La inesperada pero convincente victoria de los alazanes de Granma sobre los Cocodrilos matanceros ha virado al revés la final de la pelota cubana
Ganó Granma e hizo historia con su primera presencia en una final de la pelota cubana. Digamos ahora que perdió Matanzas, que, a fin de cuentas, ni para los yumurinos es noticia y que, acostumbrados a perder en play off en cinco ocasiones anteriores, quizás se prepararon para este fiasco desde la noche del sábado.
El equipo oriental triunfó con convicción, carácter y categoría. Hace falta esa tríada para remontar una final en su contra desde que se anunció el cruce con el equipo súper recordista de la campaña regular, el Matanzas de las 70 victorias, reforzado en sus filas desde el primer día.
A este Granma le sobró el corazón. Con ese atributo se plantó en medio de un estadio repleto hasta las uñas y dispuesto a tirar voladores, otra vez antes de tiempo, después de haber apabullado dos veces al contrario en su propio terreno del Mártires de Bárbaros y tras un partido de despedida que olía a desarticulación generalizada con siete errores horrorosos.
Muy pocos pensaron, yo incluida, que podrían revertir la historia. Menos ellos, los orientales. Como los yumurinos, los granmenses no han sido hombres de play off en la historia del béisbol cubano. Mas, sin nada que perder por enfrentar al archifavorito precompetencia, los ahijados de Carlos Martí ganaron el que no podían perder y escribieron la crónica de una muerte anunciada, tratándose de un equipo que en los últimos dos años ha salido airoso solo dos veces en ocho salidas en su propio patio.
El domingo pasó lo que pasó y lo que previeron los miles de aficionados locales que dejaron parte del graderío vacío, como para sufrir la decepción desde lejos. Granma jugó con y no contra Matanzas. No ya por el “solo” de batazos de los Alazanes. También por el empuje de sus hombres tirándose en home, bailando en el banco, riendo en primera, corriendo al galope, en una táctica que desarticuló a los yumurinos y terminó por destrozarle su equilibrio psicológico.
Como garantía, un elenco unido y brioso, que supo reforzarse en sus necesidades básicas, sobre todo un receptor inteligente y eficaz, sin desarreglar la esencia del Granma que en sus partidos decisivos se mostró todo lo auténtico que pudo con sus peloteros propios.
Como garantía, un elenco unido y brioso, que supo reforzarse en sus necesidades básicas, sobre todo un receptor inteligente y eficaz, sin desarreglar la esencia del Granma que en sus partidos decisivos se mostró todo lo auténtico que pudo con sus peloteros propios.
Como garantía, un Lázaro Blanco con el aplomo, control y seguridad suficientes para aniquilar al equipo más bateador de la temporada. También un roster que no se recuesta en su bateador estrella, ese Alfredo Despaigne capaz de insuflar la energía positiva de su liderazgo aunque esté bateando 125 y un director que destila sabiduría, paciencia y humildad y que por eso merece tanto como Granma esta final inédita, por las tantas veces que lo ha intentado al frente de este, su equipo.
Ocupémonos del Matanzas de Víctor Mesa. Y está bien escrito porque este es un equipo hecho y proyectado a su usanza. Pecado es dejar de reconocer el mérito de haber revivido el béisbol en esa provincia, aunque para ello haya construido un elenco extraterritorial.
Quizás por ahí le entre parte del agua a este coco que año tras año se le rompe en las manos a los yumurinos. ¿Hasta dónde los peloteros defienden una camiseta “impostada” y manipulada por resortes materiales? Dejémosle esa tarea para la casa a los psicólogos y tal vez expliquen que los granmenses se inyectaron, además, para ganarle a Yordanis Samón, devenido rival de play off al punto de buscar provocaciones extrabeisboleras que terminaron por convertirlo en su propia caricatura, cuando fue sorprendido en primera mientras intentaba desafiar al lanzador de su otrora novena.
Digamos que el récord de los Cocodrilos se convirtió en bumerán cuando tal vez le dio excesiva confianza en sus propias posibilidades y le restó la presión que necesitan para acostumbrarse a una fase de play off que, como dijera el mánager avileño Roger Machado, no han aprendido a jugar.
Digamos que el récord de los Cocodrilos se convirtió en bumerán cuando tal vez le dio excesiva confianza en sus propias posibilidades y le restó la presión que necesitan para acostumbrarse a una fase de play off que, como dijera el mánager avileño Roger Machado, no han aprendido a jugar.
Puede increpársele a Víctor su cambio incoherente de line up para un partido decisivo, su estrategia de un cuadro cerrado con demasiados riesgos, su desconcentración para “expulsar” él mismo a un pitcher cuando fue a verlo dos veces en el mismo inning y hasta sus más de 50 lanzadores en siete partidos, apegado a su filosofía tradicional del cambia-cambia, que no deja de desestabilizar en momentos de play off…, pero no todo es el director, que por su reacción pareció estar también esperando esta, su otra derrota .
