La pizzería Fiesole, del poblado cabaiguanense de Guayos, parece importarles a los hijos de ese lugar. Hace exactamente seis años publicábamos en este mismo espacio los reclamos de alguien que demandaba un mejor servicio de agua para el establecimiento, donde el fregado se realizaba en palanganas.
Al momento de publicarse el texto, dicho asunto ya estaba en vías de solución, con una turbina para llenar el tanque elevado. Cuando aquello en el citado centro gastronómico, décadas atrás demandado hasta por multitudes de viajeros que transitaban de oriente a occidente y viceversa, cocinaban todavía buenas pizzas. Pero ese criterio, suscrito por el lector de aquella vez, no es el de la guayense radicada en Sancti Spíritus que nos escribe ahora.
“Ubicada en la Carretera Central, la pizzería satisfacía con exquisitez las variadas demandas de platos de origen italiano. Ahora las pizzas tienen el tamaño de lo que antes llamaban bambinas y el refrigerador es incapaz de brindar algún líquido frío, por mantenerse desconectado para ahorrar electricidad”, detalla en su misiva María del Carmen Monteagudo, vecina del Edificio No. 224 de la calle Carlos Roloff, en Sancti Spíritus. “Tampoco ofrecen refrescos enlatados, agua embotellada o cerveza de distintas marcas”, agrega.
Como aquella vez, Escambray se personó en el lugar y encontró, eso sí, un centro bastante más desaliñado, con poquísima clientela en pleno mediodía y criterios sobre la calidad del servicio que solo con un poco de optimismo pueden interpretarse como vistos buenos. “Unas veces están mejor cocinadas, otras la masa apenas crece, se pueden comer”, describió una clienta con un trozo de pizza en una mano y rostro inexpresivo.
En diálogo con varios trabajadores y con Yosuany Rodríguez, por lo menos el cuarto administrador que llega allí entre nuestra anterior visita y esta, escuchamos que los moldes metálicos del plato distintivo no han variado de tamaño, en tanto la fluctuación de la calidad del mismo obedece al tipo de harina que se recibe y, en menor cuantía, al tiempo que la masa permanezca en reposo. Sucede que no siempre vienen tantas personas como pizzas hay preparadas para meter al horno, por aquello del descrédito en el sello de calidad o de la variedad de platos (llegaron a ofertarse, por ejemplo, solo dos tipos de ese alimento), por los refrescos en bolsa y sin el frío que el cuerpo demanda, por la imagen casi repulsiva del área exterior.
“Hemos logrado diversificar la oferta, nos han asignado recursos para remozar, sobre todo, esta área de atrás, que es la administrativa, de almacenes en frío y baños”, explicó Yosuany. Y los recursos, ciertamente, están allí, en espera, como también está en espera la reparación de la tapa de la nevera para cárnicos, que luce vergonzosa, y la llegada de una nueva máquina de frío para la nevera de bebidas. La otra, que llaman exhibidor, mantiene una temperatura de aire acondicionado, apuntó el administrativo.
Tanto este hombre como los trabajadores, mayoritariamente con muchos años allí, cifran sus esperanzas en las transformaciones por venir, y en la mejora que se derive del la reanimación comunitaria de Guayos como Consejo Popular, anunciada para este año. Lo cierto es que, aun cuando ellos aseguran que las cosas van cambiando y que en pocas semanas se ha ganado clientela, la Fiesole, que es el nombre del lugar, está lejos de recordar lo que fue ni de sugerir el lugar italiano al que debe su nombre, una comuna de la ciudad metropolitana de Florencia, en la región de Toscana, con exuberante vegetación y arte culinario exquisito.
No parece aconsejable donar el local “para otra gestión que llene de orgullo al pueblito de Guayos”, como sugiere la remitente. Pero algo hay que hacer para despertar a la dama que, sin apenas maquillaje, aún hace suspirar a quienes se rendían a sus pies.
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