La joven Marielena Acosta Aranda no logra desprenderse de la pesadilla vivida en esas interminables horas cuando Irma revolcaba con soberbia a todo Yaguajay
Marielena Acosta , la bodeguera de Bamburanao, un caserío a medio camino entre Meneses y Juan Francisco, no logra desprenderse de la pesadilla vivida en esas interminables horas cuando Irma revolcaba con soberbia a todo Yaguajay.
“Esa noche fue terrible”, narra horas después con el rostro aún golpeado por las horas sin dormir y la tristeza que le causa ver su bodega casi destruida, valga que la mercancía estaba protegida” dice como si esta precaución le inyectara aliento.
“En mi casa se evacuó mucha gente, éramos como 20, tenía allí niños y ancianos; los vientos fueron terribles, aquello era un remolino tremendo, lo nunca visto en mi vida, y la casa resistió; pero el impacto por aquí fue muy grande”.
En la comunidad de Juan Francisco, la joven Ariadni Ramos no le pierde pies ni pisadas a Dánger, su niño de cuatro años que, apenas baja de sus brazos, corretea por el portal del hospitalito, esa generosa obra que prometió Camilo Cienfuegos cuando plantó campamento en la zona en1958, y donde está evacuada su familia, junto a otras, desde que Irma anunció su rumbo cerca de Yaguajay.
Al parecer, el pequeño entiende poco del alboroto que ha vivido en los últimos días, mucho menos de la angustia de su mamá porque el ciclón le tumbó la casa.
“No pegué un ojo en toda la noche. Pedí por todo el mundo porque sabía que cuando saliéramos no encontraríamos nuestras cosas. Pero, en el fondo estaba tranquila porque me encontraba segura con mi niño y mi esposo. Salvamos la vida, eso es lo más importante” afirma.
La joven de 22 años sabe ya que su casa, de madera y zinc, engrosa la lista de las tantas que en la provincia fueron derribadas por la soberbia de Irma. “El niño me decía: mamita vamos pa’ la casita’. Cuando escampó, lo llevamos para que se diera cuenta que las planchas de zinc, aunque las protegimos como se nos indicó, volaron tan lejos que no las encontramos, y las paredes se hundieron”, dice y voltea la mirada como buscando lo que el viento se llevó.
La historia del espirituano Jeikel Luis Pérez Lago, estudiante de cuarto año de medicina, apenas suma un puñado de horas en tierras de Yaguajay; más le bastan para narrar casi una película que nunca pensó ver.
Allí llegó al final de la tarde del pasado jueves, como parte de un destacamento de jóvenes universitarios que, hasta entonces, desconocía donde estaban Aridanes, Nela, El Río, Seibabo… “Ha sido un experiencia única, estuvimos en Mayajigua, Vitoria y Seibabo, donde hubo resistencia para evacuarse por la falta de percepción de riesgo. Llegamos a cada casa y logramos que se entendiera”.
Pero Jeikel Luis, junto a otros tres colegas de aula, no se fue de Yaguajay. “Lo que hemos vivido en estos días es algo increíble, nunca imaginé verme frente a un fenómeno de esa envergadura. Ya lo peor pasó, hasta aquí en el edificio del Gobierno el viento nos puso en apuros”.
“¿Regresar a Sancti Spíritus?, no sé cuando será, desde que cesaron las ráfagas nos sumamos al pueblo en la recogida de árboles y escombros para, poco a poco, devolver a Yaguajay la imagen de antaño o, si es posible, una mejor”.
Es reconcortante poder contar la historia y tener salud para recuperarnos, lo importante es la vida, la salud y la voluntad para seguir adelante.