El buen Coroalles, con ese y otros calificativos, José Martí se refirió a este hijo de Sancti Spíritus, radicado en el país centroamericano
Panamá (junio de 1893). Entra enfundado en su traje negro. El doctor espirituano Manuel de Jesús Coroalles Pina, residente desde hacía años en el país, lo presenta y se dispone a escucharlo, al igual que los demás emigrados cubanos reunidos en la casa de Francisco Morales.
Habla más bien bajo, quizás río apacible en su cauce. Su voz, de registro medio, como entre la viola y el oboe —advertiría alguien luego—, se le desborda a los pocos minutos. Se levanta del asiento con la misma rapidez con que sube las escaleras de su oficina en Front Street, Nueva York, Estados Unidos. Y a veces, cuando pone el punto final a alguna idea, vuelve a sentarse. A veces, igualmente, su mano izquierda coquetea con el mentón. Solo así, Coroalles distingue la sortija ajustada al dedo anular, hecha del propio hierro de la cadena que llevó en el presidio habanero.
Alelado sigue el doctor Manuel. Y ese hombre que les habla de unidad, del Partido Revolucionario Cubano (PRC), de antianexionismo, es el mismo que cuando Antonio Zambrana le reprochó en 1885 en una asamblea celebrada en Tammany Hall, Nueva York, por no respaldar el plan insurreccional Gómez-Maceo, le espetó al calumniador: “Soy tan hombre que apenas quepo en los calzones que uso, y eso lo pruebo yo aquí y donde quiera». Aseguran que la rápida intervención de Antonio Maceo y de Flor Crombet evitó que agrediera a Zambrana. Para ese tiempo aún no le llamaban Maestro a José Martí Pérez.
Nadie sabe si Coroalles, quien lidera el recibimiento al Delegado del PRC el 27 de junio en tierra panameña, estaba al tanto de este incidente; pero una convicción envuelve poco a poco al espirituano al oírlo: a este hombre no se le puede decir que no. Con solo mirar a los ojos del doctor Manuel, Martí intuye el apoyo que le brindará en la preparación de la gesta.
Pero, ¿quién es el principal anfitrión en Panamá del fundador del PRC, desconocido hoy por la mayoría de los espirituanos? Las búsquedas emprendidas aquí por la Historiadora de la Ciudad María Antonieta Jiménez Margolles (Ñeñeca) la conducen a afirmar que Manuel nació el 13 de abril de 1836 y no en 1834, como indican otras fuentes, que fijan su muerte en 1904.
En el libro Martí, el Partido Revolucionario Cubano y los médicos, Roberto Rodríguez González sostiene que Coroalles ingresa en la Universidad de La Habana como alumno de Filosofía y Medicina. Cursado el cuarto año, por la crítica situación familiar, solicita continuar sus estudios en calidad de pobre; el 6 de diciembre de 1864 se tituló de licenciado en Medicina y Cirugía.
Ñeñeca señala que Manuel se enrola en los grupos conspirativos clandestinos de la época que pretendían la independencia de Cuba frente a España. Mientras ejercía como médico en Alacranes, Matanzas, intenta incorporarse a la Revolución, pero, ante la imposibilidad de concretarlo, marcha hacia los Estados Unidos para regresar en una expedición hacia los campos insurrectos”, propósito que tampoco alcanza.
En el primer intento, el enemigo se apodera de la goleta en Jamaica y Manuel retorna a Nueva York; en el segundo, la expedición, al mando de Domingo Goicuría es interceptada por una cañonera inglesa en octubre de 1869, expuso el doctor Santiago García Cañizares en 1931 en un homenaje a Coroalles.
La Historiadora de la Ciudad revela que Coroalles decide partir hacia Perú; mas, en el tránsito hacia esa nación, determina radicarse en la ciudad portuaria de Colón, en Panamá.
En esa naciente urbe, instala una farmacia y combate la epidemia de la viruela, al punto —adiciona Neñeca— de conseguir dosis contra la enfermedad en un barco estadounidense, la cual inoculó a uno de sus hijos y se sirvió de él para aplicarla a habitantes de Colón y otros poblados próximos.
Un estudioso de los vínculos establecidos entre José Martí y los espirituanos, Mario Valdés Navia, resalta su aporte a las fracasadas expediciones de Ramón Leocadio Bonachea y de Limbano Sánchez, y su mano tendida a muchos cubanos que arribaron a Panamá como José y Antonio Maceo y el Generalísimo Máximo Gómez; estos dos últimos líderes del proyecto de San de Pedro de Sula (1884-1886), también apoyado por Coroalles.
Gómez aprecia en él a un patriota en quien fiar; en su Diario de Campaña consta su diálogo en agosto de 1886 en ese país con Manuel, quien lo respalda financieramente. En aquellos andares épicos, el dominicano le envía una carta, portada por Flor Crombet: “El General Crombet va de parte mía con comisión cerca de ese centro de emigración cubana. El le informará el objetivo de la comisión (…). Póngase al lado del Gral. Crombet, tan valiente como honrado y ayúdelo con toda su voluntad y valiosa cooperación”.
En el orden profesional, Coroalles sobresalió en el país istmeño, según el artículo “Reflexiones sobre la historia de la investigación biomédica en Panamá”; su autor, Jorge A. Motta, relaciona al cubano entre los médicos más distinguidos que ejercían en la nación a finales del siglo XIX. Es más, en el libro El desarrollo de las Ciencias Naturales y la Medicina en Panamá, Novencido Escobar también elogia su desempeño al ponderar la labor de quienes practican la disciplina a inicios del siglo XX.
