Bienestar material y calidad docente distinguen la labor de la enseñanza especial en Taguasco
“Está después de la curva”, dijo la mujer y me quité las gafas porque esperaba con inquietud el primer vistazo hacia el objetivo del viaje. Con los ojos castigados por el resplandor, distinguí las primeras aulas a la derecha de la carretera.
El recibimiento me llenó de confianza para comenzar la entrevista con Pedro Aldo Ramos García, quien ha sido el director de la escuela especial Camilo Hernández Carmona desde su fundación hace más de dos décadas.
—¿Cuándo fue la última vez que pintaron?
Esa no iba a ser mi primera pregunta, pero al observar las paredes limpias sentí curiosidad.
—Hace un año, respondió.
Mucho antes de que transcurriera media hora de diálogo descifré el cómo de ese y otros enigmas que surgieron durante mi estancia cada vez más impresionante.
Quien dijo que las segundas partes no fueron buenas no conoció una historia de renacimiento como la de este colectivo que guardó la fecha inaugural y la reemplazó desde hace cuatro años por el martiano 28 de Enero. Desde entonces festejan los aniversarios con reparaciones y obras de teatro; invitan a los albañiles y a quienes en el municipio contribuyeron con las gestiones necesarias para fundir techos de hormigón, pasillos de cemento, poner ventanas de aluminio, y crear el comedor en el lugar conveniente, entre otras muchas transformaciones que se confabularon para que la infraestructura fuera lo que mis ojos apreciaron: una institución muy acogedora.
Atrapada en la excelente oratoria del profe Aldo, como muchos le llaman, me mantenía a la espera de una frase clave, hasta que sobresalió una nota armoniosa al decir que la participación de los trabajadores en la reparación de la escuela les dio mayor sentido de pertenencia. Supe entonces que, además de la profesionalidad esa es otra de las semillas que florecen dentro de las aulas en la cotidianidad de este punto de la geografía taguasquense: el sentido de pertenencia.
El alumnado que vivió aquí antes de la reparación les enseña a los que ingresan la necesidad de cuidarlo todo, y esta actitud que comenta el director me cautivó tanto como el deseo de muchos estudiantes de que el fin de semana transcurra rápido en las siete comunidades del municipio para regresar el lunes hacia su escuela y ya de noche recibir el sueño en sus literas.
Aquí el magisterio se arrulla para establecer una proporción matemático-afectuosa de casi uno por uno: 105 estudiantes y 91 trabajadores la estabilidad de estos últimos influye en la confianza que se respira entre alumnos y maestros. Hay también conejos, princesas, enanos, y todos los personajes imaginados sobre el cartón, los cuales se suman a la fantasía que habita en albergues y aulas.
Ojos atentos para velar los pasos, tocar las frentes, provocar sonrisas, acariciar los ánimos, administrar pastillas; voces para que los alumnos aprendan mejor las lecciones que los harán útiles, en muchas ocasiones siguiendo una tradición familiar que forma parte de la identidad comunitaria.
Bastaron las lágrimas de Naidis, la instructora de arte, para comprender que aquí la sensibilidad se vive más que el clima tropical; desde hace 11 años ella encontró la realización profesional entre estos niños, y de su ingenio nació un proyecto lúdico que les abre las puertas hacia el conocimiento de la vida y obra de José Martí.
Frente a las maestras, el futuro no es aquí una palabra metafórica, sino un camino que se ilumina más después de cada jornada de clases o de instrucción, esta última impartida en los talleres de Carpintería, Albañilería, Técnicas Básicas Agropecuarias, Confecciones Textiles, Habilidades Domésticas y Floricultura.
Con Ana Laura sentí nostalgia por los puntos del bordado que alguna vez aprendí, un arte que ella prefiere porque según descubrió disfruta aprender algo que sea difícil, aún no habíamos terminado de dialogar cuando nos sorprendió la simpática Maricarla con sus poses naturales ante la cámara fotográfica.
Nunca había pensado en cómo se construye un taburete hasta que conversé con Loidel, quien, aun cuando se entiende bien con el remojo de los cueros para construir las sillas, también se entrena en poner ladrillos y quién sabe si encuentre en la albañilería la mayor utilidad para sus manos.
Dos horas después de nuestra llegada las nubes retaban el intenso sol de la mañana y una fina llovizna intentaba refrescar mientras nos alejábamos de la escuela. Un sentimiento de plenitud y confianza me sobrecogió, y en silencio agradecí la encomienda de esta cobertura.
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