En marzo-abril del 2002 se produjo un grave incidente entre Vicente Fox y su canciller, Jorge Castañeda, con Fidel por la posición sumisa de aquellos altos dignatarios frente a George W. Bush
La frase antológica: “Te comes el cabrito y te vas”, indigna de un anfitrión que se respete y expresada por el entonces Presidente de México Vicente Fox Quesada a su homólogo cubano Fidel Castro Ruz, hace 15 años, ha pasado a la historia como el colmo del entreguismo hacia un tercero —George W. Bush— y paradigma de falta de tacto político y de la consideración debida hacia un dignatario extranjero, así como crimen de lesa diplomacia.
Lo que no supuso entonces Fox cuando le pidió a Fidel a propósito de su visita al país azteca para asistir a la Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo, convocada por la ONU en Monterrey, los días del 18 al 22 de marzo del 2002, fue que aquel proceder irrespetuoso le depararía tan serios sinsabores.
En concreto, la frase pronunciada por el mandatario mexicano ya se la había dicho a Fidel en una conversación telefónica previa, cuando supo el interés del líder cubano en asistir al importante cónclave, y por todos los medios trató de disuadirlo, porque le crearía problemas “diplomáticos y de seguridad”.
Pero como Fidel insistió, alegando que, precisamente, esas razones de seguridad le habían impedido comunicarle con suficiente antelación su propósito, al ladino Vicente se le ocurrió una “solución” paliativa que, aplicada a un pariente o hijo de vecino no habría tenido secuelas mayores, pero que en el caso del Presidente cubano, en el contexto preciso en que se produjo, devendría todo un escándalo internacional.
Y no era para menos: lo que proponía don Vicente era que el prestigioso líder histórico de la Revolución cubana viajara a Monterrey, capital del estado de Nuevo León, dijera atropelladamente su discurso de 6 minutos en la citada conferencia, almorzara el virtualmente chilindrón de chivo y saliera intempestivamente de regreso a Cuba, como si se tratase de un perseguido. ¿Y todo por qué y para qué?
Demasiado al tanto de las relaciones “carnales” —recordar al expresidente argentino Carlos Menem y su servilismo hacia Washington— establecidas entre Vicente Fox y su par yanqui George W. Bush, Fidel se percató de que en esa insistencia por su salida precipitada de México había “gato encerrado”.
Sin embargo, pronto un grupo de indicios dieron paso a la certeza: el azorado anfitrión, a quien Bush o alguien de su entorno cercano habían advertido que el tejano no asistiría a Monterrey si ello implicaba coincidir allí con “Castro”, ideó sacar a Fidel por la puerta trasera a mediodía del jueves, y entonces esa propia tarde recibir al mandamás de la Casa Blanca, para que interviniera ante el cónclave.
Tamaña afrenta no podía el Presidente cubano pasarla por alto, máxime cuando se trataba de una cita importantísima: la primera conferencia auspiciada por la ONU para abordar cuestiones decisivas de las finanzas internacionales y el desarrollo, a la cual asistieron 50 jefes de Estado o Gobierno y más de 200 ministros, así como dirigentes del sector privado y la sociedad civil de más de un centenar de países. Por eso decidió divulgar oficialmente lo ocurrido.
EL ESCÁNDALO SE DESATA
Ya al concluir sus breves palabras en Monterrey, Fidel anunció a la concurrencia que debía abandonar la reunión por “una situación especial originada por su presencia” en ese foro. A la fiebre de especulaciones surgidas, el canciller Castañeda respondió rechazando el viernes 22 cualquier relación de EE.UU. con la retirada del mandatario isleño.
Se produjo la denuncia de Fidel, ya en La Habana, seguida por las palabras del entonces presidente del Parlamento cubano, Ricardo Alarcón de Quesada, quien acusó al gobierno mexicano de pedirle al Comandante que se retirara de ese país para evitar un encuentro con Bush. Se conoció además que, en contraste con el recibimiento a Fidel sin el protocolo debido, se le había tributado a W. una bienvenida propia de un emperador.
