Vive en el universo de la reinvención constante. Desde ahí, el trinitario Alejandro López Bastida escribe la crónica de su vida con el lenguaje del arte
Las evocaciones, las ideas que le sobrevienen de pronto y todo cuanto ha aprendido desde que era el adolescente que estudiaba en la extinta Escuela Elemental de Arte de Trinidad le ayudan a crear dimensiones signadas por la suntuosidad de lo espontáneo.
Por eso se dice que Alejandro López Bastida no es hombre de un solo mundo. Se dice, incluso, que tampoco habita completamente este, y que siempre tiene un rincón en el alma para atesorar las memorias donde encontrará refugio.
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Un hueso gigante apareció en la península de Ancón en septiembre de 2014 durante las sesiones del Congreso Internacional de Ortopedia y Traumatología; iniciativa que sorprendió al doctor Rodrigo Álvarez Cambras.
El Método, título de la pieza levantada con hierros oxidados de un muelle en una suerte de fijador externo sobredimensionado, constituyó el atisbo de las nuevas inquietudes que empezaban a rondar a Alejandro en plena madurez de su existencia: el ansia por exceder los límites de lo convencional y tomar por asalto hasta el mínimo resquicio de Trinidad para sus ejercicios creativos.
Así, pese a sobrepasar los 40, demostraba que no había perdido la locura de la juventud, cuando presentó un falo en forma de cepillo de dientes con un sugerente movimiento en un salón de artes plásticas en la ciudad.
“Pasado-presente-futuro, así se llamó aquella locura de unir tres exposiciones en una. Llevó semanas de preparación, parecía inalcanzable, imposible, pero fue muy placentera. Puede decirse que marcó un punto de giro en mi vida como creador”, confiesa.
Algunas de tus obras tienen como referencia acontecimientos importantes en el ámbito social, económico, político…, ¿crees que los artistas deben tener el olfato de identificar esos momentos como punto de partida para crear?
Deberíamos. Mira, los periodistas tienen que saber dónde está la noticia. A los artistas nos sucede parecido. Yo retomo técnicas y formas de quienes me han antecedido, pero trato de llevarlos a mi terreno. El ayer es pasado, el futuro es difícil de adivinar, el ahora es lo importante, lo que tienes, lo que vives. Aprovecharlo o no depende de ti”.
¿No tienes miedo de que se confunda con oportunismo?
“En mi caso, no. Todo lo que hago siempre es con el objetivo de compartir mi punto de vista, de expresar lo que llevo dentro. Cada quien interpreta el arte como puede o siente, como le llegue”.
En diciembre del año pasado, Alejandro volvió a lanzarse a la aventura con Nueva City, una suerte de crónica de viaje cuyo eje central era el reencuentro de la familia a partir de experiencias vividas en la Gran Manzana. Otra vez los espacios de la urbe sureña trasmutaban según el antojo de López Bastida.
“Me gusta jugar con Trinidad, transformarla, hacer que la gente sepa que está aquí, pero que tenga la sensación de estar en otro lugar al mismo tiempo. Es también una forma de llamar la atención sobre lo privilegiado que somos de vivir en un sitio tan especial, pero tan frágil a la vez. De ahí que cada muestra sea un llamado de atención a conservar y defender lo que distingue al lugar donde nací y donde quisiera descansar cuando sea viejo”.
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El especialista Víctor Echenagusía escribió sobre Alejandro: “La obra de este joven se mueve entre lo utilitario y lo artístico, en un constante contrapunteo en el que cada una de las partes se enriquece entre sí. Tiestos y cacharrería (…) son reconsideradas formalmente (…) a partir de la incorporación de una poética y un discurso más contemporáneo”.
“Le debo mucho a mis profesores —admite López Bastida—, desde Chichi Santander, que me sentaba con él horas en el torno para aprender a trabajar el barro, pasando por los que tuve en la Escuela Elemental hasta los de la Escuela Nacional de Arte, en La Habana, donde estudié Escultura. De ellos aprendí la necesidad de trabajar. Sentado no llegan las cosas.
Entonces, ¿no crees en la suerte?
“La suerte la haces tú. Me trazo metas, me impongo sueños, aunque ya no sea tan joven y tenga problemas de salud”.
