José Méndez Cedeño, exjardinero de los equipos Sancti Spíritus y Las Villas, rememora su carrera dentro de un terreno de pelota
Refrescado por el aire constante del ventilador a la caída de la tarde, mientras reposa en su cuarto lo que para él fue una tremenda comida, a José Méndez Cedeño le parece estar alojado en un hotel, a pesar de encontrarse a más de 50 kilómetros de su casa.
No es que exagere las comodidades de la Academia Provincial de Béisbol, situada en el estadio Victoria de Girón. “Es que comparo cuando teníamos que agarrar el colchón e irnos para las gradas a dormir al aire libre por el calor, después de comer no el mejor menú”.
El jardinero de los equipos de Sancti Spíritus y Las Villas no quiere enterrar esa historia “para que los de ahora cuiden esto”. Lo trae a colación cuando en la capital cubana se deshollinan retazos del pasado en el Taller nacional de historia del deporte y glorias del sector.
A los terrenos oficiales llegó con 17 años, luego de que en su Yaguajay natal Balceiro lo captara y Juanito Yonki, escultor de cuanto pelotero se engendró por esos lares, lo puliera.
“Llegaba contento todos los días al área porque tenía mi guante colgado en el número 19, que era el que usaba, y el trajecito que mi mamá me planchaba, aunque no me gustaba porque se reían de mí”.
Y a seguidas recuerda aquellas locuras que él prefiere llamar pasiones. “Estaba en el servicio militar en La Habana y venía a Sancti Spíritus los viernes a jugar la provincial y regresaba los lunes, lo hacía sin entrenar ni nada. Eso lo podía hacer porque Zenén Casas Regueiro me autorizaba, pues Blandino hablaba con él, y venía con lo que llamaban una boleta de viaje porque mis padres no podían pagarme los 7 pesos del pasaje. Además, si el juego era en La Sierpe o Trinidad, José Raúl u otra gente me traían el traje y los esperaba en Sancti Spíritus, estuve así por casi tres años antes de darme la baja por estímulo”.
Su debut en Series Nacionales se eclipsó con el Sancti Spíritus del 79 y un título que disfrutó a plenitud, aunque solo fue una vez a home. “Era un equipo muy unido con una dirección mayor, pero buena, los tres o cuatro primeros años prácticamente no jugaba, mas en la cuarta campaña fui cuarto bate”
No se sonroja al confesar que resultó muchas veces pelotero de banco. “Para jugar en el jardín derecho tenía que fajarme con Eddy Rojas, Sixto Hernández o Héctor Olivera. Eso era en Las Villas y en Sancti Spíritus, con Lázaro García, Marcial Caraballoso, José Zamora, Lourdes, José Raúl, es que hacer equipo en Yaguajay no era fácil”.
Durante 14 Series Nacionales, según él —la guía del béisbol cubano registra trece—, pudo compilar para 297, entre los 10 mejores promedios de bateo en la historia del béisbol espirituano. Desde esa posición de cambio estuvo en una preselección del Cuba en el 83-84, ganó tres Selectivas con Las Villas y Jorge Fuentes lo llevó de refuerzo en una de las tantas veces en que resultó campeón.
“El pelotero sabe cuándo es primer o segundo cambio y si sabe que quien está jugando es el regular del equipo tiene que estar preparado para cuando le den el chance”.
Es lo que se dice un emergente consciente. Lo aprovechó con sus 624 hits (85 jonrones), 326 anotadas y 347 impulsadas. “Tenía una costumbre tanto en la Nacional como en la Selectiva, la cual era que cuando llegaba el octavo o noveno inning cogía un bate y empezaba a hacer swings, eso me lo enseñaron Antonio Muñoz, Miguel Rojas y Osvaldo Oliva. Me decían: ‘Ponte a hacer swines para que te saquen de emergente’. Y es verdad. El director cuando mira para el banco generalmente se decide por el que está haciendo swings”.
Sin tanta ciencia, ni tanta técnica, defiende lo que para él es el sentido común del juego de pelota. “El que está en el banco tiene que estudiar a los lanzadores para no salir en el aire, hasta en la cama uno piensa. Víctor Mesa, lo decía: ‘Si va a pitchear Vinent, él me lanza de esta forma o de la otra’ y eso se estudia antes del juego porque en fracciones de segundos en el home no te da tiempo a analizar al lanzador rival”.
De todas maneras no deja de ser incómodo estar en la banca.
“Me fui adaptando. Jugaba en el derecho, cuando el brazo me empezó a dar guerra pasé a primera base; después, a designado. Yo lo que siempre me preparaba, corría en los entre innings para mantenerme en calor. No era un pelotero explosivo, pero me robaba tercera si veía que el receptor le tiraba sentado al pitcher. A veces estamos en el banco y nos ponemos bravos porque no nos llaman a jugar, y eso no debe suceder, lo mismo ocurre cuando mandan a tocar a alguien en función del equipo y se molesta.
“Yo tenía un pitcher de práctica que era Miguel Rojas, el segunda base, pero los lanzadores Alberto Peña, Francisco Pascual Sansariq… eran como entrenadores de bateo porque me decían: ‘Prepárate para este lance de tal pitcher’.
Siendo de la tierra que dio los mejores peloteros espirituanos, la plática se dirige a Yaguajay. “Había hasta 10 equipos, sin embargo hoy para hacer el elenco principal, después que escoges 15 peloteros, hay que llevar a cualquiera para completarlo. Además, se juega mucho fútbol. Otra cosa, ahora están mandando pelotas y guantes, pero hacía dos años no llegaba nada y se perdió la cantera. Por otro lado, hay que captar personas con biotipos y trabajar con ellas porque el pelotero no se forma de ahora para ahorita”.
Tras un retiro impuesto con 31 años, luego de una provincial de 417, además de ser líder de jonrones e impulsadas como cuarto bate, Méndez, como le llaman sus coterráneos, regresa a las filas de los Gallos en un rol singular.
“Estaba entrenando en el beisbolito… ¡Ah! y pon ahí que los fines de semana ayudaba a vender cerdos en una bodega, si dejo de decir eso tengo dos o tres compañeros allá que te van a llamar y te lo van a decir. José Raúl, el mánager, me dijo: ‘¿Te da pena que te ponga de delegado?’ y le dije: Lázaro Martínez fue tremendo pelotero y lo hizo. Ese ahora es mi trabajo, pero también entreno a los jardineros y ayudo en todo lo que pueda”.
Méndez prepara los atuendos para la llegada de la noche en este albergue que parece extraño a sus 58 años.
“Si nos vamos todos los días a casa, ¿qué ejemplo les vamos a dar a los muchachos?, ¿cómo les vamos a exigir? Tengo que responder a la confianza de la dirección del equipo, del Inder y de mis compañeros. Este es un equipo nuevo con deseos de jugar, también de entrenar, solo hace falta confiar en ellos”.
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