del resto. Así siempre apareció alguien para impulsar la carrera necesaria, desde Guillermo Avilés, el más oportuno de todos, Carlos Benítez, verdadero capitán, Yoelkys Céspedes que se burla de sus pocos años, o un Paumier, más efectivo como tercero que cuando no pudo ser la sombra del cuarto bate.
Ni siquiera los desatinos arbitrales del último partido, ni algunas tácticas conservadoras de Martí como mandar a tocar a Céspedes en un momento de descontrol del lanzador y con dos hombres en base, le restan brillantez al triunfo de los orientales, que ganaron por merecimiento, sin apavientos verbales, sin alardes mediáticos .
Y porque cuando ya se tiene alma de campeón, hasta la suerte hace lo suyo, los orientales aprovecharon al máximo todas las brechas de su contrario y hasta los deslices de los conteos y remataron en el encuentro justo: el cuarto desafío, ese que, de perderse, podía hacer revivir un muerto. Los alazanes vinieron de abajo dos veces, en el partido inaugural y en el del cierre, lo cual habla de la capacidad de un equipo para remontar. En el partido que menos bateó, solo cuatro hits, los granmenses rubricaron su firma de campeones para conquistar un sueño.
Granma merecía el título por su humildad y su entrega pasional, por la soltura conque jugó su pelota, la alegría manifiesta, la actitud y la prestancia, la garra y el empuje. También lo merece Martí por su constancia y sapiencia. Varias veces ha estado este manager al frente de este equipo que no acababa de cuajar en el terreno lo que enseñaba en sus nóminas. Y ahora llegó para él la verdadera vindicación, el título que pudo, por fin, sacarlo de sus casillas y entregarlo a la emoción contenida de años.
Para Ciego de Ávila las palmas. Primero porque por tercer año sucesivo discutieron la corona y no la entregaron fácil a pesar del 4-0. Fíjese que tres de los cuatro partidos terminaron con diferencia de una carrera. Fue, a pesar de todo, un digno rival. Pero justo es recalcar que se desconcertó y no encontró jamás su equilibrio, sobre todo sus bateadores. ¿Acaso subestimó a los granmenses al estar tan ansioso como estaban de enfrentar a Matanzas? Habría que ver.
Ciego se vio maniatado y cortado también. Ello explica por qué en el partido final, para ellos de vida o muerte, no avanzaran los corredores de primera y segunda con un tiro a home, o por qué dejaron tantos corredores en circulación, teniendo hombres de sobra con capacidad impulsadora. Con ocho carreras en cuatro juegos nadie puede aspirar a ganar, mucho menos ante un equipo que cuando quiere hace diez en un solo encuentro.
Hay más. Las dos derrotas en un “Cepero” superabarrotado y delirante, la primera de ellas en extrainning con un cuadrangular del caballo mayor, paralizó a los campeones. Pudo ser el pitcheo certero de los abridores, lo mismo Lázaro Blanco, que Noelvis Entenza o incluso Yoelkis Cruz y el veloz y eficaz reemplazo de Miguel Lahera cada vez que salió. Yo digo que el empuje de los granmenses, capaces de aglutinar un verdadero juego colectivo terminó por desconcertar a todo Ciego, incluso a su manager, que cambió su alineación más de una vez y dejó de más sobre el box a más de un lanzador.
Granma es el campéon y luego pensará, como dijo Martí, en su Serie del Caribe. Antes Bayamo y sus confines desatan la alegría atragantada por 40 años. Por eso sobrevino la apoteosis y ni los anuncios infructuosos e incomprensibles de la amplificación local, evitaron que el terreno del “Barbados” se inundara de caballos.
Les digo algo. No existe fotografía mejor que esa imagen final para reafirmar que el béisbol, a los cubanos, le sigue entrando por los poros, aun cuando no logre colmar las exigencias de la calidad y la técnica. Enhorabuena.
un triunfo muy merecido , ahora abra que esperar por el director al clasico , creo que seria un gran premio dárselo a carlos marti , tiene todo para ello , experiencia , disciplina , autoridad , consagración , resultados y es el campeón de cuba , que mas se le puede pedir , elegir otro seria , para mi , una ingratitud , una mas de las cometidas por la dirección nacional de béisbol , esperemos.