Del amor por ese pedazo de Cuba y de sus pasiones por el deporte, la historia y la escritura… Héctor Cabrera Bernal (Macholín) dialoga con Escambray
Mientras más me acercaba al lugar, los recuerdos fluían a borbotones. Ha pasado todo un año, y allí están el parque con la estatua de Fayad Jamís, el paladar del Moro. Toco el timbre familiar, y una voz mustia, pero sobrecogedora, resuena en el interior de la casa: “Ya va”, se escucha. Y puede sentirse, en la tranquilidad de la calle, el resonar de cierto bastón aproximándose.
Todo estaba igual, pero el primer comentario que hace al verme es: “¡Pero, muchacha, qué grande estás! Casi no te reconozco”. Y pienso que si estoy así, que si en verdad he crecido, se lo debo en gran parte a su ayuda. Él, siempre tan dispuesto a ayudarme. Él, mi profe, manantial de anécdotas. Él, contra el tiempo, los accidentes, el olvido.
En cada presentación que le hacen, antes del Héctor Inocente Cabrera Bernal, va el Macholín. ¿Cómo surge este apodo?
En 1948, cuando nací, antes que a mí, una vecina había dado a luz a un muchacho, que por sus rasgos, se le confirió el apodo de Macho Lindo. Llego yo y, aunque quisieron llamarme del mismo modo, no fue posible por características obvias. Entonces, se quedó el Macholín. Mi mamá me puso el sobrenombre, por eso no puedo ponerme bravo. Hoy, muchas personas ni siquiera conocen mi nombre real.
¿Cuándo y cómo Macholín empieza a vincular el deporte y la pasión por la investigación?
Tanto el deporte como la atracción por la historia son bichitos que siempre he llevado conmigo. Mi padre era un revolucionario que se alzó con la columna de Víctor Bordón en el Escambray, y mi mamá me enseñó a querer eso. Además, ella leía mucho a Martí, incluso sin haber estudiado, y yo lo heredé. Cuando me gradué de profesor de Educación Física en la escuela Manuel Fajardo, me ubicaron a trabajar como entrenador en Santa Clara. Luego, pasé a jefe de Divulgación en Las Villas, y ahí comencé a vincularme con deportistas. Entonces, Luis Acosta, quien había terminado de fundar Tele Cubanacán, me invitó a escribir un programa de curiosidades sobre el deporte. Después, trabajé en la emisora CMHW en un programa sobre la historia de los deportes con Héctor Alomá. Más tarde fui director del Inder en la región de Sancti Spíritus y posteriormente decidí matricular de nuevo en la universidad y me gradué de licenciado en Historia de Cuba.
¿Con cuál libro usted rompe el hielo como escritor?
Ya había publicado algunos artículos en el periódico Escambray. Sin embargo, empecé a interesarme por la historia de Jesús Menéndez como trabajador en las escogidas de tabaco. El estudio me llevó hasta la huelga tabacalera de 1952 en Guayos. Investigué mucho sobre esta, y de ahí surgió mi primer libro, titulado Rebelión de pueblo, una advertencia al tirano. 1952. Dos años más tarde, publiqué Jesús Menéndez, tabaco y azúcar.
¿Qué le aportó el libro Mucho pa’ la chiva a su carrera?
El libro tuvo una gran aceptación, ya que es un compendio de la gente y las cosas sin historia que anda con la gente y las cosas de historia: el popular, el bar de la esquina, quien más cerveza toma, mis queridas parrandas, etc., yo los recogí en mi libro. En realidad, me ha traído muchas satisfacciones, y las personas me lo piden, y quieren que se haga otra edición. A veces me pongo un poco celoso, porque pienso que quieren más Mucho pa’ la chiva que a mis otros dos libros. Ahora me encuentro en el proceso de publicación de Elcire Pérez: por los caminos del héroe, junto a Noelio Ramos Rodríguez; es un homenaje al héroe espirituano muerto en plena juventud, y a quien considero muy pocos conocen. Gracias a la editora Marlene García Pérez, se ha hecho posible el nacimiento de otro de mis hijos.
¿Con qué autores se identifica más?
Me encantan Leonardo Padura, Daniel Chavarría, Wichi Nogueras, Ernest Hemingway; pero leo de todo. Me gusta la poesía de Nancy Morejón, de Carilda Oliver, de Nicolás Guillén.
Usted ha recibido diversas condecoraciones o medallas, entre estas la José (Pepito) Tey y la Rafael María de Mendive, pero, ¿por qué posee usted la Mártires de Barbados?
