Desde que el huracán Irma cambió el panorama de la Zaza, los arroceros adivinaron que el cultivo tomaría otros aires
Con la presa Zaza llena parecía que las terrazas de la Sierpe se iban a sacar las espinas de la sequía y volverían a vivir una cosecha de esplendor, pero no será del todo así. A una infraestructura de este tipo, entre las más grandes y tecnificadas del país, no le basta con tener el agua, la semilla y los hombres, porque es muy dependiente del trabajo de los aviones que asumen más del 90 por ciento de las labores; también del dispositivo de la cosecha y del soporte de secado y almacenamiento industrial del grano.
La primera proyección agrícola situaba el ciclo arrocero, entre las campañas de frío y primavera, en torno a las 29 500 hectáreas. Finalmente, el país autorizó sembrar en la Empresa Agroindustrial de Granos (EAIG) Sur del Jíbaro unas 18 000 hectáreas compartidas entre las dos etapas. “No obstante, internamente nos proponemos extender la plantación, con algún nivel a mano y respetando el escalonamiento, en otras 2 000 hectáreas”, precisó Orlando Linares Morell, director general de la entidad.
“Hay dos limitantes que llevaron al país a reducir el alcance del cultivo en todas las arroceras: no hay respaldo en horas de vuelo de la aviación y falta el financiamiento necesario para adquirir piezas a fin de reparar el parque de cosechadoras y la industria”, apuntó.
SIEMBRA A LA VISTA
Desde que el huracán Irma cambió el panorama de la Zaza y los arroceros adivinaron que el cultivo tomaría otros aires, las normas de consumo de agua figuran entre las variables más recurrentes a la hora de replantear la siembra, no importa si son tantas hectáreas más o menos.
Tampoco es cuestión de que si la sequía rebajó los niveles productivos y obligó al ahorro del agua; se trata de que en Sur del Jíbaro aprendieron la lección de trabajar con una norma de consumo del líquido y alcanzar —junto a otros elementos— mayores rendimientos agrícolas, tal vez la demostración más exacta de que no hacía falta tragarse una presa Zaza por año, como ocurría tiempo atrás, para producir arroz.
Eddy Santiago Gómez, director técnico productivo de la EAIG, señaló que además de los tres años que lleva la empresa enmarcándose en las normas de consumo de agua, el mejor medidor de ese resultado aparece en la productividad del agua, parámetro que han ubicado en 6.5 metros cúbicos por kilogramo de arroz consumo, por debajo de la media nacional, ascendente a 7.
“Esa alta eficiencia la logramos con la siembra en áreas compactas, el anego rápido, las mejoras realizadas a los campos y la regulación del agua en las terrazas, aunque no todas la unidades productoras se comportan igual y el reto es disminuir esos consumos”, agregó el directivo.
En las cerca de 10 000 hectáreas que deben plantarse escalonadamente entre noviembre y febrero, alrededor del 80 por ciento del agua a utilizar será superficial —de la Zaza y de los embalses de Jatibonico—, el resto se extraerá del manto freático a través de la batería de 40 pozos montada en la infraestructura arrocera con este fin.
“Con las horas de vuelo que asegura la aviación hemos hecho una variante de siembra distribuida por todas las bases productivas y se han seleccionado los productores de alto potencial que puedan sembrar a mano para tratar de reducir la afectación y llegar a las
20 000 hectáreas entre las dos campañas, un nivel superior a lo plantado este año”, expresó Santiago Gómez.
Pese a que la plataforma industrial se resiente por la carencia de recursos para su alistamiento total, Camilo Meneses Gómez, director de esa área, explicó que se trabaja en la preparación de los secaderos a fin de que puedan recibir los niveles de recolección que se están programado. “Si hay disciplina en la siembra, hay disciplina en la cosecha y también en la recepción del arroz”, subrayó.
EN TALLERES Y TERRAZAS
Yoel Hernández Castillo, administrador de la UBPC Sur del Jíbaro, sigue de cerca la reparación de la maquinaria que acometerá la preparación de los campos con la mirada puesta en repetir el rendimiento de más de 5 toneladas por hectárea conseguido en las últimas cosechas.
“Tenemos una cultura del alto rendimiento, de hacerle al arroz lo que lleva y la práctica de usar bien el agua, con eficiencia a la hora de realizar los riegos, de cambiar la entrada del agua, el pase de una terraza a la otra, todo a partir del trabajo de ese hombre que está en el campo, de explotar mejor las obras recuperadoras y de que logramos reparar todas las obras de fábrica y las tomas de los canales secundarios y terciarios”, declaró Hernández Castillo.
En noviembre la UBPC mueve al terreno la maquinaria con vistas a comenzar la preparación de las terrazas, el fangueo, como se denomina ese paso en el argot arrocero. “Esa actividad de suave no tiene nada, te puedo asegurar que es de sol a sol, y de lunes a lunes, incluso, puede llover, que no la para nada; según el enyerbamiento del campo, así son los pases de fangueo”, manifestó Wilder Batista, jefe de pelotón de preparación de tierra.
René García La O, un anegador con 15 años de oficio, sabe que la siembra inicia para ellos un periodo de mucho trabajo, una etapa de cuidar el agua al extremo, y también de espantar las migraciones de patos que arriban en busca de alimentos y se comen la semilla.
“Estamos acostumbrados al trabajo, aquí el disgusto lo puso la sequía, así que ahora nos preparamos para hacer dos campañas y con deseos de producir arroz porque nos hace falta a nosotros y al país”.
Pero bueno,en el caso de la aviación habrá un respiro y apoyo con los nuevos AN 2 que están entrando y que poco apoco creo que se irán incorporando