Tal vez porque se siente en deuda con quienes le ayudaron a encauzar su vocación, Alejandro fungió como profesor de la también desaparecida Academia de Arte Oscar Fernández Morera, de Trinidad, durante 15 años.
“Quería retribuir todo lo aprendido de mis maestros Osneldo García, Enrique Angulo y otros escultores importantísimos de aquellos años. Mis alumnos trabajaban con mis químicos, con mis productos, porque muchas veces en la escuela no había materiales. Siempre terminábamos el curso con una gran exposición que me recordaba mis tiempos de estudiante”.
¿Cuánto dolió dejarse arrebatar la Academia de Arte de Trinidad?
Yo creo que a Trinidad todavía le duele, como también le ha pesado la clausura de la Elemental, aquella escuelita modesta, pero tan importante para generaciones de artistas, pues permitía la incursión en el mundo del arte desde edades tempranas. Las aptitudes para la pintura deben pulirse también desde la niñez, como la danza o la música.
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Alejandro lleva por segundo nombre Lázaro. Prefiere el color azul, le fascina el pescado, prefiere contemplar las montañas desde el mar, no fue el mejor de los estudiantes en Español (de hecho, a veces confunde la C con la G), escucha radio mientras trabaja y, según alude, tiene por costumbre levantarse temprano y dejar su taller después de las 8:00 p.m.
Con su abuelo paterno, Guillermo, aprendió que cada objeto puede reinventarse hasta el infinito. “Él era farmacéutico, pero le gustaba mucho la artesanía. Siempre lo acompañé en trabajos que hacía para el barrio, la Federación de Mujeres Cubanas; piezas con saco, vidrios, madera. Verlo trabajar con materiales un poco toscos me hizo preferir la escultura.
En tus muestras siempre hablas y agradeces a los amigos, a la familia. ¿Qué significan para ti?
La familia y los amigos son muy vitales, los brazos que tengo cuando me canso. A veces no responden como uno espera, pero al otro día se me olvida. Cuando llamo a mis amigos, ahí están. De hecho, muchas piezas de mis exposiciones son efímeras. Los amigos, los familiares, están horas conmigo, codo a codo”.
Esos mismos valores intenta inculcar a su hijo Leonardo, de 14 años, aunque, confiesa, todavía no lo ha logrado. Su esposa, Marbelis, la compañera de casi un cuarto de siglo, deviene horcón en medio de la locura.
El arte cinético lo deslumbra, pretende construir una cama gigante con pomos reciclados en la Península de Ancón, la esterilidad de las ideas no existe para él y desde ya elucubra otra muestra gigante, en homenaje a grandes pintores españoles, revela.
“Una de las cosas que más he agradecido ha sido la posibilidad de viajar y ver de frente las obras que mi maestra Georgina Gaínza nos enseñaba en las diapositivas de Historia del Arte. De esos viajes me vienen las ideas para futuros proyectos”.
Entonces, ¿estas propuestas no hubieran nacido si no hubieses viajado?
A lo mejor no con tanta fuerza, pero creo que nunca tendré la manera de averiguarlo.
¿Qué aconsejarías a la gente que no entiende tu obra?
Que miren más de cerca y notarán que no intento imponer o dar lecciones: solo enseñar, compartir, expresarme… son rezagos del maestro que llevo dentro, la necesidad de explorar lo desconocido y, sobre todo, no sentirme solo en la aventura.
Alejandro .Anay Ramirin y especialmente yo te deseamos muchos exitos a ti y ha tu familia
Mi gran familia .con esas pocas palabras puedo expresar el cariño y respeto.mucha suerte les deseo de parrte de Anay .Ramirin y mia
Carly , muy buen trabajo y merecido homenaje a Alejandro un artista de los grandes, infatigable creador y un ser humano increíble, así es él, tan parecido a su abuelo Guillermo que era todo bondad y cariño. Besos para el periodista y el artista. , se les quiere.
BUEN AMIGO ESTE ALEJANDO!!!!!
DIOS LO HA BENDECIDO CON NSU TELENTO Y SU BELLA FAMILIA!
SALUDOS DESE LA DISTANCIA