REUNIÓN PATRIÓTICA
En aquel junio, en la casa de Francisco Morales los emigrados siguen aún el hilo de las palabras de Martí, quien, por momentos, coge el bombín entre sus manos y se sienta, al parecer, debido al dolor por la herida inguinal que le causó el grillete carcelario.
El Maestro había permanecido a inicios de ese mes de 1893 en Montecristi, República Dominicana, donde empieza las conversaciones con Gómez para delinear los planes expedicionarios. Apenas duermen durante esas jornadas. Manuel lo advierte, cuando cruza su vista con los ojos pardos del Maestro, incrustados casi el cráneo. Su mirada es, en verdad, fuego.
Su presencia en Panamá la difunde el diario El Cronista el 27 y 29 de junio de 1893 a través de dos notas, la segunda titulada “Reunión patriótica”, donde aparece: “El sr. Martí deseaba ponerse en comunicación con sus compatriotas residentes en esta capital, y así fue que inmediatamente después que el respetable doctor M. Coroalles, declaró instalada la reunión, el sr. Martí tomó la palabra para poner a los suyos al corriente, en lo posible y discreto, de la situación y operaciones del partido revolucionario”.
—A este hombre no se le puede decir que no, se reitera Manuel, absorto por la elocuencia de Martí, a quien despide antes de su partida hacia Costa Rica, en ese peregrinaje que lo condujo a varias naciones del continente y a ciudades de EE.UU. durante 1893 y 1894 para unir a los jefes principales de la Guerra del 68 y acopiar recursos para la epopeya venidera. A no dudar, Panamá estará de nuevo en el camino del Apóstol.
LO DICEN LAS CARTAS
Cinco de junio de 1894. Procedente de Nueva Orleans, Estados Unidos, el vapor Albert Dumois llega a Puerto Limón, Costa Rica. A bordo, José Martí. En los muelles, el gentío habitual al arribo de buques. El organizador de la Guerra Necesaria aprovecha la cercana salida de un barco rumbo al Colón panameño y le escribe una carta al doctor Coroalles para anunciarle su paso por esa ciudad, acompañado de Francisco (Panchito) Gómez Toro.
“Sé, pues, que lo adivinará, en lo privado de su discreción, la importancia de lo que voy haciendo. Y no por carta, sino mano a mano, tendré el gusto de hablarlo pronto con Vd. (…) Vd. irá dejando caer la noticia de mi ida”.
En los trazos del patriota se advierte a las claras su confianza en el espirituano: “No he olvidado su casa de Vd., sus discretas hijas (…), y Vd. me crea cuando le diga que el volverlo a ver será un placer de amistad para su servidor y paisano”.
Al atardecer del 21 de junio llega a Panamá. Por su puesto, lo aguarda Manuel, encargado en lo adelante de la colecta de fondos en esa tierra en función de la causa revolucionaria, a la cual entregaría no pocos de sus bienes. Apenas Martí coloca un pie en esa nación, casi pone el otro en el puerto de Colón para abordar el barco que lo trasladaría a Jamaica.
En lo hondo de la madrugada del 23 de junio, en Kingston, la pluma martiana se desliza sobre el papel en blanco, cuyo destinatario sería el espirituano, y por esta vía solicitarle, con palabras huérfanas de poder, que pusiera inmediato empeño en su misión. Al final, se excusa: “(…) me salí de Panamá apenado por tener que ver a hombre como Vd. tan de prisa —y que tiene a orgullo haber merecido su compañía y estimación”.
También desde la capital jamaicana, en carta a Gómez el 25 de junio, el Héroe Nacional destaca el liderazgo del “buen Coroalles” en Panamá y la contribución financiera de ese país para los fondos finales de los movimientos del General Maceo.
Alrededor de ello debieron conversar Martí y Coroalles, representante del PRC en tierra panameña, donde en 1896 vende ejemplares —enviados desde Costa Rica por María Cabrales, esposa de Maceo— del resumen de las operaciones militares protagonizadas por el Ejército Libertador al mando del Titán de Bronce durante la invasión a Occidente, según ha confirmado la historiadora Damaris Torres Ellers.
Para Martí, soñar con la Patria es servirla, como lo sabe la doctora en Ciencias Históricas Diana Abad; al decir de la experta, la frase “Panamá, entero”, empleada por el Maestro referida a la comunidad cubana radicada allí, implica mucho, y presupone una distinción a la ejecutoria independentista de Coroalles, símbolo y aval de contribución práctica a la obra del PRC.
Hasta hoy, este reportero no ha encontrado evidencias acerca de la reacción del espirituano al conocer la muerte de Martí en Dos Ríos el 19 de mayo de 1895. Al ser impuesto de la noticia, quizás recordara el encuentro en la casa de Morales, en Panamá, donde sus ojos curiosos alcanzaron ver la sortija de hierro del Apóstol y aquella palabra bendita en el anillo: Cuba.
Acabo de leer su comentario sobre el Dr.Coroalles.Muy interesante e informativo.
El Dr. Coroalles era mi bisabuelo materno,padre de mi abuela Margarita Coroalles.Estoy interesado en mas informacion sobre el doctor.
Extraordinario trabajo periodístico, tal y como acostumbra a regalarnos el colega Ojito