Porque además de que trabajé 25 años en el Inder, por poco soy una víctima más del crimen de Barbados. Se me había asignado un viaje a Venezuela con el equipo de esgrima, y a mi amigo Manuel Permuy a Berlín. Pero él enfermó, e intercambiamos los viajes, para que no perdiera la oportunidad, y fui a Alemania. En 1976, entonces, él viajó y murió en el incidente de Barbados. No solo él, sino que viajaba mi equipo, todos eran mis amigos. Se me entregó la medalla en Trinidad. Es una condecoración muy preciada para mí.
Hoy, más de 40 años después del fatídico suceso, ¿la vida tuvo razón al no permitirle montar en ese avión? ¿Cree que la vida consideró que su misión en este mundo no había culminado todavía?
Yo soy un hombre creyente. Quizás Dios dijo que no y puso su mano, pero no puedo responder eso. Solo puedo decir que he luchado mucho por ser una persona útil a mi pueblo, a mi gente.
Profe, ¿hace cuánto dedica parte de su tiempo al repaso de jóvenes para las pruebas de Periodismo y Relaciones Internacionales?
Hace 10 años. Surgió de forma espontánea. Cierto día un amigo doctor me dijo que quería que yo repasase a su hija para la prueba de Periodismo, y nunca había tenido contacto con algo como eso. Buscamos exámenes viejos y, entre los dos comenzamos a aprender de aquellas pruebas, a resumir, y a investigar. La preparé, y aprobó. Después vino otra para Relaciones Internacionales, amiga de la que repasé para Periodismo, y así comenzó mi camino como repasador, por el cual no cobro nada.
¿Quién es su mayor inspiración?
Fidel. Se nos acaba de ir, pero es como el ave Fénix: resurgirá nuevamente. Él sacó a mi familia de la pobreza; es un guerrillero intelectual.
¿Pudo conocerlo?
Sí, tuve tres encuentros con él, entre estos, reuniones en el Palacio de Convenciones y una visita al hospital, cuando sufrí mi accidente de tránsito; él encargó que me atendieran bien.
¿Cuánto hay de la influencia de Fidel en su vida?
Toda. Fidel me sorprende. Es un previsor, ve crecer la hierba. Por eso ha sido, para mí, el hombre más grande del siglo XX y lo que va del XXI.
¿Por qué siempre Guayos?
Porque así, con lo pequeñito que es, ha tenido asentamientos aborígenes, alzamientos en la lucha por la independencia, huelgas obreras… Este es el pueblo en que nací, y es donde pienso dejar mis huesos. Escribí su biografía, y no me canso. He viajado mucho, pero siempre he vuelto, y así seguirá siendo.
¿En qué consiste la peña Los elevados?
La peña Los elevados es un proyecto sociocultural que se realiza todos los meses y que funciona desde el 2007. Por ahí han pasado personalidades de todo el país y de todas las esferas: militar, musical, agraria, popular. Por ejemplo, la escultora Thelvia Marín, Orlando Cardoso Villavicencio, Juana Blanco, Yumari González y Gaspar Marrero, entre otros.
¿Es la jubilación para usted una limitación a su desempeño profesional?
Soy el historiador municipal; tengo muchachitas que vienen, como viniste tú, a repasar para la prueba de aptitud de Periodismo; tengo un trabajo en la prisión, la peña Los elevados, la asesoría del trabajo cultural en la Casa de la Cultura, un programa de radio los jueves. No sé lo que es la jubilación.
¿Cómo y cuándo comenzó el trabajo en la prisión?
Cuando era director del Combinado Deportivo de Guayos, comencé un trabajo deportivo allí. Hoy soy el asesor principal del trabajo de historia de la dirección de prisiones de la provincia. Me fascina ese trabajo. En una ocasión doné 115 libros, de aventuras, novelas, hasta infantiles. Me siento muy orgulloso de eso. Sé que ellos me quieren, tanto los internos como los combatientes.
¿Cuáles son sus responsabilidades como historiador del municipio de Cabaiguán?
Cabaiguán es un municipio con una gran potencia de historiadores. Represento a los demás en la Asamblea Municipal del Poder Popular a los historiadores y escritores.
¿Qué le ha faltado a la vida de Macholín?
Me ha faltado tiempo, tiempo para dar más; sin embargo, tengo en mente otros proyectos que espero den frutos pronto.
¿Cuál es el mayor logro de su carrera?
La familia que formé, los libros que he escrito, mi hijo, mis dos nietos, la mujer con que me casé, que es mi brazo derecho e izquierdo, mi farol delante y mi farol detrás. Esos son mis logros.
¿Cuáles son los temores de Héctor Cabrera Bernal?
No poderme valer por mí mismo, molestar, ser alguien que ni siente ni padece. Por lo demás, no. Ahora me siento bien; si la muerte va a venir, que venga, cuando venga.
Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.