Coinciden en señalar los estudiosos, que la Operación Mangosta —Mongoosse, en inglés— fue fruto directo de la bochornosa y traumática derrota sufrida en abril de 1961, en Bahía de Cochinos, por los Estados Unidos y sus pupilos contrarrevolucionarios emigrados, lo que estremeció desde sus cimientos al gobierno del entonces Presidente John F. Kennedy y lo impulsó a redoblar sus acciones contra Cuba con el propósito declarado de destruir la Revolución cubana.
Como expresara el ya fallecido autor José R. Herrera Medina —Fuego cruzado contra las bandas de Pluto y Mangosta—: “En los primeros meses de 1962 se elaboraron las primeras variantes de la Operación Mangosta que fueron perfeccionándose hasta derivar en el plan definitivo de acciones (…) encaminadas a aislar política y diplomáticamente al Gobierno revolucionario del resto de las naciones del mundo y en especial las de su entorno latinoamericano y caribeño”.
Sin embargo, en esencia, Mangosta se venía conformando ya desde finales de octubre o inicios de noviembre de 1961, con las primeras medidas de debilitamiento y desestabilización puestas en práctica por la CIA y los elementos bajo sus órdenes en Cuba.
El plan maestro consistía en la aplicación redoblada del bloqueo económico para asfixiar la economía isleña, rendir por hambre y enfermedades a la población y provocar el descontento, a la par que desarrollar la guerra psicológica, sabotajes, terrorismo y la subversión a fin de crear el clima propicio para una sublevación generalizada en la isla que diera a Estados Unidos el pretexto perfecto para intervenir militarmente con sus fuerzas armadas. Esto debería ocurrir en octubre de 1962, pero la Crisis del Caribe en ese mes y año trastocó tales planes.
MANGOSTA EN TIERRAS ESPIRITUANAS
Toda la isla sufrió los embates de Mangosta, pero fue Sancti Spíritus uno de los territorios más golpeados por el flagelo, pues en sus confines se desarrolló con mayor fuerza el fenómeno del bandidismo, con sus crímenes, atropellos, destrucciones e inestabilidad provocadas por decenas y decenas de bandas armadas que llegaron a contar acá con más de 1 000 integrantes, las que aterrorizaron a personas inocentes.
Esos asesinos, torturadores y ladrones asaltaban tiendas, destruían bateyes de granjas y cooperativas, quemaban escuelas, asesinaban maestros, todo con el propósito de debilitar la Revolución.
Aunque fue el Escambray espirituano el centro neurálgico de esas acciones predatorias, iniciadas ya en 1960, también en el norte de la actual provincia operaron 14 bandas de las más peligrosas, cuyos crímenes y vejaciones, unidas a los daños por sabotajes, dejaron una estela de muerte y destrucciones muy difíciles de olvidar por los afectados sobrevivientes y sus deudos.
No fueron en su mayoría crímenes anónimos los que ejecutaron los bandidos en su accionar en Sancti Spíritus y el resto del país, pues las víctimas y los victimarios tenían nombres, solo que a las primeras se les evoca con devoción, mientras que a los criminales, duchos en destruir, matar, e infligir dolor, se les recuerda con desprecio y rabia.
Mangosta empezó bien pronto en esos lares, pues el 15 de enero de 1962, las bandas de José Ramón Real (Realito) y Rigoberto Tartabull (Berto) asaltaron en la finca El Naranjito, al sur del poblado de El Nicho, la casa campesina del miliciano Valentín Antonio Maceda, y lo asesinaron junto a su hijo Valentín Alonso Barreda, delante de su familia. Puede decirse que la práctica de matar a hijos delante de sus padres se hizo modus operandi de aquellas pandillas de desalmados.
Sin contar operaciones como combates y escaramuzas, sabotajes, daños a la propiedad, amenazas, extorsiones y atropellos, el número de ataques de bandidos que produjeron muertes se cifra aquí en más de 15, solo a lo largo de 1962, aunque los influjos nefastos de Mangosta se extendieron aproximadamente hasta enero de 1963 y el bandidismo como fenómeno hasta mediados de 1965.
Matizarían aquellas acciones bandidescas, tanto hechos aislados, como verdaderas masacres, a veces de miembros de una sola familia, como fue el caso de la de José Pío Romero, en cuyo humilde hogar en San José de Altamira, la noche del 2 de julio de 1962 se personaron cerca de dos decenas de bandidos al mando de Julio Emilio Carretero Escajadillo, exmilitar de la tiranía batistiana y connotado asesino.
Aquellos hombres entraron como una tromba en la casa y mientras unos la emprendían a golpes contra las niñas Paula y Teodora Romero Rojas y su madre Vicenta, el resto revolcó la casa y agredió al padre, José Pío Romero Santander, a su hermana, Ana Romero y a su sobrino Eustaquio Polo Romero y, después de golpearlos brutalmente, los sacaron de la morada a culatazos y bayonetazos y los acribillaron a tiros.
Otros crímenes múltiples como el asesinato por estrangulamiento el 11 de junio de cinco de los ocho miembros de una Comisión de Estudio de Cartografía —dos lograron escapar de noche por entre el marabú, lanzándose desnudos y descalzos al río Zaza, al sur de Sancti Spíritus—marcaron la impronta de las bandas armadas en cumplimiento de los preceptos de Mangosta.
EPÍLOGO INGLORIOSO
En total, durante 1962 las bandas asesinaron en el Escambray a 32 campesinos y granjeros, atacaron y quemaron 15 viviendas, tres escuelas y dos Tiendas del Pueblo. A ellos se suman las víctimas registradas en otras partes del país, masacradas por imperativos de una potencia extranjera.
Finalmente, Mangosta feneció cuando, a raíz de la indistintamente también llamada Crisis de Octubre de 1962 o Crisis de los Cohetes, que puso al mundo en el umbral de una guerra termonuclear entre los dos bloques de potencias, el Presidente Kennedy decidió dejarla sin efecto, pasando a la historia como uno más de los planes fallidos urdidos por Washington en su afán enfermizo de cambiarle el gobierno a Cuba.
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