El cariño y la admiración sin límites hacia Vietnam y su heroico pueblo fueron constantes en el líder histórico de la Revolución cubana Fidel Castro
Quiso el azar, como si el sentimiento se imbricara con la vida, que fuese Tran Dai Quang, presidente de la República Socialista de Vietnam, la última personalidad extranjera recibida por el líder histórico de la Revolución cubana Fidel Castro Ruz, apenas una semana antes de su partida física de este mundo el pasado 25 de noviembre.
Fidel siempre fue paradigma en la solidaridad con el pueblo vietnamita, víctima de la más terrible guerra de agresión y de exterminio emprendida por el imperialismo norteamericano en el pasado siglo XX.
“Por Vietnam estamos dispuestos a dar hasta nuestra propia sangre”, sentenció el Comandante en Jefe en los días más duros de aquella barbarie, cuando el entonces presidente Nixon se mostró dispuesto a hacer retroceder hasta la edad de piedra a la tierra de los anamitas por medio de bombardeos masivos de sus superfortalezas B-52 sobre las ciudades más importantes y sitios estratégicos de la entonces República Democrática de Vietnam (RDV).
Heredero del legado ideológico y ético de José Martí, que lo llevó a la hombrada del Moncada, Fidel asumió también prácticamente desde el triunfo revolucionario de enero de 1959 la admiración del Apóstol de nuestra independencia por aquel país tan distante geográficamente, pero tan cercano en nuestros corazones.
Nadie cómo él se percató de que, de alguna manera, Vietnam estaba librando nuestra propia batalla, la de Cuba, acosada por bandas armadas, invasión mercenaria y planes de intervención directa, que se fueron sucediendo en el tiempo hasta que en 1964 el involucramiento de Washington en el conflicto de Indochina se hizo total bajo la administración de Lyndon B. Johnson, centrando toda su atención.
CUBA MARCÓ HITOS
Pero ¿con qué recursos contaba Cuba, un país pequeño del llamado Tercer Mundo, subdesarrollado y bloqueado, para apoyar a una nación situada a 15 000 kilómetros de distancia víctima de la agresión de la mayor potencia imperialista? Por increíble que parezca, gracias a la voluntad y clarividencia política de Fidel, Cuba fue capaz de dar un aporte a Vietnam muy por encima de sus supuestas posibilidades.
En este contexto, la patria de Martí sentó hitos al crear un gigantesco movimiento de solidaridad con Vietnam que en los primeros momentos tuvo en el Che Guevara un formidable promotor del apoyo internacional hacia la nación agredida, y en Melba Hernández Rodríguez del Rey a una seguidora entusiasta e incansable.
El 4 de marzo de 1969 Cuba fue el primer país en reconocer al Gobierno Revolucionario Provisional (GRP) de Vietnam del Sur y el único que abrió allí una embajada en la selva para la cual nombró como su representante al acreditado periodista Raúl Valdés Vivó. Entretanto, la solidaridad de la Isla con Vietnam se traducía también en ayuda material, con envíos de azúcar y otros bienes.
En 1972, cuando los norteamericanos minaron desde el aire la rada de Haiphong, allí quedaron bloqueados los mercantes cubanos Imías y El Jígüe, cuyas tripulaciones compartieron con sus anfitriones el peligro de los bombardeos junto con la alegría por las constantes victorias en la batalla contra los yanquis.
Desde 1967 a Cuba llegaban cada vez en mayor número, jóvenes vietnamitas, la mayoría provenientes de la RDV para aprender español, inglés, y capacitarse en distintas especialidades. Luego también vinieron vietnameses a formarse como pilotos y fueron a Vietnam instructores cubanos para asesorarlos.
FIDEL EN VIETNAM
A partir de enero de 1973, Con la firma el 27 de enero de 1973 de los Acuerdos de París entre las partes enfrentadas, se dieron las condiciones para un viaje de Fidel a la RDV, luego del fracaso a finales de 1972 de la peor ofensiva aérea lanzada por EE.UU. contra el norte. Entonces en septiembre de 1973 se produjo el tan ansiado viaje de Fidel a tierra vietnamita. En Hanoi, el Comandante y su comitiva tuvieron un recibimiento apoteósico por parte de más de un millón de habitantes que desbordaron sus calles ante la presencia del mandatario cubano, algo inusitado en aquellos tiempos de guerra.
A pesar de todos los esfuerzos por disuadir a Fidel de viajar a territorio liberado en el sur de Vietnam, alegando los peligros de ataque de la aviación yanqui-saigonesa y fuerzas de tierra de los títeres sureños, así como la amenaza de tifones, el líder cubano dijo que su viaje tendría sentido verdadero únicamente si iba al sur.
Y al sur se fue Fidel, atravesando regiones sembradas de cráteres de bombas que parecían un paisaje lunar, y otras donde no hacía mucho se había combatido fieramente, convirtiéndose así en el primer y único jefe de Estado en llegar al divisorio paralelo 17 viajando desde el norte, cuando aún las bandas enemigas junto con grupos de espías estaban en Quang Tri mezclados con la población local.
En la zona liberada de Vietnam del Sur, el Comandante en Jefe se reunió con dirigentes políticos y militares, participó en mítines y entregó una bandera para que aquellas valerosas tropas la hicieran ondear en Saigón, tras la victoria definitiva, que llegaría el 30 de abril de 1975.
Allí prometió que el Partido, el Gobierno y el pueblo de Cuba le darían el mayor apoyo posible a la resistencia antiyanqui del pueblo de Vietnam, como venían haciéndolo. Su palabra se haría realidad con el sostén multifacético en la reconstrucción y ampliación de un tramo vital de la llamada Ruta Ho Chi Minh, que unía al norte con el sur de Vietnam, pasando por Laos y Cambodia.
Solo unos meses después, por allí pasarían en torrente las tropas que barrerían finalmente la herencia del imperialismo yanqui en el país de los anamitas, en cuya mitad norte aún aportaría Cuba hoteles, escuelas, granjas avícolas, carreteras, almacenes y otras obras, como símbolo indestructible de la amistad entre nuestros dos pueblos y gobiernos.
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