La victoria del 15 de octubre en Venezuela echó por tierra encuestas y mentiras de la oposición y resultó un duro golpe para toda la canalla oligárquica interna y externa, empezando por EE.UU
El domingo 15 de octubre la oposición venezolana y sus tutores extranjeros —entre ellos norteamericanos, españoles y colombianos— recibieron un golpe apabullante que echó por tierra las encuestas de distintas casas estadísticas, las cuales daban ganadores a los candidatos de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) por amplio margen en una mayoría de los 23 estados del país.
El anuncio del Consejo Nacional Electoral de la medianoche de domingo para lunes debió enfriar las cabezas calientes de quienes se creyeron su propia propaganda, basada en deseos más que en presupuestos reales, por cuanto sus manifestaciones pre-elección debieron tener en cuenta los malos augurios que formularon antes de la votación para la Asamblea Constituyente del 30 de julio y que no se cumplió, pues más de 8 millones de venezolanos dieron el voto a los candidatos del oficialismo.
Pensaron que el desgaste de la guerra económica, la campaña de mentiras y difamaciones y la violencia de las guarimbas habían abonado el terreno para echarle las garras al poder. Se sentían tan seguros que llamaron a tomar su hipotético triunfo como medidor que permitiera, si el número total de votos de la MUD superaba al del gobierno, exigir un plebiscito nacional para derrocar al Presidente Nicolás Maduro.
Sin embargo, en una jornada de apenas 12 horas esos sueños se fueron a bolina con los resultados oficiales que dieron al chavismo el triunfo en 17 de los 23 estados de la nación, aunque permitieron a los opositores controlar cinco; es decir, dos más de los que tenían a priori. Para satisfacción de la parte progresista, el estado de Bolívar, que ocupa casi la mitad del territorio nacional y estaba por definir, lo hizo finalmente por el candidato del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), lo que situó a los socialistas por encima del 75 por ciento.
La mayoría en porcentaje de sufragios que la gente de la MUD pensaba alcanzar se trocó en una desventaja de 45 contra 54 por ciento de los votos válidos emitidos.
¿Por qué la oposición solo acepta los resultados que le son favorables y rechazan los que les resultan adversos? ¿Por qué Washington y Madrid cuestionan la limpieza de unos comicios donde los medios de votación están comprobados, son electrónicos y figuran entre los más avanzados del mundo? ¿Cómo pueden hacer la vista gorda ante la validación de veedores internacionales, si todos los parámetros son verificables?
Son preguntas que quizá pudieran sobrar ante gente que no quiere ver y que tampoco quiere oír, para quienes se ajustan los adagios de que “no hay peor ciego, ni peor sordo”… Esa ceguera e hipoacusia los tiene en la ignorancia y en los malos cálculos y parece que están condenados por la providencia a seguir equivocándose hasta el fin de los tiempos.
Ahora, mientras rumia de impotencia y rencor por su derrota, el mosaico opositor —sobre todo la parte más extremista—, está llamando a tornar a las guarimbas para volver a incendiar el país. Según el politólogo argentino Atilio Borón, sería imperdonable que lo lograran pues el Gobierno tiene a su favor dos victorias políticas estratégicas con las elecciones para la Constituyente y esta última consulta de carácter regional y ha llegado el momento de hacer valer la ley y los medios de que se dispone.
A nuestro entender esos locos recalcitrantes pueden intentar de nuevo tirarse a la piscina; la cuestión para el oficialismo radica entonces en “extraerle el agua”… porque, a fin de cuentas, no es lo mismo un chapuzón que un estrellón.
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