Así define Gustavo Rodríguez Pérez su creación a pequeña escala del féretro depositado en un armón militar y trasladado por un jeep que resguardó las cenizas de Fidel Castro durante su recorrido desde La Habana hasta Santiago de Cuba
Hay hechos que nunca se olvidan. Lo ocurrido el 25 de noviembre del 2016 será siempre de esos sucesos despiertan los más sinceros sentimientos. Gustavo Rodríguez Pérez bien lo sabe. Aún los ojos y las manos no se han podido desprender de una extraordinaria tensión al crear su obra más importante: la réplica, a pequeña escala, del féretro de cedro cubierto por la bandera cubana que llevaba inscrito en letras doradas el nombre: Fidel Castro Ruz, depositado en un armón militar vestido de rosas blancas, resguardado por una urna de cristal y trasladado por un jeep.
“Como artesano, miembro del Fondo Cubano de Bienes Culturales, sabía que debía hacer algo y se me ocurrió crear con materiales desechables, los mismos con los que confecciono mis trabajos, esa pieza. Ante la noticia no podía quedarme de brazos cruzados”, confiesa, mientras rememora la semana de labor en una obra con características que jamás había hecho, ni imaginó.
“Materializarlo resultó un gran problema porque no tenía referencias y, mucho menos, sin ver directamente la escala real. Le tomé varias fotos al televisor, pero entre el brillo del flash de la cámara del celular al captar la imagen de la pantalla y la rapidez con que las ponían me era casi imposible tener una noción exacta”, expresa.
Sin abandonar esa idea y como cientos de taguasquenses estuvo desde temprano el pasado 1 de diciembre en la comunidad de El Majá, al borde de la Carretera Central, para darle el último adiós al Comandante en Jefe.
“Allí hice un video a su paso. Pero fue tan rápido que de poco me sirvió. Con todo lo recopilado comencé a trabajar. Lo desbaraté más de dos veces porque tenía que salir perfecta. No es cualquier réplica, por lo que puse todo mi empeño”, asegura.
Luego de varias jornadas rodeado de pinzas, herramientas de todo tipo y materiales diversos vio la luz, hasta el momento, la primera réplica del féretro, armón militar y jeep, a semejanza del que trasladó por gran parte de Cuba las cenizas de Fidel hasta su descanso definitivo en el camposanto de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba.
“La carrocería es de aluminio; las gomas de madera; la cajita es de cedro; las rosas blancas fueron una donación de mi esposa e hija y debí disminuirles los pétalos hasta llevarlas a un menor tamaño; la bandera llegó a mis manos hecha y el escudo lo recorté de una medalla. Para que tomara el color verde rebajé el tono de la pintura que me regalaron. Muchas personas se involucraron en esta idea.
“Lo más difícil fue crear la urna porque jamás había trabajado con cristal y era muy delicado pegar todas las piezas. Igual sucedió con las letras del nombre, porque las tomé de una revista donde no aparecía el nombre completo, por lo que recorté el Ruz de otro lugar y luego uní todo”, detalla.
Pero Gustavo Rodríguez Pérez jamás imaginó que la culminación de la obra se esparciría como pólvora. Su casa, ubicada cerca del centro de Taguasco, recibió en pocas horas a muchos curiosos.
“Esto se convirtió en un museo. Me tocó a la puerta todo el barrio e incluso gente de otras zonas del municipio. Me pedían hacerle fotos y tomarle videos porque decían que era igualitico a lo que habían visto. Entonces, decidí llevarlo a Sancti Spíritus para donarlo, pero alguien me sugirió que por la exactitud y terminación podía exhibirse en el Museo de la Revolución en La Habana”, rememora.
Sin tiempo que perder, enrumbó sus pasos hacia esa institución en la capital del país, donde la creación fue acogida con mucha aceptación por el colectivo de especialistas. Mediante una conversación telefónica, la subdirectora de ese lugar, Niurka Oramas, dijo a Escambray que la réplica formó parte durante todo el mes de enero de una exposición transitoria dedicada al eterno guerrillero y que en agosto volverá a ser mostrada, junto a otras piezas, en homenaje al aniversario 91 de su nacimiento.
“A los visitantes les llamó mucho la atención por lo atractiva y curiosa. Consideramos que es meritorio que se conozca, pues es una copia fiel del original”, añadió.
Ya con ese primer referente, este artesano taguasquense apostó por la creación de una segunda réplica y aunque, otra vez, precisó de paciencia, consagración y esfuerzo, en pocos días vio ante sí otra obra de arte.
“Al llevarla para La Habana quedé en deuda con Sancti Spíritus. La que entregué aquí es idéntica a la que está en el Museo de la Revolución. Estoy en espera de que me avisen dónde la exhibirán para que todo el pueblo de esta provincia y sus visitantes puedan admirarla”.
Y mientras la réplica nacida de las manos de Gustavo Rodríguez aguarda para formar parte del patrimonio espirituano, en su pequeño taller continúan surgiendo autos clásicos, que tras nueve años de experiencia rozan la perfección.
“Mi manifestación es la juguetería, por lo que quizá lo menos complejo fue la creación del jeep, aunque nunca lo había hecho. Debí acercarme a uno que hay aquí en Taguasco para estudiar cada detalle. Empecé por curiosidad cuando pasé el servicio militar el trabajo con acrílico y luego pasé al aluminio, hasta que me incluyeron en el catálogo de artesanos”.
Desde entonces, él junto a otros colegas de su municipio intercambian ideas y criterios para que sus piezas marquen la diferencia.
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