Así califica el crítico de arte Laudel de Jesús la exposición del joven creador espirituano José Alberto Rodríguez Ávila
En honor a la verdad, la exposición Lecciones de Arte Volumen 1 despierta reacciones diversas por su singularidad. Hay en esta, la tercera exposición personal del artista, por un lado, la intención de subvertir la relación entre objeto expuesto y la mirada del espectador y, por el otro, atentar contra el orden natural de las cosas; en tanto, la persona que invade un espacio expositivo y el ritmo fluido, ensayado, con estas ceremonias tienden a suceder. En este vaivén conceptual, en este sometimiento a tensión, del cómo debe y el será, descansa el concepto de la muestra.
En esta exposición de José Alberto Rodríguez Ávila, graduado por el Instituto Superior de Arte en Artes Visuales y Conservación y Restauración de Bienes Muebles, hay también una extraña combinación de procesos. En primera instancia, la metabolización de conocimientos y estados de afectos hacia las piezas que posee y expone el Museo de Arte Colonial, y la técnica de la monotipia, débito del surrealismo. Es evidente el fluir automático de las ideas e imágenes que quedan plasmadas en la cartulina, embadurnada con tinta, y mucha imaginación.
La acción creativa se activa en el momento de la concepción —auxilio inspirado— donde se funden la memoria retiniana del creador y el afecto-conocimiento que sobre la institución posee José Alberto.
Hay además una tensión entre la mirada del artista al objeto museable y el objeto en sí mismo. Existe también una dislocación de la relación entre el objeto a mirar y la mirada del espectador.
La idea de retardar la entrada al recinto y el registro de datos, y la consiguiente incomodidad que genera, nos recuerda que “la cola” es parte de la cultura nacional. Mediante este recurso somete a tensión los conceptos de obra expuesta y pieza recreada.
Llama la atención la descolocación de los elementos que emplea el artista para la elaboración de sus obras y la ubicación de estos elementos como piezas museables per se. Esta acción indica algunas conjeturas en relación con el orden natural en el tiempo, ubica el debe ser.
Esta “quebrantación” del orden de la mirada de la persona y el artista incita a preguntarse quién, dónde y por qué se decide que un objeto resulte expuesto y conservado.
El objeto es parte de la cultura y las respuestas a esas decisiones resultan también modos de leer la conducta de nuestro pasado. El autor de estas piezas quiere fracturar el tiempo y el espacio, quiere desequilibrar, subvertir, condicionar, controlar y dirigir —como un demiurgo— las emanaciones de significado que dicho objeto de labor emite. Hay aquí una fina selección de los significados. Hay en estas líneas un coqueteo orgánico con la idea de trascender y la acumulación de objetos y bienes materiales. La fractura, el devenir entre lo que creemos ser y lo que creerán que somos los hombres del futuro. La inquietud que emana de la exposición Lecciones de Arte Volumen I parece indicar que los objetos nos sobrepasan y definen.
Dos metáforas recorren la exposición: La silla número 14, de Michael Thonet, y la obra que deja ver a un niño que recoge algo del suelo. La silla número 14, que constituye una pieza revolucionaria en el marco del diseño industrial, y el niño que recoge algo del suelo (se me antoja sea la memoria) resultan un dueto conceptual de alto vuelo capaz de resumir la idea de cómo entiende Rodríguez Ávila la convivencia entre la espiritualidad y el desarrollo tecnológico.
La relación con el surrealismo y con el Museo de Arte Colonial hace de esta exposición un acto performático singularísimo, un regalo del creador para una institución que cumple 50 años de labor en la conservación y generación de memoria y cultura.
Escambray se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social, así como los que no guarden relación con el tema en cuestión.