Víctor, como lo reconoció, pudo dejar a Yoanni Yera un poco más ante la falta de opciones confiables en su bullpen, mas el zurdo yumurino no le ha dado al mentor muchos argumentos para actuar diferente, pues ha sido incapaz de repetir en play off las excelentes campañas regulares que suele tener y de ello dio prueba en el tercer partido de esta propia postemporada.
Existe un gen perdedor de los matanceros (¿como el de los espirituanos?), inoculado en parte por el propio mánager, quien ha sucumbido en 13 ocasiones casi a las puertas del título, ya con Villa Clara, ya con Matanzas. Si antes cayó vs. Isla de la Juventud por estrecho margen o con Pinar del Río por un jonrón, la derrota que acaban de experimentar ante Granma roza lo estrepitoso, con un nocaut que se recordará por años en el Victoria de Girón, estadio que no se sacude de sus fantasmas y termina por ser, otra vez, la ciénaga fatal que se traga a sus mismos Cocodrilos.
Un gen que se advierte en el desconcierto y temblores de la defensa al punto de dejar picar entre dos un fly inofensivo o un error fatal desde el siol a la hora en que ya la candela ardía. Un gen que estresa a todo un elenco, tenga los integrantes que tenga, y coarta los bates de los nuevos que llegan, como el mismísimo William Saavedra, o desconcierta a Jonder Martínez entre gestos obscenos y lances inexactos.
Matanzas tiene su cuarto bronce y Cuba tendrá una final inédita e impensada. Para quienes se preparaban para el morbo Tigres-Cocodrilos, Víctor-Roger, cedió el picante, también porque, como parecen mostrar los foros, el de la Atenas de Cuba es hace rato el elenco a derrotar en los últimos tiempos.
Matanzas tiene su cuarto bronce y Cuba tendrá una final inédita e impensada. Para quienes se preparaban para el morbo Tigres-Cocodrilos, Víctor-Roger, cedió el picante, también porque, como parecen mostrar los foros, el de la Atenas de Cuba es hace rato el elenco a derrotar en los últimos tiempos.
Cabe a avileños y granmenses dotar de atractivos la final de una campaña que, aunque no ha podido jactarse de un alto nivel cualitativo ni siquiera en la semifinal, apuesta por dejar un buen sabor para bien del espectáculo y del futuro de la pelota cubana.
El Apostol expreso alguna vez que copiar modelos ajenos es un delito, en el caso de nuestra pelota estos es más que claro, basta observar como existen equipos cuyo cuadro titular es casi todo importado con los llamados refuerzos, despejar el cerebro de las manias del capitalismo es algo de lo que debemos desprendernos si queremos desarrollar nuestro beisbol, el que con un campeonato corto donde se quedan sin jugar el resto de los peloteros durante casi todo el año y con una serie provincial de solo 18 desafios creo que ni José Raúl ni un mago podrán salir adelante el deporte se apoya en lo base o de lo contrario retrocede la provincial debe tener por lo menos 45 juegos y contar con el apoyo de los gobiernos y autoridades políticas y de masas al ciento por ciento.
Muy buen artículo. Una vez más se demuestra que el palo y la zanahoria no pueden vencer el amor a la camiseta, y la disciplina impuesta con el ejemplo y la caballerosidad. Ojalá este resultado sirva para que la dirección del beisbol se replantee la necesidad de rescatar la imagen de los directores de los equipos como lo que son: educadores, que necesitan ser conocedores del deporte pero también evangelios vivos que eduquen con sus acciones, con sus palabras y hasta con sus gestos. Gracias a Carlos Martí por demostrar que la «vieja escuela» da buenos frutos a pesar del paso del tiempo.
La actuacion de Matanzas este campeonato y los 5 anteriores, nos demuestra fehacientemente que VM32 es director de campeonato y no de juegos decisivos, entiendase playoff, su inusual manera de dirigir y dirigirse a los peloteros, le rinde frutos a tropezones en el campeonato, pero a la hora de la verdad (tal vez por su presion) trasmite mucha inseguridad y desconfianza a sus pupilos y logra todo lo contrario a lo deseado.
Un buen manager (VM32 para mi clasifica como regularzon) confecciona su equipo y lo acostumbra a jugar segun su tecnica de direccion y tactica de juego durante todo el campeonato y de esta forma a la hora de la verdad debe dejar que el equipo juegue como acostumbro (ganando 70 y perdiendo 20), con la alineacion que le permitio este record y solo es moverle las cuerdas al titere, los resultados vienen solo. Pero mientras el siga aferrado a su forma de dirigir, sera bueno en campeonatos (sin calidad), pero muy malo en play off. Sigo exhortandolo a que cuando trasmitan juegos del beisbol de MLB vea como dirgen los: Joe Maddon, Dusti Baker, Terry Francona y Mike Scossia entre otros, son verdaderos estrategas com mucho conocimiento, disciplina y manera de conducirse ante el public, los medios y los jugadores..
VM32 no acaba de aprender y dudo mucho que aprenda algun dia.