Sobre Fox y Castañeda cayó una avalancha de críticas y cuestionamientos provenientes de políticos, sectores sociales y la prensa del país azteca, por su actitud reprobable que negaba toda la trayectoria anterior de dignidad y decoro seguida por México en su trato hacia la Mayor de las Antillas. Los aludidos intentaron justificar lo injustificable con todo tipo de pretextos y tergiversaciones.
Sin embargo, el affaire no terminó ahí, sino que el 15 de abril de 2002 el Gobierno de Fox anunció que por primera vez en la historia votaría a favor del proyecto de resolución presentado por Uruguay ante la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra, en el cual se denunciaba la situación de los derechos humanos en Cuba y se recomendaba el envío de un relator del Alto Comisionado de Naciones Unidas para monitorear el tema en la ínsula. Era demasiado.
ANTECEDENTES DEL SUCESO
A pesar de ciertas declaraciones conciliadoras sobre Cuba hechas al inicio de su mandato por Vicente Fox, el primero de un representante del Partido Acción Nacional (PAN) en México después de 71 años de dominio hegemónico del Partido Revolucionario Institucional (PRI), el empresario-ranchero no tardó en prescindir de la simulación.
En una visita efectuada a Cuba a inicios de febrero del 2002, con el propósito supuesto de mejorar relaciones, Fox se reunió con los llamados disidentes y dejó un agrio sabor entre sus anfitriones. Poco después de su regreso a México el canciller Castañeda hizo declaraciones ambiguas sobre Cuba y, días más tarde, en la inauguración del Instituto Cultural Mexicano en Miami, se mostró sutilmente hostil hacia La Habana.
Tales declaraciones fueron interpretadas a su manera por un grupo de antisociales en la capital cubana, de los cuales 21 se introdujeron en la embajada de México, de la que poco después fueron desalojados por la policía a petición de las autoridades mexicanas.
FIDEL CONTRAATACA
Aunque de inicio la prensa de la isla y en especial el periódico Granma y el programa Mesa Redonda de la televisión hicieron recaer la responsabilidad mayor por el agravio a Fidel sobre el canciller Castañeda —un renegado virulento de la izquierda que fuera miembro del Partido Comunista de México—, pronto resultó evidente que el propio Fox y su ministro de exteriores actuaban de consuno.
Fox negó ante los medios las aseveraciones de su par cubano y lo propio hizo Castañeda, insinuando que Fidel mentía e introduciendo versiones falsas y edulcoradas sobre lo ocurrido, de ahí que el Comandante en Jefe decidiera divulgar públicamente la grabación de la conversación que sostuviera con su contraparte, lo que generó una verdadera explosión mediática, el ahondamiento de la crisis en las relaciones entre los dos países y un serio cuestionamiento del pueblo mexicano a su Gobierno.
Según Juan J. Aznares —El País, 25 de abril del 2002—, el careo dividió a la sociedad mexicana de acuerdo con sus convicciones políticas, y Castañeda señaló en tono acusatorio en entrevista con Televisa que “el presidente Fox le habló a su amigo; el Presidente; Castro le habló a su grabadora, porque todo era un montaje”, pero el ridículo descomunal estaba hecho.
Fidel replicó que una conversación entre dos jefes de Estado “no es un secreto de confesión, ni una carta amorosa, sino política. “¿A quién le debía lealtad —se preguntó—, a la mentira o la verdad? ¿Al Presidente Fox que me teje un ardid y se cuestiona nuestra verdad? ¿Al presidente Fox o a los 10 millones de cubanos; al Presidente Fox o a los 100 millones de mexicanos?”.
Con las relaciones Cuba-México en su nivel más bajo y una crisis política y de credibilidad inmensa en su país, el antiguo gerente de la Coca Cola para la región se percató de que, quizá, podía meterse impunemente con cualquier persona al sur del río Bravo, menos con una: Fidel Castro.
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